James Wan no para, y mientras coquetea cada vez con más determinación con el cine más comercial (tras haber hecho un Fast&Furious está a punto de estrenar Aquaman), continúa expandiendo su “Warrenverso” produciendo películas sobre personajes apuntados brevemente en las películas troncales de la saga.
Y lo hace con una sutileza y un preciosismo magistral, consiguiendo que La monja, dirigida por el excelso Corin Hardy, sea todo un espectáculo cinematográfico regado de cientos de homenajes a cual más disfrutable. Ahí están las aproximaciones a los muertos vivientes de Tom Savini, con el niño Damien y Nosferatu trasvesido de monja, la referencia al Buried de Rodrigo Cortés, las reliquias santas propias de Indiana Jones e incluso el momentazo Apocalipsis Now de la monja emergiendo del agua cual Marlon Brandon con hábitos. Y eso por no hablar de los poderes mutantes de la protagonista o del héroe que aparece siempre al rescate en el último segundo, con un chascarrillo gracioso a punto. De la escena en que la prota se asemeja a un xenomorfo escupiendo ácido por la boca no hablaré por no rozar el tema spoiler.
Lo único que le falta a esta gran película para poder disfrutarla mejor es que antes de ir a verla avisen de que se trata de una comedia. Así las risas (que no faltaron en la sala) sería más jocosas.
Aunque... me temo que me estoy confundiendo, y La monja no es ninguna comedia. Es, en realidad, de la nueva tomadura de pelo del señor Wan que, encima, tiene la caradura de firmar como coautor de la ¿historia? en una película que lo mejor que se puede decir de ella es que quizá no sea tan mala como la primera Annabelle. Quizá.
El caso es que se supone que estamos ante una película de terror, pero la verdad es que el guion es tan malo y la puesta en escena tan pobre que cuesta recordar nada que asuste en esta patochada más allá de los clásicos jumpscares, trucos baratos para hacer saltar al espectador de sus asientos y poco más.
Todo lo que sucede en pantalla es completamente ridículo, desde la construcción de personajes y sus acciones hasta las situaciones supuestamente aterradoras, con una iluminación espantosa (hay más claridad en las escenas nocturnas que en las diurnas) y en la que el único mérito es haber conseguido otorgar un aspecto tan sombrío al bonito castillo de Hunyad. Cierto es que hay momentos en los que se mantiene la tensión (nada más faltaría), que Taissa Farmiga hace lo que puede para sacar adelante su personaje (¿como habrá permitido que su hermana la meta en semejante embrollo?) y que la música de Abel Korzeniowski es magnífica, ayudando a crear una atmósfera muy clásica. Poco de lo que rascar en una propuesta muy mediocre y desfasada (¿a estas alturas seguimos jugando a lo de los crucifijos invertidos?) sobre un personaje que aterroriza mucho más en los dos minutos escasos que aparece en Expediente Warren: El caso Enfield que en la hora y media que dura esta cosa. Y de la forzada aparición de los Warren para dejar claro las vinculaciones con aquella saga, mejor no hablar...
En fin, un aburrimiento plagado de tópicos que más bien parece una autoparodia y que solo se puede llegar a disfrutar algo si no se la toma en ningún momento en serio.
Ya les digo, habría sido una buena comedia.
Valoración: Cuatro sobre diez.
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