Obligaciones
varias me han impedido dedicarme al blog tanto como me gustaría, y aunque ya
hace un par de años que dejé de elaborar las típicas listas sobre lo mejor y lo
peor del año, me gusta de vez en cuando escribir alguna reflexión alejada de lo
que son reseñas de películas o series propiamente dichas. Ese fue, de hecho, la
razón del cambio de nombre de hace ya un tiempo, cuando El panda cinéfilo se convirtió en Las cosas del Panda y esto debía convertirse casi en el blog de un
escritor más que en un foro de cine. Como veis, al final el cambio no ha sido
tanto.
Por
ello, parecía claro que el mundo del cine necesitaba un bombazo que funcionara
como puñetazo encima de la mesa, un éxito que invitara al público a volver a
las salas y que empecemos a dejar atrás considerar recaudaciones medianas de
alrededor de cuatrocientos millones de dólares como grandes éxitos. Y esa
película que debería salvar al cine no es otra que Spiderman: No way home, no solo porque Marvel es (casi) siempre una garantía de éxito sino porque las
diversas filtraciones (no todas ellas reales) dejaban las expectativas por las
nubes. Por ello, cualquier cosa que no fuese una taquilla superior a los mil
millones de dólares podría suponer el último clavo en el ataúd de los cines. En
el momento de escribir estas líneas, la película de Jon Watts roza los 1.400
millones y aún no se ha estrenado en países como China.
Consagrada
ya como el éxito del año y, de seguir así, codearse con los títulos del top ten
(sin pandemias ni gaitas), es hora de repasar si al final, la película que nos
ha devuelto al cine es merecedora de su logro o no. Y, casi un mes después de
su estreno, ya es momento de poder hablar de ella sin cortarse un pelo.
Por
ello, os aviso de que vais a encontrareis spoilers de Spiderman: No way home de aquí en adelante. Si por lo que sea no la
habéis visto aún, os remito a mi reseña sin spoilers.
Lo
primero que llama la atención, más allá de la extraña, caótica pero efectiva
campaña publicitaria, es su guion, firmado por Chris McKenna y Erik Sommers,
responsables de toda la saga del Spider-man
de Holland, aparte de Ant-Man y la Avispa.
Si por un lado la narrativa es totalmente absurda y, por momentos ridícula, con
decisiones tomadas por los protagonistas difíciles de entender, villanos que
cambian de parecer de un momento a otro y situaciones marcadas más por la
necesidad que por la lógica, por otro lado contiene el mejor tratamiento de
personajes visto en una película palomitera en mucho tiempo. Las interacciones
entre los tres Peters (sí, aquí tenéis el primer spoiler) es impecable a la par
que desternillante, y logra elevar el concepto de fan service a cotas inimaginables.
Es
mérito del guion el conseguir que la participación del Spiderman de Andrew
Garfield y el de Tobey Maguire sean funcionales, consiguiendo rememorar sus
antiguos roles sin que el paso del tiempo chirríe demasiado, convirtiendo la
película en una especie de reencuentro del espectador con unos viejos amigos a
los que tenía ya perdidos en el tiempo (veinte años han pasado desde que
Maguire se pusiera por primera vez el traje azulgrana).
Con
la mente maestra de Kevin Feige detrás de todo, la película parece tener dos
objetivos claros: por un lado, finalizar la evolución del Peter Paker de
Holland, con lo que estamos, sobre todo a partir del segundo tercio del film,
en la película más oscura y dramática de la trilogía. Si bien he comentado en
el pasado que este es mi Spider-man favorito, continúa ligeramente alejado del
Spidey de los comics, por lo menos en su versión más canónica. Su pertenencia
al MCU y su relación con Los
Vengadores, en concreto con Tony Stark, suponía una losa que, hasta ahora
parecía insalvable para acercar más al héroe a su versión de los tebeos. Sin
embargo, alejado ya del legado de Iron Man, Peter asume al fin la
responsabilidad por sus errores y toma las decisiones correctas, incluso a base
de enfrentarse a otro vengador, uno tan poderoso como el Dr. Strange. Además,
estaba pendiente el tema de saber cómo murió su tío Ben. Ya saben, esa especie
de mentor que le otorgó esa lección de vida resumida en la frase de: «todo gran
poder conlleva una gran responsabilidad», al que conocemos de los comics y de
los Spidermen de Sam Raimi y Marc Webb. Y la respuesta era la más obvia y la
que teníamos delante de las narices durante todo el tiempo: puede que este
Peter tuviese un tío Ben que muriese asesinado, pero quien ha ejercido como
mentora y quien le ha regalado la famosa frase no es más que la tía May de
Marisa Tomei, una tía May que provoca el giro de guion que desemboca en la
madurez de Peter gracias a que la película hace algo que ni siquiera en los
comics se han atrevido a hacer: matándola (nota friki: en realidad, la tía May
sí murió en los comics, pero poco tiempo después decidieron «deshacer» esa
muerte y decir que quien murió fue otra persona).
El
segundo propósito que Marvel parece tener con respecto a esta película es
deshacer los muchos problemas que tenían las películas del arácnido hechas por
Sony en solitario. Detalles como la escena en la que Willem Dafoe destroza la
horrorosa máscara del Duende Verde, la eliminación de la pigmentación azul enel rostro de Electro o las burlas hacia el Rinho mecanizado son solo algunos
ejemplos de ello. La película de Jon Watters se mete en muchos jardines, y de
todos ellos sale victorioso.
Quizá
no sea la película más emocionante de Marvel
(en lo que acción se refiere), pese a contar con una escena final brutal, casi
demasiado oscura como para ser admisible en una película supuestamente infantil
(y es que compite a niveles de violencia con la pelea final entre Stark y Steve
Rogers en Civil War), pero sí de las
más emotivas, teniendo en la caída de MJ al vacío un momento tan estremecedor
como la propia muerte de tía May. Esto sirve, además, para continuar la
historia del Spidey de Amazing Spiderman 2 y cerrar las heridas provocadas por la muerte de Gwen.
Hay pequeñas correcciones, guiños e incluso metalenguaje (como los chistes hacia el dolor de espalda del Spidey de Maguire, las conversaciones sobre los lanzaredes orgánicos de este o la presentación visual del meme más famoso de la serie de animación).
Y
todo ello para conseguir completar el viaje del héroe hacia su maduración, en
un desenlace totalmente desligado al resto del MCU y que propicia que, por primera vez, utilice un uniforme
calcado al de los comics, en una situación muy similar al Peter cafre y
fatalista que concibieron Stan Lee y Steve Ditko, aunque todo hace pensar que
lo están encaminando hacia los años universitarios (¿alguien más está pensando
en Gwen Stacy y Harry Osborn?) de la etapa de John Romita. Cierto es que el
hechizo que lo rompe todo es algo forzado (aquí volvemos a darle vueltas a los
problemas de guion), pero por una vez, el fin justifica los medios. Me viene a
la mente el caso de Venom, tanto en
su película de origen como en su penosa secuela. En ambos, el guion presentaba
situaciones casi tan torpes como las de No
way home, pero además iban acompañadas de unos personajes horriblemente mal
construidos, diálogos espantosos y villanos incomprensibles. En este caso, los
errores e guion son simples excusas para alcanzar un objetivo sublime. Es como
si estuviésemos ante una película pensada para niños de diez o doce años, con
la salvedad de que tiene el mérito de conseguir que cualquier espectador, ya
sea treintañero, cuarentón o incluso de los que ya pintan canas (o calvas) se convierta,
por un par de horas, en un niño de diez o doce años.
Falta
por ver qué nos encontraremos en el futuro del trepamuros (aunque me cuesta
creer que Zendaya vaya a desaparecer de la ecuación), aunque lo que parece
claro es que va a quedarse en el MCU
durante mucho tiempo. De hecho, las dos escenas postcrédito son toda una
declaración de intenciones: la primera, por dejar bien claro que el Venom de
Tom Hardy pertenece a un universo diferente al del Spider-man de Tom Holland,
por lo que es improbable que vayan a cruzar nunca sus pasos (si acaso sí con el
de Garfield, si nos creemos los rumores de que va a aparecer en la inminente Morbius). La segunda, porque es en
realidad un tráiler de la siguiente película del MCU, Dr. Strange en el
Multiverso de la locura, algo muy llamativo si tenemos en cuenta que quien
manda aquí, a nivel publicitario, es Sony.
Así que el hecho de que ahora ya nadie conozca a Peter Parker y ni siquiera el
resto de los Vengadores sepan ya la identidad secreta de Spider-man no debería
ser impedimento alguno (de hecho, hay confirmada al menos una aparición de
Spidey en otra película ajena a su saga). Y, por cierto, por el contrario de lo
que se está diciendo por ahí (y esto que viene a continuación quizá no le
interese a aquellos alejados del mundo de los comics, pero no puede evitar
soltarlo), esto no es una adaptación del famoso Mefistazo.
Añadimos a todo esto unas interpretaciones de primera, cameos sorpresas como el de Matt Murdock (que conecta esta película con la serie de Ojo de Halcón y su recuperado Kingpin) y un ritmo trepidante que impide al espectador darle muchas vueltas a la coherencia del argumento, un uso inteligente (y no gratuito) del concepto del fan service y las gotas de nostalgia justas, y tenemos las respuestas a porqué una película de Spider-man está destinada a salvar al mundo del cine, además de romper por el camino unos cuantos records de taquilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario