Estamos
de enhorabuena. Por fin ha pasado el verano. Se olvida uno del calor, los
escaparates de pueblan de calabazas y murciélagos y las rebajas dejan paso a
los primeros arrebatos de las compras navideñas. Y en cine, tonterías estivales
como El hombre de Acero, Pacific Rin o El llanero Solitario dejan paso a aquellas películas con serias
aspiraciones a llenar sus vitrinas con los premios más prestigiosos del séptimo
arte. Si la semana pasada la visualmente impresionante Gravity hacía el disparo de salida, es ahora turno de El mayordomo, una de las sorpresas de la
temporada en los USA a la vez que una sencilla y entrañable historia río sobre
un hombre negro que pasó más de veinte años trabajando para la Casa Blanca.
Bajo
esta premisa, que se inspira en la verdadera historia de Gaines, Lee Daniels se
embarca en una aventura que, lejos de pretender ser un biopic al uso, es un
fiel retrato de la sociedad americana de final de siglo. Mientras se nos
explica el conflicto familiar de Gaines, tan centrado en su papel de mayordomo
que a menudo olvida que tiene una esposa y dos hijos, el verdadero trasfondo
del film es el racismo que imperó (y se mantiene aún en demasiadas poblaciones
americanas) en un país que era la tierra de las oportunidades dependiendo del
color de piel de cada uno. Mientras los presidentes vienen y van por la vida de
Gaines (con breves pinceladas de cada uno de ellos), el verdadero conflicto lo
mantiene con su hijo mayor, pacífico revolucionario fiel a Luther King al
principio y activista de los Panteras Negras de Malcolm X más adelante, en una
reflexión sobre la oscuridad que hay en el alma humana que facilita que
víctimas y verdugos intercambien roles a la menor ocasión.
Una
vez más, el punto débil de la película es lo mucho que quiere abarcar en tan
reducido tiempo, lo que dificulta que los menos conocedores de la historia
contemporánea americana puedan perderse entre los recovecos de todo lo que
sucede, en ocasiones apenas insinuado. Los problemas de Nixon con el watergate,
el asesinato de Kennedy, la postura de Regan ante el apartheid , las
diferencias de actitud entre Martin Luther King y Malcolm X… Todo está ahí,
pero no siempre es fácil verlo y, mucho menos, reconocerlo.
Con
todo, Daniels consigue que en ningún momento decaiga el interés tanto por lo
que está sucediendo por todo el país (aterra pensar que actuaciones tan
terribles contra la raza negra se dieran hace tan poco tiempo) como por la
crisis en el matrimonio entre Cecil y Gloria, a la par que vamos aprendiendo cómo
funciona el interior de la Casa Blanca, empleando con sabiduría el montaje
paralelo en no pocas ocasiones y aderezándolo todo con una muy acertada banda
sonora.
Quizá
no sea tan redonda como para definirla como una lección de cine (o ni siquiera
una lección de historia), pero se le acerca. Y Whitaker está, una vez más, de
Oscar.
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