No siendo demasiado defensor de la primera película de Venom, incomprensible bombazo de taquilla, no iba con demasiadas expectativas a ver esta secuela, armándome de valor con aquello del «peor no será». Pero sí, se han superado. Y de nuevo salgo con bajona de una sala de cine.
Aceptando
ya lo complejo que es aceptar a Venom sin tener a Spiderman cerca (en los
comics fue su razón de ser), hay ya multitud de historias que podrían haberse
adaptado (incluso con multitud de personajes diferentes unidos al simbionte
alienígena), pero por alguna razón los de Sony han recurrido a Matanza (que me
expliquen porque Carnage se llama aquí Matanza pero Venom no puede ser Veneno).
A priori no sería una mala elección, siendo la némesis principal del antihéroe,
pero cae en la soporífera rutina de repetir un esquema de película/enemigo que
ya suena muy trillado. Me refiero a eso de tener un reverso oscuro, un espejo
en el que mostrar lo que podría haber sido el héroe de haber tomado otro
camino. Es volver a ver a Iron Man enfrentarse a Iron Monger, Hulk a
Abominación, Ant Man a Chaqueta Amarilla, y así sucesivamente, con el
precedente de que el propio Venom se había enfrentado ya a un simbionte malvado
en su primera película, así que estamos ante una repetición de villano con
color nuevo y unas motivaciones supuestamente más macabras.
He
aquí donde cabe analizar la construcción del villano. Volviendo de nuevo a los
comics, Venom nació como némesis de Spiderman, en un intento de crear nuevos
villanos para el arácnido, muy anclados todos ellos en la era Ditko. Sin
embargo, gustó tanto el personaje que pronto en la editorial decidieron
ablandarlo, pasando de villano a anti-héroe (a la altura de Punisher o Lobezno
en su etapa más cafre), algo muy de los noventa, para lo que convenía una nueva
némesis más malvada y poderosa. De ahí que el simbionte tuviera un «hijo» que
se fuese a unir a un asesino en serie psicópata y sin ningún tipo de código
moral. Matanza Máxima sería el nombre de la saga más mítica, no tanto por su
calidad (que tampoco era como para echar cohetes), sino por la gran cantidad de
secundarios que se pasaban por ella y el salvajismo de su narrativa.
En
su paso a la pantalla, por supuesto, Venom: Habrá matanza no ha podido contar con la presencia de Vengadores ilustres
que se paseaban por el comic, y tampoco hacer gala de la violencia implícita en
el mismo. Sin embargo, convertir cualquier historia de Matanza en una comedia
de colegas como han hecho con esta película es ya obligar a dar un salto de fe
demasiado grande.
Y es que sí, por más que el subtítulo de la secuela sea eso de «habrá matanza», la realidad es que no es para tanto. Incluso le han buscado un interés amoroso al villano (en el comic era una retorcida repica de supuesta familia que nada tenía de romántico) para darle un trasfondo más amable.
Pero
no son las diferencias con respecto al comic lo más criticable de la película
(esto es una adaptación, y hay que saber diferenciar entre ambos medios), sino
el quiero y no puedo que es todo el rato y la gran diferencia entre las expectativas
creadas y el resultado final. Compadezco al pobre Tom Hardy por los esfuerzos
que hace para componer un personaje sin pies ni cabeza (aunque algo de culpa
también tendrá, ya que participó en la escritura de la historia), mientras que
Michelle Williams de nuevo se limita a pasar por ahí a cobrar el cheque, más o
menos lo mismo que la desaprovechada Naomie Harris. Ni siquiera el normalmente solvente
Woody Harrelson sabe muy bien qué hacer con su personaje, que podría haber sido
un remiendo comiqueo de su mítico Asesinos
natos y al final queda en agua de borrajas.
En
resumen, una comedia de colegas con algún momento verdaderamente bochornoso (la
«ruptura sentimental» entre Eddie y el simbionte o los intentos de Michelle
Williams de seducirlo) con media película de tonterías sin mucho interés y otra
media de acción desproporcionada digital que más parece un videojuego que otra
cosa. Este Veneno sigue sin convencerme ni parecerse al que debería ser, pero
la recreación de Matanza es ya para rogar a Andy Serkis que continúe
interpretando a personajes digitales y deje la silla de dirección para otro.
Valoración:
Tres sobre diez.
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