jueves, 19 de noviembre de 2015

El comentario del mes: ¿DÓNDE ESTÁN LOS HÉROES?

Decía una bella canción retrospectiva de McClan: “Cayeron torres, pero Spiderman no pudo estar”. ¿Dónde estaba? ¿Y sus amigos? ¿Y todos los demás héroes?
Es una vieja frase, pero no por tópica menos cierta: “a veces la realidad supera a la ficción”.  El viernes pasado, ya caída la noche, un grupo de desalmados partieron el corazón de los parisinos y, por extensión, del mundo entero. Del mundo cuerdo y coherente, al menos. Durante toda la madrugada, escuchando las noticias que llegaban desde la capital francesa, resultaba curioso como a muchos de los periodistas especializados los atentados les pilló por sorpresa en el cine (algo más o menos normal un viernes por la noche). La mayoría estaba viendo o bien Sicario o bien Spectre.
Y esto me lleva a pensar que estamos tan acostumbrados a ver grandes masacres en cine, a que un asesino a sangre fría pueda resultar encantador o a que ver volar una ciudad por los aires nos resulte simplemente espectacular, que resulta fácil (tentador, incluso) perder el contacto con la realidad. Recordar que fuera de las pantallas también existen los asesinos, los fanáticos inconscientes que no dudarán en segar vidas humanas por defender sus ideas. Unas ideas a todas luces equivocadas.
Porque el debate, no nos engañemos, no es sobre quien tiene razón en una u otra postura. El fondo del asunto es que quien roba una vida inocente nunca tiene razón. Y de igual que hablemos de religión, política, sexo o incluso futbol.
No es momento de analizar si había alguna reclamación razonable tras los atentados del viernes. Nada hay que los justifique, como nada justificaba los del 11S, los del 11M y ese largo etcétera. Da igual que hablemos de islamistas, de etarras o de fascistas. Un teniente que tuve hace ya décadas, cuando hacía el servicio militar, siempre nos decía (con perdón por la expresión): “las pistolas las carga el diablo, pero las dispara un hijo de puta”. Por ahí van los tiros, ustedes ya me entienden. Y por eso los malos, quieran lo que quieran, hayan sufrido lo que hayan sufrido o crean en lo que crean, siempre serán los que aprietan el gatillo. Los que detonan la bomba. Los que secuestran el avión.
La vida no es como una película. No es arte. No hay un técnico en efectos especiales controlando cada bomba, ni una pantalla verde simulando un rascacielos cayendo.
Y por supuesto, en la vida real, Spiderman no nos podrá venir a salvar. Ni James Bond. Ni Ethan Hunt. No hay ningún Dios nórdico volando con su martillo hacia Afganistán para acabar con los talibanes. Ni el último hijo de Kripton podrá utilizar su visión de rayos X para descubrir quiénes llevan un chaleco bomba bajo el ropaje. Ni ningún presidente de los Estados Unidos se pondrá a los mandos de un caza para encabezar la lucha contra el terror.
Un terror que no tiene el rostro de Drácula, el pelaje del hombre lobo ni la torpeza de un zombie. No proviene de alienígenas belicosos ni terminators implacables. Y no hay Rambo ni John McCaine que pueda con él.
La realidad supera a la ficción. Y aquí no hay una escena divertida tras los títulos de crédito. No hay especialistas simulando las escenas de acción cuyos nombres aparecen mientras suena música de John Williams. No hay villanos arrepentidos que busquen una redención final al confesarnos que son nuestro padre. Más de un centenar de personas se enfrentaron este viernes a su definitivo fundido a negro. Y no hay más verdad que esa.
Es tiempo de homenajes y lágrimas. De recordar, de maldecir y de protestar. Pero eso no basta. Lo importante no es el ahora, sino el mañana. Y mañana debemos asegurarnos de recordar. De mantener vivo el espíritu de unidad y solidaridad que nos ha embargado esta última semana.
Volverán. Porque el mal siempre vuelve. Como una película de terror de bajo presupuesto. Como un reboot de Batman. Como una secuela que nunca debió existir. Y por eso debemos estar preparados. Y gritarles a la cara: “No nos dais miedo”. Pueden quebrar nuestros cuerpos, no nuestras almas.
No tenemos superpoderes, no vamos a formar un equipo de Vengadores ni podemos pedir ayuda a los mutantes, pero hay una cosa que sí podemos recordar. Se lo dijo el tío Ben a Peter Parker: “Todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
Y no hay nada más poderoso que el amor. Y la unión. Y la solidaridad.
Y por eso tenemos la responsabilidad de luchar para seguir adelante. De plantarles cara y de decirles “Basta”. Recemos por los muertos de París. Recemos por los que murieron antes que ellos y guardemos una última oración por los que morirán después de ellos. Pero asegurémonos de no olvidarlos. De no escondernos en nuestras propias vidas como si la cosa no fuese con nosotros, como si no quisiéramos saber nada del guionista o director que rige estas vidas.
Esto no acaba aquí. Esto es una saga y debemos asegurarnos de que, en las próximas entregas de la realidad, los malos lleven siempre el caballo más lento y los buenos tengan mejor puntería.
Y no dependamos siempre de que sea otro el que nos diga lo de: “larga vida y prosperidad”.
Amén. 

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