lunes, 25 de septiembre de 2017

LA REINA VICTORIA Y ABDUL. Emotiva e incómoda amistad.

La reina victoria y Abdul es la nueva película de Stephen Frears prácticamente un año justo después de Florence Foster Jenkins.
De nuevo, el cineasta irlandés se apoya en una historia real para elaborar una comedia inteligente y emotiva. Ya en el ocaso de su reinado, Victoria del Reino Unido y emperatriz de la India conoció a Abdul Karim, un hindú al que traer desde su Jhansi natal para entregar una ofrenda a la monarca. Su desparpajo y sincero descaro pronto cautivan a la reina, que decide convertirlo, primero, en su criado personal y, más tarde, en su Munshi, una especie de mentor que la introducirá en la cultura india y musulmana. La relación entre ellos será apasionada y cariñosa, algo mal visto por la sociedad de la época. Por eso, por encima de críticas a la política colonizadora del imperio o a subrayar la disparidad cultural y racial entre ambos personajes, Frears prefiere hacer hincapié en la corte real que rodea, como buitres al acecho, a la reina, encabezados por su propio hijo Bertie y heredero al trono.
Como el propio Frears reconoce, no es este un cineasta de gran personalidad y huella reconocible. Además, sus intenciones son más las de entretener que las de dar una lección de historia. Por ello quizá se pueda echar en falta en la película un poco más de punch, un deje crítico que se puede intuir solo a base de voluntad. Sin embargo, como retrato de una época y plasmación de una hermosa e improbable amistad, la película funciona estupendamente, siempre con la inestimable ayuda de la grandísima Judi Dench (que había trabajado hace poco con el propio Frears en Philomena, y consiguiendo algunos momentos realmente divertidos, casi siempre en torno a las reacciones de los estupefactos nobles de la Casa Real.
No es, en fin, un alegato contra el racismo ni la intolerancia religiosa, aunque sí sería muy aconsejable que la viesen muchos que piensan que en esta vida todo es blanco y negro y no dejan espacio para nuevas ideas en sus aletargados cerebros.
Con Le reina Victoria y Abdul, Frears consigue decir muchas cosas sin pretenderlo. Y, además, con una sonrisa constante en el rostro.

Valoración: Siete sobre diez.

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