sábado, 5 de octubre de 2013

RUNNER, RUNNER (6d10)

Runner, runner es una de esas películas que llegan con mucho ruido, prometiendo el oro y el moro y cubiertas por un bonito papel de regalo que si bien invita a pensar que esconde algo maravilloso realmente no permite ver de qué se trata.
Desenvuelto el paquete y quedando sus cartas al descubierto (nunca una metáfora había sido tan apropiada), Runner runner acaba decepcionando no por ser una mala película (que no lo es) sino por quedarse en las puertas de lo que proponía y pareciéndose demasiado a otras apuestas que también acababan quedándose en fuegos de artificio. Si usted es de los que se aburrió con 21 blackjack o se sintió estafado con la reciente Ahora me ves, olvídese de esta película, ya que detrás de la exótica  ambientación de los casinos y las lujosas fiestas privadas paralelas, la historia es demasiado simple y previsible para emocionar tanto como pretende, más si tenemos en cuenta que los primeros cinco minutos parecen invitar a reflexionar sobre el mundo de las apuestas y sus consecuencias y al final se olvidan de cualquier tipo de mensaje para limitarse a explicarnos una historia de engaños y traiciones con algunos tópicos demasiado evidentes (el prota que le liga a la novia del jefe) y giros de guion previsibles, apoyados además en unos actores algo faltos en carisma.
Justin Timberlake (ese cantante metido a actor que solo destaca por saber colarse en proyectos ya interesantes por si solos –como Ciudad sin ley, donde secundaba a Kevin Spacey y Morgan Freeman,  o La Red Social, en la que estaba de paso- pero sin fuerza para sostener películas en las que todo el peso interpretativo cae sobre sus espaldas, caso de In time o Bad Teacher) interpreta a Richie Furst, un pijito que vive sobretodo de las apuestas por Internet y pierde todo su dinero en una partida de póker on-line. Convencido de que ha sido timado se va a Puerto Rico (insisto, ha perdido todo su dinero, pero no tiene problemas para pagar un billete de avión y un hotel, ¿me lo explican?) a verse con el que parte el bacalao en esos temas, un tal Ivan Block interpretado por Ben Affleck (sí, sí, el tío a que todo el mundo odia por internet por su interpretación de Batman aun antes de haberse iniciado siquiera el rodaje), con el simple objetivo de echárselo en cara. Y aquí debería acabar la película sino fuese porque al Block este le cae en gracia el pardillo y lo convierte en su mano derecha, instalándolo en un lujoso hotel y haciéndolo millonario. Y el pardillo no solo se lo traga sino que encima trata de levantarle a la chica, una Gemma Artenton que pasa toda la película con la misma expresión, pese a que la propia CIA (representada por el agente Shavers, interpretado por Anthony Mackie, de actualidad también por Dolor y Dinero) le avisa de que Block no es trigo limpio.
Pero no se equivoquen, no por previsible y tópica la película de Brad Furman merece ser suspendida. Superado el desconcierto inicial por culpa del high que la antecedía, y conscientes ya de que no estamos ante una obra maestra, la película es agradable de ver, permitiéndonos disfrutar de secuencias interesantes y un relativo suspense que termina dejando un buen sabor de boca.

Entretenida sin pretensiones, Runner runner es un buen pasatiempo. Pedirle más sería equivocarse.

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