Este año tengo ciertas sospechas de que los académicos no hayan sido del todo sincero con sus apuestas para los Oscar. Ya hablaré de eso en la siguiente entrada, pero me huelo que hay cierto resquemo en contra de Disney y Netflix que han inclinado la balanza hacia una serie de favoritos con los que hace unos meses ni siquiera se contaba.
Sin embargo, dicen que rectificar es de sabios y debo reconocer mi “mea culpa” al haberme precipitado en cierta parte de mi análisis. Y es que una de las cosas que más me chirriaba era que Frozen II se hubiese quedado fuera de las nominadas a mejor película de animación cuando si se encuentra algún título casi desconocido como es el caso de Klaus.
Craso error. Después de haber podido recuperar (casi rozando el límite de la noche de los Oscar) la mencionada película, una producción a medias entre Atresmedia y Netflix que se estrenó en cines sin demasiado ruido y que ahora se puede recuperar vía streaming, debo reconocer no solo que merece estar entre las cinco candidatas, sino que creo que se trata de la mejor película del año, muy por encima de la efectiva pero repetitiva Toy Story 4.
A simple vista, el planteamiento de Klaus podría parecer poco original. No es más que un nuevo intento de explicar el origen de la navidad y sus tradiciones, tales como la figura de Santa Klaus y su deseo de repartir regalos una vez al año. Sin embargo, más allá del cuento empalagoso y cargado de tópicos que uno se podría esperar estamos ante una deliciosa comedia que no por didáctica y bienintencionada deja de ser divertidísima.
En realidad, el protagonista es un aspirante a cartero en una época donde el servicio de mensajería es más castrense que el propio ejército, un niño mimado y pijo que no aspira a nada más que a vivir del cuento sin importarle nadie ni nada y al que su padre, a modo de castigo, envía al lugar más remoto del continente con el propósito de que establezca una oficina de correos capaz de generar un mínimo de seis mil cartas en el plazo de un año. Una tarea casi imposible si tenemos en cuenta, además, que los habitantes del lugar se dividen en dos facciones casi analfabetas cuyo único propósito en la vida es la de luchar unos contra otros.
Con este arranque tan poco navideño, la película va dando pasos firmes hacia la leyenda, creando con suma inteligencia cada uno de los detalles más míticos, con una animación muy clásica, pero de gran calidad y unos personajes que terminan por despertar una ternura infinita.
Puede que alguno la llegue acusar de extremadamente previsible (es evidente cómo va a terminar, eso no lo voy a negar) y demasiado complaciente hacia la obligada moraleja, pero sus virtudes son siempre mayores que sus defectos y termina por ser una delicia en todos los sentidos, una película resplandeciente que se puede gozar a cualquier edad, tierna y divertida a la vez.
Valoración: Ocho sobre diez.
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