Es bien sabido que entre el cúmulo de estrenos de la plataforma de Netflix, entre películas carísimas como 6 en la sombra o Alerta roja y cine de autor, como Roma o El poder del perro, hay bastante purria que en otros tiempos no pasaría del soporífero telefilm de sobremesa en Antena 3.
En
ocasiones, estas películas de medio pelo pueden tener su gracia, como la
reciente Tratamiento real, pero la mayoría invitan a no acercarse a ellas ni
con un palo. Me engañaron con Mudanza mortal y me la han vuelto a colar con Sin pudor (aunque algo de culpa tendré, digo yo).
El
caso es que la película se ha colocado entre lo más visto durante la semana
pasada, aparte de haber causado mucho revuelo en Internet ante los insultos y
amenazas que ha recibido su protagonista, Alyssa Milano, simplemente por sus
ideas políticas. Y de rebote, a Nora Roberts, autora de la novela en la que se
basa esta peliculilla de Monika Mitchell. Naturalmente, condeno sin piedad
estos comportamientos, pero la injusticia hacia la escritora y la actriz no
deben servir como excusa para simpatizar con esta película ni verla con mejores
ojos.
Sin
pudor trata sobre una escritora de éxito (ahí has estado fina, Nora Roberts)
cuya hermana es asesinada. Como no podía ser de otra manera, la escritora se va
a ligar al vecino macizorro de la difunta hermana, que casualmente es inspector
de policía y juntos se encargarán de tratar de resolver un caso donde hay una
subtrama desaprovechada al descubrirse que la víctima trabajaba en secreto como
cam girl.
La
película, que ya adelanto que es dolorosamente aburrida, tiene muchos
problemas, desde unos diálogos pobres, una dirección plana y una falta total de
ambiciones. No hay nada que rascar en ella, ni siquiera un análisis al mundo
turbio de las cam girls, mucho mejor mostrada en aquella películita de terror
de la Blummhouse titulada,
precisamente, Cam. Pero el peor pecado que tiene, más allá de
saberse los pasos de la trama como si nos hubieran adelantado el esquema del
guion, es que se puede adivinar la identidad del asesino (supuesto interés principal
del argumento) apenas aparece. Tan previsible y torpe es todo esto.
Desconozco
si el espanto argumental es culpa de la novela o hay que culpar también a unos guionistas
torpes, a una directora que nunca ha pasado del género televisivo (y por lo
visto sigue sin hacerlo) o a una actriz, la Milano, que hubo una época en la
que parecía que iba a ser la chica de moda en Hollywood y cuya realidad ha sido
que, más allá de Embrujadas, su mejor trabajo en casi treinta años de carrera,
sigue siendo como hija de Schwarzenegger en su debut en Commando.
Una
completa pérdida de tiempo.
Valoración:
Tres sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario