Vayamos
al grano. Brick mansions (la Fortaleza)
es una solemne tontería de cabo a rabo. Producida por Luc Besson, esta Brick mansions es un remake americano
del Distrito 13 que dirigiese en 2004
Pierre Morel, ya bajo el amparo de Luc Besson y que en realidad era una mezcla
de influencias de Asalto a la comisaría
del distrito 13 y 1997: rescate en
Nueva York, ambas de John Carpenter.
El elegido para dirigir el invento ha
sido en esta ocasión el debutante Camille Delamarre, responsable de la edición
de otros films producidos por Besson y con este elenco de amiguetes no podía
faltar entre los actores protagonistas el insípido y plano David Belle, intérprete
de registro cero pero de movimientos eléctricos a la hora de lanzarse al parkour, ese invento francés que
consiste en pegar saltos por tejados y muros aprovechando las habilidades
corporales de la forma más rápida posible.
Y
de eso va realmente la película. Con una excusa tan poco convincente como
estúpida (la creación de un muro tras el cual se encierra a lo peorcito de
Detroit, como si de un gueto fortificado se tratase) lo que importa en la
película es ver al Bello este pegando cabriolas por todas partes, lo cual,
junto a la presencia de Paul Walker, resulta ser lo único salvable del film y
que podría dar mayores alegrías si no fuese por lo mal filmadas que están
algunas escenas demostrando que el debut de Delamarre ha sido un poco precipitado.
Damien
Collier y Lino son dos policías de diferente pasado que deben trabajar juntos a
su pesar para internarse en Brick Mansions y detener al gran villano de la
función, Tremaine Alexander (interpretado por el rapero empeñado en ser actor:
RZA), el jefe del cotarro al otro lado del muro. A partir de ahí solo podemos
encontrar una sucesión de tópicos a cual más ridículo, desde la lucha “de gatas”
entre la sádica amiga de Tremaine y la novieta de Lino, hasta tiroteos
interminables, malvados grotescos (e insultantes por su patetismo), situaciones
inverosímiles, humor de rebajas y giros de guion totalmente fuera de lugar que
nos inviten a gritar en medio de la proyección: “¿pero esto qué es?”.
No
se puede hablar de tomadura de pelo cuando las expectativas eran tan pocas y ya
el cartel invitaba a saber lo que uno iba a ver. De hecho, dudo que si no fuera
por la lamentable y reciente muerte de Paul Walker la película hubiera llegado
a estrenarse en nuestro país. Y es en Walker donde encontramos la única vía de
escape, pues su carisma y su buen hacer es lo único que ayuda a soportar esta tontería
por más que se nos parta el corazón cada vez que se sube en un coche (y lo hace
mucho) y termina estampándose contra algo.
Argumentos
aparte, las secuencias de acción podrían haber sido espectaculares (Bello se
esfuerza lo suyo) pero no están filmadas con la suficiente convicción como para
impresionarnos, dejando siempre son la sensación de que se podría haber sacado
mucho más.
Simplería
para pasar el tiempo y poco más, con interpretaciones nefastas por parte de los
secundarios y un apunte a crítica social que queda en agua de borrajas, Brick Mansions queda infinitamente lejos
de las dos grandes películas de Carpenter a las que pretende emular.
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