Tras
haber esperado el suficiente tiempo para que todo aquel interesado en ver The Amazing Spider-man 2: el poder de
Electro en cines haya tenido tiempo suficiente, y teniendo en cuenta que
soy un enorme aficionado a los comics del arácnido, me veía en la obligación de
volver a hablar de nuevo sobre su primera película estrenada desde el
nacimiento de este humilde blog.
No
es costumbre habitual por aquí salirse de las normas marcadas conforme solo se
ofrecen reseñas de estrenos actuales (o al menos recientes) de cine, pero
alguna excepción ha habido, como los resúmenes del año o la entrega de los
Oscars de Hollywood, así que voy a saltarme otra regla no escrita y hablar por
segunda vez de una misma película, ya que es algo que muchos, a nivel
particular, me han demandado.
A
diferencia de otros post en los que pretendo dirigirme especialmente a aquellos
que no hayan disfrutado aún de una película para orientarles sobre si ir o no a
verla desde mi muy particular punto de vista, invitándoos a todos a que, tras
su visionado, compartáis conmigo en los comentarios vuestras coincidencias o
desacuerdos con mi crítica, en esta ocasión quiero invitar más bien al debate
entre aquellos que ya la hayáis disfrutado (es un decir), por lo que os aviso
que no pienso cortarme ni un pelo a la hora de soltar spoilers. Quien aún no haya ido al cine pero
pretenda verla, queda avisado.
Lo
que más me llama la atención de este segundo capítulo del reboot de Spider-man
por parte de Sony es que su calidad puede variar enormemente no ya en función
de la película sino dependiendo del espectador. ¿Es eso posible?, os
preguntaréis. ¿Una película puede ser buena o mala en función de quien la mire
y no de quien la haga? Pues sí. Y me explicaré.
Resumiendo
mucho, se podría decir que The amazing
Spider-man: el poder de Electro es una mediocre (casi diría que hasta mala)
película para el espectador general ero una maravilla para el aficionado
Marvel. Y sobre esta dualidad voy a versar este artículo.
Una mala película llamada The amazing Spider-man: el poder de Electro. Limitándonos a un análisis cinematográfico, The amazing Spider-man: el poder de Electro
podría haber sido interesante si hubiese potenciado más, como ya hiciera El Capitán América: El Soldado de Invierno,
su vertiente más de intriga, con esa trama de los padres de Peter que parecía
de relleno en la primera película pero que en esta secuela se lleva casi todo
el interés, con ese prólogo tan absurdo como emotivo. Incluso su vertiente
romántica, sin ser para tirar cohetes, podría haber funcionado (por algo es que
como director eligieron a un tipo cuyo currículo se limitaba a una aplaudida
comedia romántica). Lo que no cuadra es en el momento de fusionar ambas cosas
y, como es obligatorio en una película de superhéroes, ponerlo como complemento
a unos villanos bochornosos y de medio pelo.
Vayamos
por partes: He llamado absurda a la escena del avión con los padres. Y es que
por muy bien filmada que esté, no me puedo creer que dos tipos súper
inteligentes cuya vida corre peligro
perseguidos por sus propios jefes decidan huir… ¡en un avión privado!
Nada de camuflarse entre la multitud, convertirse en turistas normales, ¡qué
va! Por todo lo grande. Como para no llamar la atención. Y por cierto, ¿eso
quién lo paga?
De
acuerdo, soy demasiado puntilloso, vale. Sigamos un poco más.
Rápidamente
vemos a Spidey en acción. Ha pasado un tiempo desde el final del primer Amazing y eso se nota en su destreza, en
lo bien que se mueve y la confianza y agilidad luchando. Pero le atormentan
fantasmas del pasado que ya había decidido olvidar al concluir el primer film.
Además, Peter demuestra toda su pasión y amor por Gwen con un impresionante
beso la primera vez que se cruzan en el film para, en la escena siguiente,
dudar y terminar rompiendo. Aunque se entiendan los motivos de la renuncia al
amor en forma de fantasma del capitán Stacy (cuyo interprete, por cierto, pone
exactamente el mismo careto y postura todas las veces que aparece, y no son
pocas), la bipolaridad de los sentimientos es demasiado extrema, demasiado
brusca para que podamos simpatizar con el héroe en lugar de tener ganas de
saltar sobre la pantalla para gritarle lo imbécil que es por romper con Emma
Stone.
Por
cierto, que por el camino se nos ha presentado ya al gran villano, uno de los
tipos más ridículos, patéticos y hostiables que se pueda encontrar en una
película (y cuidado, que yo también he visto los Batman de Schumacher). Si ese
supuesto genio disfrazado de Steve Urkel alopécico pretende dar pena no lo
logra en absoluto y si con la escena en su apartamento venerando decenas de
fotos de un Spider-man con el que fantasea como si fuese su amigo imaginario
debemos entender su debilidad mental, pues vale, lo compro. Pero no compro que luego
ese lunático a que están constantemente pisoteando (merecidamente, me atrevería
a decir) sea capaz de convertirse en el ser vengativo y poderoso que llegará a
ser. No sé si es la simple concepción del personaje o lo poco inspirado que
está su intérprete, Jamie Foxx, pero no cuela ni haciendo un enorme salto de fe
que se presupone en una película fantástica como esta.
Y
luego está la transformación. En un mundo donde todo es tecnología (aquí no hay
magia, ni mutantes naturales, ni nada completamente fantástico) que gira
alrededor de una única marca: Oscorp (¿a qué se dedica Spider-man cuando los de
Oscorp duermen?) que a un tipo le dé una descarga eléctrica y caiga en un tanque
de agua lleno de anguilas y se transforme en un súper ser azul (¿azul?) capaz
no sólo de lanzar rayos eléctricos sino de auto desintegrarse y regenerarse a
voluntad no se lo creen ni en la producción más cutre de Roger Corman. Cine B
de gran presupuesto, oiga, para una imitación mala (¿de dónde aparecen los
calzones primero y el traje entero después?) del Dr. Manhattan de Watchmen. Y aparte de estar como un
cencerro y pasar del amor al odio hacia Spidey en un segundo, ¿qué es lo que
quiere? ¿Por qué lucha? ¿De quién quiere vengarse? Que tenga mucho rencor
guardado lo entiendo, pero que no sean capaces de crear ninguna motivación
real, ningún móvil en el razonamiento del villano principal de la película no
es de recibo, señores.
Pero
aquí no termina todo. Si el gran problema del Spider-man 3 de la anterior serie
cinematográfica fue el abuso de villanos aquí Sony demuestra no haber aprendido
la lección y, después de eliminar de un plumazo a Norman Osborn se saca de la
manga un duende Verde que si bien no es tan artificial como el de Raimi sigue
sin ser para nada reconocible en él un mínimo atisbo e lo visto en el comic
(por cierto, un inciso: ¿a quién se le ha ocurrido contratar a un actor
oscarizado para interpretar a Norman Osborn, disfrazarlo entre sombras con uñas
de plástico y pelos de loca, y matarlo tras una sola escena? Sí, ya sé que no
se ve cadáver y posiblemente siga vivo, que para eso han usado el mismo truco
de recoger su habitación que ya utilizaron hace un añito en Lobezno Inmortal, pero aun así y todo…).
Ahora el duende es el vástago, un Harry Osborn que en el pasado fue el mejor
amigo de Peter aunque aparece de la nada sin que se le mencionara en ningún
momento anterior ni en este ni en el otro film y debemos creérnoslo así sin
más. Los mejores amigos del mundo. Aunque según se deduce de sus propias
palabras la diferencia de edad es considerable.
Al tema: el caso es que el heredero Osborn se está muriendo de lo mismo
que su padre y se le mete en la cabeza que la sangre de Spiderman le puede curar.
Spiderman le dice que no, que lo va a convertir en un monstruo y el niño rico
no le hace caso (se está muriendo, yo tampoco le haría) y decide experimentar
con su propio cuerpo. Parece que sí, que ya no se va a morir (aunque los
dolores iniciales son tan fuertes que lo único que lo calma es arrastrarse
hacia una armadura militar con un patinete volador y ponérsela, sí, esto es en
serio) pero se transforma en una cosa rara (una suerte de Jocker mal peinado).
Y decide que en vez de celebrar que está vivo debe cargarse a todo el mundo,
con lo que se hace amiguito de Electro y se empeña en matar a Spidey. Y de
nuevo me pregunto: ¿por qué? ¿No ha conseguido lo que quería? ¿No le ha pasado
además lo que Spiderman le dijo que le pasaría? Pues, ¿de qué quiere vengarse?
Mi sobrino, que vino conmigo la primera vez que fui a ver la película, me dijo:
eso es la transformación y el poder, que lo ha vuelto loco. Sí, claro, pensé.
Es lógico. Más o menos como le ocurre a Max Dillom / Electro. O como al Lagarto
de la primera película. O al Norman Osborn, Harry, Octopus, Eddie Block y
Hombre de Arena de la trilogía de Raimi. ¿De verdad que después de 50 años de
existencia del personaje y de unas doce horas de películas la única posibilidad
de ver un malo de verdad luchando con Spider-man va a ser ese brevísimo
enfrentamiento que tiene con el Rino?
Argumentalmente,
la película va dando tumbos sin saber bien qué rumbo seguir y con saltos
elípticos incomprensibles como la relación “fantasma” entre Peter y Jameson, el
dueño del Daily Bugle o la presipitada toma de poder de Harry en Oscorn.
Demasiadas tramas que se entrecruzan pero sin apenas influir unas en otras
hasta el gran final. Y el espectador no sabe con cual quedarse. ¿El amorío
entre Peter y Gwen, que se puede frustrar definitivamente porque ella se va a
ir a Londres? (la solución: me voy contigo. ¡Toma ya! Sin estudios, sin dinero
y sin trabajo. Tú sí que sabes cómo cuidar de una dama, Peter. Y ya de paso, a
tu tía, que la zurzan). ¿La carrera criminal de Electro al que derrota sin
mucho esfuerzo, regresa aún más poderoso y vuelve a derrotar casi sin
despeinarse demasiado? ¿La trama de los padres que al final sólo sirve para
descubrir que Peter es Spider-man y no un monstruo porque para la fórmula
original se utilizó sangre de su propio padre, es decir, con su mismo ADN? (¿o
sea, que si en lugar de querer seguir la investigación con las muestras
existentes como hacen el Lagarto y el Duende comenzaran de nuevo mezclando el
ADN de las arañas con la sangre de cada uno, todo quisque podrá ser Spiderman?)
¿O la del duendecillo, un personaje que aparece con la película ya en marcha y
que no se convierte en villano hasta llegado casi al tercer acto? Pues sí, esta
esl a trama importante, mientras que todo lo que no tiene que ver con Harry (o,
de rebote, con Gwen) no es más que paja para llegar al gran final, un final que
ninguna película de fantasía se puede permitir, en el que el héroe no logra
salvar a la chica y el público (que al
final es básicamente infantil y juvenil) se queda desencajado y con la sensación
de que Spiderman acaba perdiendo, por más que capture a los malos y la gente lo
aplauda (otra cosa aborrecible de la película, esos vítores públicos y esa fama
de la que nunca o casi nunca gozó en el comic). Una película no puede terminar
así. No, al menos, una película colorista y medio cómica de superhéroes. Cualquier
manual de guion te lo demostrará.
Y
así se llega a ese final en el que, para colmo, se renuncia a uno de los
elementos más conseguidos del film: Nueva York como protagonista de excepción.
En una central eléctrica que da paso a un enorme torreón con un reloj en lo
alto y que recuerda más a las diversas pantallas de un videojuego que a un
escenario real, Electro es desintegrado, Gwen muere y Spider-man vence al
duende. Fin. ¿o no?
Pues
tampoco. Como en un mal capítulo de Smallville,
Marc Webb no tiene ni idea de cómo acabar el film y pude calcular hasta doce
minutos de metraje hasta que aparecen los títulos de crédito, con hasta tres
epílogos interminables que hacen que el clímax quede ya en el olvido.
Y
el cambio final, lo que motiva a Peter a salir adelante, una grabación de Gwen
que parece guiarle. Exactamente lo mismo que sucedía al final de Amazing con un mensaje de voz del tío
Ben. Y es que Webb se copia incluso a sí mismo.
Y
de la tomadura de pelo en forma de escena postcréditos ya ni hablo.
Así
que, desde un punto de vista cinematográfico, el resultado es desolador, con
Webb empeñado en hacer planos subjetivos horribles para que no se note como
copia a Raimi a la hora de filmar, villanos que son de chiste y un ritmo
narrativo irregular y mal acabado.
Una maravilla llamada The amazing Spider-man: el poder de Electro. Desde que Spider-man se publicó por primera vez en
Amazing Fantasy 15 el tímido y apocado Peter Parker se convirtió en uno de los
héroes favoritos del mundo, y todos se identificaban con él mientras admiraban
a su alter ego enmascarado. Varias generaciones fantasearon con ver una
película decente del trepamuros (teniéndose con conformar con los tres
telefilms que eran en realidad remontajes de una serie televisiva) y ya se
habías perdido las esperanzas cuando Sam Raimi los maravilló con Spider-man y se superó en Spider-man 2. Dos grandes películas que
captaban la escencia del personaje, pero
a las que les faltaba algo para terminar de convencer del todo. Quizá
era ese traje tan plástico, esa MJ tan pusilánime o esa falta de humor chispeante mientras
batallaba con los malos. Y el cambio de nombre en la silla de director no
pareció mejorar mucho el tema.
Y
en esas que ahora llega The amazing
Spider-man: el poder de Electro y la flipada es total. Por fin el uniforme
es fiel al comic, con una textura realista y unos ojos que por fin molan. Y la
forma de moverse… ¡Dios, qué forma de moverse! Incluso recurre a su adherencia
con los pies para coger cosas. La escena de los isótopos radioactivos es una
concentración de todo lo bueno que tiene Spider-man magistralmente
recapitulado. Por fin tiene ese humor absurdo pero chispeante que demuestran la
transformación de Peter al ponerse la máscara. Y el sentido arácnido, sin
necesidad a recurrir a estratagemas fílmicas como Raimi, está perfectamente
presente en su manera de esquivar balas y sortear coches. Y cómo prioriza
siempre la seguridad de los demás que la suya propia.
Y
luego tenemos a Gwen. Deliciosa, encantadora. Esa acompañante del héroe
perfecta. Frágil y delicada pero con carácter. No es una simple flor
decorativa. Es la vecina que todos querríamos tener, la compañera de clase con
la que no nos atrevemos a hablar. Y Emma Stone reúne todas esas cualidades en
la mejor interpretación de la película. Seduce, enamora, hacer reír, emociona y
nos parte el corazón cuando dice que se va a Inglaterra. Y él se iría con ella.
O la esperaría. Pero sabemos que no a ser así. Lo sabemos desde que en la
primera película Peter le confiesa que es Spiderman y ella susurra: “pobre de
mí”. Porque Gwen va a morir. Debe morir. Y cuando lo hace nos sentimos dolidos,
consternados, enfadados. Pero también emocionados. Y nos dan ganas de ponernos
en pie y aplaudir, con esa maravilla que es la red tratando de alcanzarla,
semejando una mano. Y no falta ni un detalle, ni el puente (no cae de él, pero
ahí está), ni el abrigo verde ni el “snap” que os hiela la sangre y nos plantea
una pregunta sobre la verdadera causa de su muerte.
Y
el causante es el Duende Verde, por supuesto. No es el padre, es el hijo, pero
eso poco importa. Los Osborn siempre están ahí para hundirnos la vida. Y la de
Peter.
Y
luego está Nueva York. Esa Nueva York que no podría existir sin Spider-man
igual que Spider-man no podría existir sin Nueva York. Maravillosa, luminosa y
reconocible.
Webb
y los guionistas han sabido conjugar lo mejor del Spiderman tradicional con el
de su versión Ultimate, y ahí está ese Rino mecánico, imponente, cuya batalla
nos quedamos sin ver pero que seguro que volverá en un futuro. Junto a los
prodigios que penas nos dejan entrever como esas alas de buitre o esos brazos
de Octopus que Oscorp guarda en sus almacenes. Y tenemos también a Electro.
Poderoso y amenazador. Poco importa su origen. Poco vamos a renegar de sus motivaciones. Esto es un comic. Y un malo
así, mola. Y la escena de Spidey con la manguera (como tantas veces lo derrotó
en el comic) es impagable.
Además,
está repleta de guiños al lector de toda la vida. Algunos evidentes, como la
presencia de una chica llamada Felicia (¿será la Gata Negra? Mmmmm… Veremos…),
otros más rebuscados, como los descubiertos por el compañero JM Del Salto Miró
referente a los relojes: el reloj de Richard Parker con que se inicia la
película marca las 6:42., precisamente el amazing Spiderman 642 marca
el principio de una saga llamada “El origen de las especies”; tras la muerte de
Gwen el reloj de la torre marca la 1:21 y en amazing 121 se produce el fatídico
desenlace.
Pero
eso no es todo, porque aunque no aparezca en pantalla sabemos gracias a un mail
que el gran J.J.Jameson pulula por ahí. Y el jefe de Dillon es un tal Alistair
Smythe, que no es otro que el hijo del creador de los mataarañas. Y hasta
tenemos a la doctora (perdón, doctor) Ashley
Kafka, que pese al cambio de sexo fílmico sigue siendo el alma de Ravercroft
(sí, esto también sale), una institución mental en la que se puede ver una
placa en honor a Thomas Warren (¿quizá pariente de Miles Warren, el Chacal?).
Más cosas: en uno de los listados de Oscorp aparece algo con el nombre de Venom
(Veneno). ¿Os suena? Y como colofón tenemos ya algunos datos sobre el hombre
misterioso que aparece en los dos epílogos de las dos pelis: Gustav Fiers. Hay
por ahí quien ya se atreve a asegurar que es una encarnación de Mr. Miedo.
Tela,
telita, tela…
The amazing Spider-man: el poder de
Electro es, en fin, una gozada para
el lector veterano de comics que puede reconocer, por fin, al verdadero
Spiderman y al verdadero Peter en carne y hueso y redes. Simplemente perfecto.
En resumen: dos maneras diferentes de analizar una misma
película, siempre dependiendo de quién sea el destinatario. Lo curioso es que
la película ha gustado bastante al público en general y ha enfadado a mucho
aficionado así que… quizá todo esto que he escrito no sea más que una soberana
tontería. O no…
Realmente a los únicos villanos a los que no se les puede poner pegas en ninguna de las películas de spiderman es a los dos duendes, ya que el duende jr tiene motivaciones para matar a spiderman, y ambos se vuelven locos por sus experimentos. Decepcionante la aparición de rhino, me esperaba mucho más la verdad. Y brillantes los guiños que se hacen en la película, almenos a mi me gustaron. Pero cabe decir que de guión va muy floja. Ahora, también es cierto que habrá mas de otra peli con el título de The Amazing Spiderman, me apuesto lo que sea.
ResponderEliminarY brillante tu crítica, de las mejores que he leído sin lugar a dudas.
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