Nunca
he sido muy fan de la saga Matrix,
por más que reconozco los valores de la película que dio origen a la saga allá
por 1999. Aunque no creo que sea tan icónica y transgresora como pretende (es
cierto que creo tendencia con esa moda cyber-punk basada en las gabardinas de
cuero y las gafas de sol, pero en realidad era ya un remiendo de la anterior Blade), pero la revolución visual que
provocó gracias a efectos como el llamado «tiempo bala» es innegable, y la
historia, aunque necesitada de un mayor desarrollo, era interesante y hasta
reflexivamente filosófica. Lo malo fue que esas necesarias continuaciones (en
dos películas, una serie de cortometrajes y hasta un videojuego canon con la
historia oficial) fueron tan inferiores que muchos las consideran directamente
como malas.
Tampoco es que la trayectoria e sus autores (ahora autoras) The Wachowski Brothers, haya sido para echar cohetes, no teniendo ningún gran título tras la susodicha Matrix (pese a que yo soy de los pocos que defiendo El Atlas de las Nubes), y no parece que el desembarco en la dirección de Lana Wachowski en solitario vayan a cambiar la tendencia.
Matrix Resurrections, una secuela tan tardía como innecesaria, tiene la
pretensión de burlarse de sus competidoras, haciendo un aparente ejercicio de
metalenguaje y burlándose de la fórmula repetitiva de las franquicias, que al
parecer es de lo único que vive el Hollywood actual. Sin embargo, aparte de
algunos chistecillos ocurrentes en su primera media hora, el film desemboca en
otras dos horas de blockbuster
repetitivo y cansino, ofreciendo más de lo mismo y cayendo en los mismos
errores de los que se pretende burlar.
Cierto
es que no cae en la repetición como tal, haciendo una scuela narrativamente
diferente a lo esperado, pero eso no implica que sea obligatoriamente bueno. Y
es que en esa pretenciosidad filosófica barata, lo que tenemos es un montón de
gente que habla de cosas aburridas y que nunca llegué a entender (quizá es que
tampoco me interesaran demasiado) y un puñado de escenas de acción mucho menos
inspiradas de lo que cabría imaginar. Eso, y mucho flashbacks de las películas
anteriores, como si esa huida del concepto de franquicia no fuese incompatible
con el hecho de mirarse constantemente al ombligo.
Y
al final, para que todo se resuma en un mensaje bastante ñoño y edulcorado en
el que todo se reduce al poder del amor (monógamo y convencional, por
supuesto). De hecho, hay un momento al inicio de la película en que se
verbaliza literalmente, con una reflexión sobre que cuando Neo y Trinity están
juntos, su poder es imparable. Pues de eso va la peli, de gente haciendo cosas
(y hablando, insisto, hablando mucho) para conseguir que estos dos se reúnan y,
como en un cuento Disney del siglo pasado, lo solucionen todo con un beso. Y
eso no lo van a impedir ni unas máquinas que han perdido el carisma de Hugo
Weaving, ni los chistes machistas de un Neil Parick Harris que no sé muy bien
qué pinta en todo este asunto, ni la ridícula presencia de un Morfeo digital
que tampoco recuerda a Laurence Fishburne, ni una Jessica Henwick como nuevo
fichaje que tampoco es que sirva de mucho.
Así,
la vuelta del niño bonito Neo ha resultado todo un fiasco. Y eso que al
recurrir al look de John Wick el bueno de Keanu se libra dela cara de palo de
su personaje en la trilogía original, pero ni cuenta con un guion para lucirse
ni (y esto es lo más decepcionante) con las escenas de acción con las que
disfrutar.
En
resumen, una película tan innecesaria como su incomprensiblemente ridícula
escena postcréditos (quédense hasta el final para verla; me odiarán por ello,
pero tendrán algo con que hablar con los amigos en el bar).
Si
me permiten un chiste del mismo nivel que la película: no, parece ser que Matrix no ha resucitado. Lo bueno es
que, con el batacazo que se ha pegado en taquilla, parece que nos vamos a
ahorrar sufrir un Matrix 5.
Valoración:
Tres sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario