Pese a ser un remake de un film sueco, Culpable es una de esas películas marcadas por la dificultad de rodar en tiempos de pandemia. Con un solo actor protagonista (más algún secundario fugaz) y unas cuantas estrellas invitadas prestando su voz, y limitando su filmación a un espacio cerrado, es el rodaje ideal para compatibilizar con las recientes medidas de seguridad marcadas por el Covid-19.
Dirigida por Antoine Fuqua, se nota algo de
encorsetamiento al tratarse de un director acostumbrado a la acción y los
espacios abiertos. Esto es, en cierto
sentido, un trabajo de encargo, una manera de refugiarse en Netflix con
una producción sencilla al servicio de un omnipresente Jake Gyllenhaal que está en su salsa con todos los focos de
atención sobre él, que consigue mantener una historia de intriga de madera más
o menos efectiva siempre que se desconozca la película original, pues
desvelados los giros, poco queda a lo que agarrarse.
Así, Culpable es una película pequeña pero efectiva,
maximización sus escasos recursos, que puede recordar por a formas a títulos como Buried, con Ryan
Reynols o Locke, con Tom Hardy, un
formato que a Netflix le gusta bastante, como se pudo ver con títulos
como Oxígeno, películas claustrofóbicas pero de presupuesto asequible.
Fuqua, pese a las limitaciones, se las apaña para para
imponer un buen ritmo, jugado como puede con las pocas cartas de las que
dispone y sacando el máximo partido de un actor, Gyllenhaal (con quien ya había trabajado en Redención),
que supera el desafío de cargar con toda la trama a sus espaldas.
De todas formas, aceptado la justificación de que las
medidas sanitarias facilitaba este tipo de productos, Culpable no deja
de tener cierto aroma a experimental, añorando
al Fuqua más explícito de Objetivo: la Casa Blanca o The Equalizer.
Valoración: Seis sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario