jueves, 19 de noviembre de 2015

LA VERDAD (7d10)

Igual que la película de James Vanderbilt tiene dos partes bien diferenciadas también hay dos formas diferentes de entender la historia que nos cuenta. La correspondiente a la forma y la referente al fondo.
Las formas son impecables. Con un guion del propio director basado en un libro autobiográfico de Mary Mapes con claras reminiscencias a Aaron Sorkin y una Cate Blanchett en estado de gracia (como casi siempre), bien secundada por Robert Redford, Dennis Quaid, Topher Grace y Elizabeth Ross, la película sigue con implacable precisión los pasos de la productora televisiva Mary Mapes empecinada en demostrar, en plena campaña electoral del 2004, la falsedad del presidente y candidato George Bush al mentir sobre su abuso de influencias para librarse de ir a combatir a Vietnam durante su instrucción militar. La película, pretensiosa heredera de Todos los hombres del presidente, contiene una frenética primera parte detectivesca, donde las investigaciones y entrevistas del equipo de producción, con el afamado presentador Dan Rather como cabeza visible, son relatadas al detalle, y una segunda en la que, una vez emitido el reportaje, se produce una verdadera caza de brujas contra Mapes y su equipo por la falta de corroboración de sus pruebas y las fuertes presiones a las que los someten desde la CBS así como de la propia opinión social. Es en este punto cuando la película se transforma en un drama, desgarrador, angustiante y doloroso, cuando los últimos periodistas auténticos, aquellos que luchan por descubrir la verdad tras la noticia en lugar de refugiarse en realitys como Supervivientes y compañía, son convertidos en mártires para ser despedazados por una maquinaria social que, cual buitres hambrientos, no van a permitir a nadie que les diga lo que no quieren oír.
Excelente ejercicio democrático y brillante defensa de la dignidad periodística.
Pero luego está el fondo. Y el fondo nos dice que es posible que Mapes no fuese tan buena en su trabajo como parecía. Que quizá su investigación sí fue chapucera y apresurada. Que a lo mejor su obsesión por evitar el triunfo electoral de Bush la hizo precipitarse, traicionando sus propios ideales y poniendo en tela de juicio esa verdad de la que tanto presume. Pero claro, eso, en la película, queda en segundo plano. Algo lógico si recordamos que la historia está explicada por la propia Mapes y que quien la interpreta es, a su vez, productora del film.
Así, lo que con personajes ficticios podría haber sido una excelente película se transforma para la ocasión en una perorata demócrata donde la CBS y el equipo de Bush son los malos, algo que la historia no ha podido todavía corroborar.
Brillante, intensa y emotiva película reivindicativa, pero quien sabe si no tiene en su propio título su premisa más discutible.

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