Después
de que Green zone: Distrito protegido
pasara casi desapercibida por las carteleras, Paul Greenglass, realizador de la
interesante United 93 necesitaba un
éxito que lo devolviese al nivel
conseguido con sus dos aproximaciones a la saga Bourne.
Cambiando
a Matt Damon por Tom Hanks, Capitán
Phillips es el vehículo elegido para reconciliarse con el gran público –no por
casualidad ha sido estrenada en época pre-Oscars-, inspirándose en la historia
real de Richard Phillips, el capitán del carguero Alabama secuestrado por un
grupo de piratas somalíes.
Con
un estilo rozando por momentos el documental, Greenglas nos ofrece una epopeya
intensa, emocionante y angustiosa sobre el secuestro, evitando la moralina
barata y sin que en ningún momento se nos ofrezca simpatizar con los piratas,
al final meros servidores de un mando superior, por más que en algunos momentos
sean tan víctimas de su sociedad como el propio secuestrado.
Así,
con una historia potente, un actor brillante y una dirección firme, Greenglass
podría haber culminado una película digna de destacar en la temporada de premios
que está a punto de comenzar, logrando su mejor título hasta la fecha. Y digo
podría porque, aun siendo una muy interesante película, hay demasiados momentos
en los que hace aguas como para considerarla obra maestra.
El
primer problema está en el abuso de la cámara en mano, un recurso que
funcionaba muy bien en United 93 para
conseguir convertir al espectador en parte protagonista del drama pero que aquí
resulta más molesta que otra cosa, no siendo ni siquiera constante, ya que en
las escenas navales hay unos traveling aéreos mucho más que correctos.
El
segundo problema es la indefinición hacia lo que se quiere contar y como se
pretende hacer. El slogan de la película es “Nadie elige ser un héroe”,
invitando a pensar que Phillips terminará convertido en héroe a su pesar, pero
nada más lejos de la realidad. La película contiene dos partes muy
diferenciadas, la que corresponde al secuestro del barco y la que describe el
intento de huida de los somalíes con Phillips de rehén. En la primera de ellas
el personaje de Hanks se comporta con firmeza e ingenio durante la crisis en el carguero, y aunque lejos de actuar como
un héroe sí demuestra estar a la altura de los acontecimientos. En la segunda,
sin embargo, Hanks se limita a permanecer secuestrado, con algunos esfuerzos
interpretativos notables, no lo niego, pero sin un ápice de heroísmo, cosa por
otro lado natural, ya que es una historia real sobre un capitán de barco, pero
que puede llevar a engaño.
Tras hora larga intensa y emocionante, la película deriva en una operación de rescate militar, donde la personalidad de Phillips queda en segundo plano y, aunque observemos la acción con interés, no se puede evitar una sensación de alejamiento, como si se nos sacara de golpe de la escena del secuestro y nos descubriésemos sentados en el sofá viendo por la tele un documental de Xplora o algún canal similar.
Tras hora larga intensa y emocionante, la película deriva en una operación de rescate militar, donde la personalidad de Phillips queda en segundo plano y, aunque observemos la acción con interés, no se puede evitar una sensación de alejamiento, como si se nos sacara de golpe de la escena del secuestro y nos descubriésemos sentados en el sofá viendo por la tele un documental de Xplora o algún canal similar.
Posiblemente,
el principal error de Greenglass sea hacer recaer el protagonismo en exceso en Tom
Hanks, sin permitir que ningún secundario se sume a la fiesta (con excepción de
los somalíes). Los marineros del barco desaparecen en un momento dado y ninguno
de los militares cuenta con ninguna escena mínima para convertirse en un
personaje propio. Así que cuando Phillips queda anulado por el secuestro la
identificación del espectador con algún protagonista se anula también.
Y
no será por falta de tiempo, ya que Greenglass alarga en exceso el metraje
(recuerdo con desesperación la escena de una revisión médica interminable) al
que el espantoso doblaje español no le hace favor alguno (una vez más parece
que estemos ante un drocudrama de la tele).
Greenglass
tenía las herramientas a su disposición. Contaba con la historia y el actor
perfecto, además de un puñado de actores para el papel de secuestradores totalmente amateurs pero de excelente factura, pero no ha sabido jugar bien sus cartas, y constantemente parece que su
film se quede a falta de dar un último y definitivo paso hacia delante.
Interesante,
emocionante, pero falta de alma.
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