Antes
de empezar a analizar esta película permitídme divagar unos instantes sobre la
ética que siguen las distribuidoras a la hora de publicitar sus estrenos.
Entiendo y comparto que para ellas lo primero es recaudar el máximo posible,
pero ¿a cualquier precio? ¿Incluso atrayendo al cine a gente a la que no le va
a interesar nada su película? Digo esto por cómo se ha anunciado Sólo Dios
perdona, resaltando a Ryan Gosling en el cartel, alejado de florituras y
excesos visuales lumínicos y de color como en el original, y vendiéndola como “la
nueva película del director de Drive”, buscando así a todo aquel que disfrutó
de aquella magnífica película.
Y
sin ser nada de ello falso, lo cierto es que muchos son los que se han sentido
engañados con la nueva obra de Nicolas Winding Refn, llegando muchos incluso a
abandonar las salas de cine a mitad de la proyección, aunque para ser justos
tantos otros son los que la ensalzan como a una obra maestra.
Dicen
de Nicolas Winding Refn que es el nuevo David Lynch, y a juzgar por Sólo dios
perdona podría parecerse mucho, con lo que ya para empezar no va a conseguir
atraerme. Cierto es que se trata del director de Drive, pero nada tiene que ver
esta película con aquella, aparte de su protagonista, y no porque el realizador
haya decidido dar un cambio de estilo, sino porque era precisamente en Drive
donde abandonó alguno de sus tics habituales, volviendo en Sólo dios perdona a
sus fobias particulares.
Pero
eso no lo avisa el cartel.
Sólo
dios perdona es una fábula sobre la venganza, repleta de sexo (sugerido) y
violencia (explícita) en una enfermiza ciudad de Shangay, que explica como
Billy viola y mata a una adolescente sin motivo alguno y el comisario de
policía Chang incita al padre a que se cobre la justicia por su mano para
después castigarlo también a él. Cuando la madre de Billy entra en escena
(deslumbrante y odiosa Kristin Scott Thomas) obliga a su otro hijo Julian (Ryan
Gosling) a que vengue a su hermano, iniciando entonces una reacción en cadena
de sangre y vísceras.
Interesante
historia que en manos de cualquier director más convencional (y no me refiero
ya a taranti8no, sino a cualquiera de sus imitadores) sería un exceso de
violencia sin más, pero que Nicolas Winding Refn convierte en un álbum fotográfico
de pasillos interminables, luces de neón y planos de Gosling (el actor que hizo
de la mirada perdida un arte del cual ya comenzamos a estar cansados), logrando
hastiar al espectador con su pasividad, eso sí, hipnótica.
Difícil
de definir, es una película a la que puedes odiar o amar, aunque yo he
conseguido encontrar el camino intermedio, pues la encuentro tan aburrida rítmicamente
como visualmente hermosa. Una de esas películas que todo buen aficionado
debería ver, aunque solo sea para poder echar después pestes de ella.
Y
odiar un poco más el karaoke.
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