Siempre me resultó chocante la admiración que el galo Luc Besson ha
procesado por el cine anglosajón, como demostró en sus primeros films francos
hasta que tuvo la oportunidad de emigrar a su Hollywood ansiado. Tras
convertirse en un referente en el cine de acción, nos tenía un poco abandonado
desde que se embarcó en un cine más infantil como la saga de Charlie y los Minimoys o la fallida Adele y el misterio de la momia, aunque recientemente volvió por el buen camino
con su particular homenaje a Scorsese con Malavita
y la paranoia que puede suponer la inminente Lucy, con Scarlett Johansson. Sin embargo, como más activo se ha
mantenido es en su faceta de guionista y productor, consiguiendo que su firma
sea sinónimo de acción y entretenimiento asegurados. Hace escasos días llegó Brick Mansions (la fortaleza) y ahora es
turno de esta Tres días para matar,
donde es el inefable McG (Los Ángeles de
Charlie, Terminator Salvation) es quien toma las riendas tras las cámaras.
Pese a ello, basta echar un rápido vistazo al film para poder confirmar que es
una película 100% Luc Besson, ya que se reconocen en ella todas sus señas de
identidad: acción desmedida, persecuciones en coche, un puntito de sensualidad
(al que también podríamos llamar erotismo casi infantil) y un clasicismo
narrativo algo simple y con alguna referencia a su París natal. De hecho, casi podríamos
considerarlo como el abanderado del fine de acción actual, gustoso ofrecer una
especie de serie B de lujo tal y como demuestran algunas de sus creaciones como
las sagas Taxi, Transporter, Venganza o Distrito 13 y su reciente remake Brick Mansions (la fortaleza).
En esta línea se encuentra Tres días
para matar, adrenalítico film que recupera a Kevin Costner como protagonista
absoluto después de una época oscura y olvidable de la que parece empezar a
recuperarse gracias a sus breves apariciones en blockbusters como El hombre de acero y Jack Ryan: operación Sombra. Ahora
interpreta a Ethan Renner, un brillante agente de la CIA que debe retirarse
cuando le diagnostican un cáncer terminal y decide pasar sus últimos días con
su mujer y su hija a las que no ve en años. Pero un último caso inconcluso le
perseguirá, obligándole a elegir entre recuperar el tiempo perdido o cumplir
una última misión.
Lamentablemente, la película alterna sin demasiado acierto escenas
trepidantes con momentos sensibleros que entorpecen la narración (Ethan
enseñando a su hija a ir en bici, por ejemplo) mientras que el abuso de situaciones
cómicas debe sumarse también en el lado de la balanza de cosas negativas (que
Ethan pida consejos paternales a alguien a quien está torturando funciona la
primera vez, pero pierde sentido en la reiteración). Pero ya he dicho que esta
es una película de Luc Besson (ya ven que poco porcentaje de autoría concedo a
McG) y lo suyo es el entretenimiento puro y duro, sin que merezca la pena
entrar en análisis más profundos o pedir una coherencia argumental. Y en este
sentido, la película cumple. Costner parece en plena forma y está bien
secundado por Connie Nielsen (Gladiator,
Basic) y Hailee Steinfeld (Valor de
ley, El juego de Ender), interpretando a su esposa e hija respectivamente.
Los villanos, completamente planos y estereotipados, corren de la mano de Tómad
Lemarquis y Richard Sammel y Amber Heard interpreta a una absurda femme fatal a
medio camino entre Jessica Rabbit y Sin
City.
Acción, coches, tiros, explosiones, muchos muertos, humor, sentimentalismo
y un París hermosamente fotografiado. Es la película ideal para no pensar en
las preocupaciones de la vida cotidiana y pasar una tarde de domingo entretenida
tras un contenedor de palomitas.
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