Pese
a no ser exactamente autobiográfica, la novela homóloga de Asha Miró (en
colaboración con Anna soler Pont) es una nueva vuelta de tuerca al tema de la
adopción infantil en la India, verdadero leif motive de la obra de Miró debido
a su propia experiencia personal.
En
este caso, se cuenta la historia de dos hermanas separadas de pequeñas. Una de
ellas, la mayor, creció en su India natal donde pasó de ser criada a enamorarse
del hijo de su amo, futuro productor de cine, y convertirse en una gran
estrella en Bollywood. La otra, adoptada desde Barcelona con apenas tres años
ha crecido sin conocer nada sobre sus orígenes o la existencia siquiera de esa
hermana que ha dedicado toda su vida a buscarla.
Rastres de sàndal (conviene verla en versión original, pues hay una
parte hablada en catalán, otra en indio y mucho en inglés) trata sobre el dolor
de la separación y el derrumbe psicológico de una persona al descubrir que todo
lo que creía ser está fundamentado en una mentira, pero es también un camino de
retorno a las raíces, a la búsqueda de unos sentimientos que no parecían
existir hasta ahora pero que permanecían ocultos en algún lugar del corazón.
Con
la India y Barcelona como telones de fondo, la directora Maria Ripoll nos
ofrece una pieza emotiva y sincera, con sutiles toques de humor y romance y,
también, vamos a ser realistas, con alguna metedura de pata. Como la
incorporación de Prakash a la historia, un atractivo indio que regenta en un
videoclub de El Rabal que no solo es guapo y habla un catalán casi perfecto,
sino que domina el baile regional y la cocina india como el mejor (y eso que
dice no añorar para nada sus raíces). Un mozo tan tópicamente completito que
desdibuja el realismo que se quiere dar a toda la historia (y algunos
movimientos de cámara algo torpes y temblorosos ayudan a conseguirlo), ya que
posee una perfección demasiado cinematográfica. Como resta realismo también el
hecho de que ton tanta diversidad lingüística no se escuche a nadie en toda
Barcelona diciendo una sola palabra en castellano. O el detalle de que la
compañera de trabajo (y gran amiga y confidente) de paula (la hermana adoptada)
sea de color para demostrar que la negación inicial de la muchacha de reconocer
sus orígenes indios (rasgos, desde luego, no tiene) no tiene nada que ver con
ser racista.
En
fin, meros detalles para una historia colorista como el cine de Bollywood,
empapado del aroma de las especias indias y disfrutable como su música, un
verdadero puente cultural que sobrevuela también el tema de los secretos
familiares y la responsabilidad de unos padres ante un caso de adopción, pero
sin desviar nunca la mirada sobre lo que de verdad quiere contar: el
reencuentro de las dos hermanas y la aceptación o no por parte de Paula,
bióloga de éxito y catalana de pura cepa.
O
eso creía ella.
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