Esta es una de esas películas que a simple vista se podría catalogar como
de comedia romántica, pero que tras un rápido vistazo se descubre que el fondo
es mucho más dramática que cómica, por lo que encajaría perfectamente en ese
género no oficial acuñado sobre todo por comunicadores del postcasting que es
la dramedia.
Partiendo de la premisa, no demasiado original, de la muerte del padre, la
familia vuelve a verse las caras para el funeral, sin saber que la última
voluntad del difunto era la de que sus allegados celebren en su honor el shivá (un
velatorio judío pese a que la mayoría de ellos no comulguen con esa práctica),
lo que los obligará a pasar más días de los esperados juntos, con los
consabidos enfrentamientos y revelaciones de trapos sucios varios.
Capitaneados por la siempre espectacular (y visiblemente artificial) Jane
Fonda, la película pretende ser una reflexión intimista sobre los lazos
familiares, resultando simpática y entrañable y provocando ocasionalmente
alguna sonrisa sana (y e que siempre es sano reírse cuando los problemas son de
los demás).
Algo flojea, sin embargo, en esta producción aleccionadora sobre la vida y
la muerte que tiene como protagonista a un acartonado Jason Bateman, un tipo
acostumbrado a las comedias pero con una expresión demasiado amarga para
soportar el peso de las mismas. Esta genial como hombre atribulado al que la
vida maltrata con sorna, pero necesita alguien a su lado para elevar el tono
cómico, como le sucedía con Melissa McCarthy en Por la cara o con Jennifer Aniston, Jason Sudeikis y compañía en Cómo acabar con tu jefe. Y la presencia
en el reparto de nombres como Tina Fey o Rose Byrne no es ayuda suficiente si
el guion no les da la oportunidad de apoyar el trabajo de Bateman como sería
necesario.
Quizá la falta de convicción en su banda sonora, otro elemento
imprescindible en este tipo de comedias, tampoco ayude a consolidar el ritmo de
la narración, echándose de menos algún momento videoclipero donde la balada de
turno proporcione la emotividad allá donde las interpretaciones de sus actores
no alcanzan a hacerlo.
Se trata, por supuesto, de una comedia muy blanca, lo cual es de agradecer,
huyendo conscientemente del humor zafio y vulgar de los Farrelly o Apatow de
turno, aunque al buscar una profundidad poco dada en su filmografía el director
Shawn Levy renuncia también a su propio estilo más visual y absurdo que tan
buenos resultados le ha dado en la saga, por poner un ejemplo de su extensa
filmografía, de Noche en el museo,
tratando de acercarse más a la escuela de Richard Curtis
No es una mala película. Entretiene y por momentos divierte, pero falla en
su ritmo, proporcionando una sensación de vacío en algunos momentos del
metraje. No deja de ser, en definitiva, una comedia americana tratando de
emular a las comedias británicas, y eso propicia que el resultado final se asemeje
a la copia de algo que no terminan de saber llevar a buen puerto.
O quizá todo se deba, ya conocéis todos mis fobias, a no haber podido
disfrutarla como corresponde, en pantalla grande.
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