Aunque pueda tener algún detractor, no cabe duda de que el West Side Story de 1961 es un clásico del cine y uno de los mayores musicales de la historia del cine, por lo que muchos fueron los que se rasgaron las vestiduras ante la noticia de que Steven Spielberg (ni más ni menos) iba a realizar el remake.
¿Para
qué?, era la pregunta más habitual. Y ya tenemos la respuesta: para
confeccionar uno de los mejores (si no el mejor) musicales de lo que va de
siglo, una película brillante, majestuosa y que recupera al mejor Spielberg.
Desde luego, se nota cuando el rey Midas pone todo su empeño en una película o
la realiza como simple trabajo de encargo.
West Side Story de 2021 sigue las mismas pautas que la obra original,
modernizando lo mínimo y rellenando algún hueco, pero logrando que no quede en
ningún momento caduca. El eterno conflicto entre puertorriqueños y «americanos»
(siempre entre comillas, ya que en realidad son descendientes de italianos,
polacos y demás) –tan eterno que sigue vigente hoy en día-, unido al romance
imposible heredado el Romeo y Julieta shakesperiano, dan a la historia un
empaque sencillo pero efectivo. A ello hay que sumarle un casting muy acertado,
donde la debutante Raquel Zegler enamora a propios y extraños, Ansel Elgort
está impecable como Tony y Ariana Debose resulta arrebatadora como la nueva
Anita. Y no falta ni la presencia de la antigua, una Rita Moreno imprescindible
y que ejerce como productora del film, formando un puente de unión entre ambas
versiones. Y tampoco desentona ninguno de los pandilleros, chavales de
innegable fuerza, mientras que Brian d'Arcy James y Corey Stoll adornan el
reparto como rostros conocidos entre tanto jovenzuelo.
El
punto definitivo está en la mano de Spielberg. Pese a que no soy un fan
acérrimo de su trabajo (al que encuentro
demasiadas luces y sombras) ya he dicho antes que cuando quiere, lo borda. Y si
es capaz de brillar en casi cualquier género, ya sea la aventura, la comedia,
el drama o el terror, el musical era su deuda pendiente. Y ahora que por fin lo
ha abordado, lo ha hecho con una maestría absoluta. Sus largos traveling
mostrando el estado desolador del West Side, las brillantes coreografías, el
manejo de los tiempos, la efectiva alternancia entre el humor, el romance y el
drama… Todo funciona con la perfección de un reloj, consiguiendo aportar a una
historia de sobras conocida lo único que podía hacerle funcionar: la magia.
Sin
entrar en comparaciones odiosas con la versión clásica (aunque de hacerlo seguramente
quedaría vencedora en no pocos campos), su West
Side Story es una obra maravillosa, capaz de hacernos disfrutar con sus
canciones eternas, soñar con la gracilidad (ya sea bailando o peleando) de sus
protagonistas, indignarnos de la estupidez humana (y no solo juvenil) y llorar
con un desenlace que no por previsible (incluso para quien no conozca la
historia de referencia) es menos doloroso.
En
resumen, una gran película, recientemente reconocida con el Globo de Oro, pero que, como casi todo
lo que se estrena estos días aciagos, se ha estrellado en taquilla. Ojalá su
más que segura presencia en los Oscar de este año (y espero que logre imponerse
ante la aburrida El poder del perro)
le dé un más que merecido empujón.
Valoración:
Nueve sobre diez.
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