lunes, 29 de diciembre de 2014

INVENCIBLE (8d10)

Aunque eclipsado por las gestas de Jesse Owen, en las Olimpiadas de Berlín de 1936 hubo otro corredor americano que, pese a su juventud, destacó por su velocidad en pruebas de largo recorrido. Su nombre era Louis Zamperini y su historia, en aquel momento, ya parecía suficientemente interesante como para ser llevada al cine. Pero después de eso, aun le quedaba participar en la II guerra Mundial, naufragar y quedar en un bote a la deriva durante cuarenta y siete días y ser prisionero de guerra en un campo japonés.
Estaban siendo tan negativas las críticas a la nueva aventura como directora de Angelina Jolie que pocas ganas me entraban de ver la vida de este americano de origen italiano al cine, pero para mi sorpresa me he encontrado ante una película fascinante, dura y despiadada pero de gran factura e interpretaciones magistrales.
Quizá la Jolie no tenga una pericia especial para manejar la cámara con maestría, pero se desenvuelve con suficiente eficacia para dejar que sea la historia la que se narre por sí misma, una historia terrible que pasada por el rasero de los hermanos Coen (y este es el detalle que me parece más curioso del film) se distancia poco de lo que en verdad le sucedió a Zamperini.
Con dos partes bien diferenciadas, la del naufragio y la de prisionero de guerra, y una tercera (la etapa de corredor) narrada mediante flashbacks, Angelina Jolie logra plasmar con corrección no ya los estragos de la guerra, sino la brutalidad humana que, en este caso se encuentra personificada en el rostro y las maneras del japonés Watanabe, pero quien podrían ser alemanes nazis, extremistas islámicos o los propios americanos en Guantánamo.
Quizá lo que no le puedan perdonar muchos a la directora es la ambición desmedida que se lee entre líneas a su película, que lejos de ser una apuesta pequeñita como su debut (la casi inédita En tierra de sangre y miel) desprende aroma de grandeza por doquier, con una producción descaradamente destinada a luchar por el Oscar en su próxima edición. Y es esta soberbia fílmica lo que no parece cuajar demasiado bien entre los profesionales del medio.
Pero si los señores del CSI me permiten, yo he disfrutado (y hay que coger con pinzar el concepto de disfrutar) con esta historia de superación que, quizá no descubra nada nuevo sobre las crueldades de la guerra, pero ayudan a recordarnos como puede ser a veces la condición humana.
Cuando tras media película de soledad (un accidente de avión termina con tres náufragos, de los que solo dos sobreviven) angustiante que puede recordar a títulos como La vida de Pi o Cuando todo está perdido, se pasa a la opresión de un campo de prisioneros, donde el mal parece personificado en la figura del general al mando y cuyas vejaciones soportadas por Zamperini solo pueden creerse por haber sido relatadas de su propia boca, sería fácil confundir veracidad con verosimilitud, pero Jolie, que camina sobre el alambre en más de una ocasión, logra mantener la sensatez sobre un personaje que podría alcanzar cotas mesiánicas (de hecho la fe y la virtud del perdón son temas muy presentes en el film) pero que la excelente interpretación de Jack O’Connell logra solventar.
Puede que no sea la mejor película del año. Puede que no merezca arrasar en los Oscars. Pero es una buena película. Muy buena, incluso. Y negarlo es entrar en el terreno de las fobias personales. Y que cada uno lo entienda por donde quiera.

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