Runner, runner es una de esas películas que llegan con mucho ruido,
prometiendo el oro y el moro y cubiertas por un bonito papel de regalo que si
bien invita a pensar que esconde algo maravilloso realmente no permite ver de qué
se trata.
Desenvuelto
el paquete y quedando sus cartas al descubierto (nunca una metáfora había sido
tan apropiada), Runner runner acaba
decepcionando no por ser una mala película (que no lo es) sino por quedarse en
las puertas de lo que proponía y pareciéndose demasiado a otras apuestas que
también acababan quedándose en fuegos de artificio. Si usted es de los que se
aburrió con 21 blackjack o se sintió
estafado con la reciente Ahora me ves,
olvídese de esta película, ya que detrás de la exótica ambientación de los casinos y las lujosas
fiestas privadas paralelas, la historia es demasiado simple y previsible para
emocionar tanto como pretende, más si tenemos en cuenta que los primeros cinco
minutos parecen invitar a reflexionar sobre el mundo de las apuestas y sus consecuencias
y al final se olvidan de cualquier tipo de mensaje para limitarse a explicarnos
una historia de engaños y traiciones con algunos tópicos demasiado evidentes
(el prota que le liga a la novia del jefe) y giros de guion previsibles,
apoyados además en unos actores algo faltos en carisma.
Justin
Timberlake (ese cantante metido a actor que solo destaca por saber colarse en
proyectos ya interesantes por si solos –como Ciudad sin ley, donde secundaba a Kevin Spacey y Morgan
Freeman, o La Red Social, en la que estaba de paso- pero sin fuerza para
sostener películas en las que todo el peso interpretativo cae sobre sus
espaldas, caso de In time o Bad Teacher) interpreta a Richie Furst,
un pijito que vive sobretodo de las apuestas por Internet y pierde todo su
dinero en una partida de póker on-line. Convencido de que ha sido timado se va
a Puerto Rico (insisto, ha perdido todo su dinero, pero no tiene problemas para
pagar un billete de avión y un hotel, ¿me lo explican?) a verse con el que
parte el bacalao en esos temas, un tal Ivan Block interpretado por Ben Affleck
(sí, sí, el tío a que todo el mundo odia por internet por su interpretación de
Batman aun antes de haberse iniciado siquiera el rodaje), con el simple
objetivo de echárselo en cara. Y aquí debería acabar la película sino fuese
porque al Block este le cae en gracia el pardillo y lo convierte en su mano
derecha, instalándolo en un lujoso hotel y haciéndolo millonario. Y el pardillo
no solo se lo traga sino que encima trata de levantarle a la chica, una Gemma
Artenton que pasa toda la película con la misma expresión, pese a que la propia
CIA (representada por el agente Shavers, interpretado por Anthony Mackie, de
actualidad también por Dolor y Dinero)
le avisa de que Block no es trigo limpio.
Pero
no se equivoquen, no por previsible y tópica la película de Brad Furman merece
ser suspendida. Superado el desconcierto inicial por culpa del high que la
antecedía, y conscientes ya de que no estamos ante una obra maestra, la
película es agradable de ver, permitiéndonos disfrutar de secuencias
interesantes y un relativo suspense que termina dejando un buen sabor de boca.
Entretenida
sin pretensiones, Runner runner es un
buen pasatiempo. Pedirle más sería equivocarse.
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