Resulta
difícil e increíblemente doloroso juzgar esta película que lamentablemente
pasará a la historia del cine por razones que no tienen nada que ver con lo
estrictamente cinematográfico.
Los
que seguís este blog desde sus inicios ya sabréis que me acerqué a esta saga
por primera vez hace un par de años con el estreno de su sexta parte. Nada
sabía de ella más que iba de coches tuneados y chicas luciendo palmito y quedé
gratamente sorprendido con lo que me encontré, una película adrenalítica tan
imposible como La Jungla 4.0, Misión Imposible o Mentiras Arriesgadas pero igualmente disfrutable. Recuerdo que en
su momento la definí como “un despiporre”, y aunque no pude profundizar en ello
por no spoilear el film, descubrir en la escena postcréditos que en la
siguiente entrega se sumaría al elenco Jason Statham no hacía más que presagiar
que esta Fast & Furious 7 sería
doblemente “despiporrante”.
Y
empieza bien la cosa, con un Statham desatado que podría darle para el pelo
incluso al Washington de The equalizer
(el Protector), y que promete grandes dosis de espectacularidad, adrenalina
y olor a neumático quemado. Para acabar de redondear la apuesta, no solo
repiten todos los actores de la anterior película (incluso los personajes
desaparecidos que interpretan Sung Kang y Gal Gadot tienen su plano propio,
igual que un agónico Luke Evans) sino que se aumenta la apuesta con la
presencia de grandes de la interpretación como Kurt Russell, la presencia de
Djimon Hounsou, el acrobático Tony Jaa, la brutal Ronda Rousey (luchadora que
debutó en cine con Los Mercenarios 3 y que tiene una escena genial con
Rodriguez) y el nuevo fichaje que supone Nathalie Emmanuel (la Missandei de Juego de Tronos). Todo ello para
secundar a los tipos duros de siempre, encabezados por la sagrada trinidad que
son Vin Diesel, Paul Walker y Dwayne Johnson, bien acompañados por Michelle
Rodriguez, Tyrese Gibson y Ludacris y las apariciones efímeras de Jordana
Brewster y Elsa Pataky. Como se puede comprobar, la saga de Fast & Furious se ha convertido en la
familia de la que tanto se vanaglorian en la ficción, y todo el mundo parece
sentirse muy a gusto con sus compañeros de aventuras, lo cual termina por
traspasar la pantalla y permite mantener la serie viva y sin síntomas de
agotamiento.
Resultaba
intrigante saber cómo se iba a desenvolver en una película de estas
características el director James Wan, más acostumbrado a los ambientes claustrofóbicos
y tétricos de las casas encantadas que a los espacios abiertos y luminosos a
que nos tienen acostumbrados la saga, pero no se le da mal al realizador nacido
en Malaysia y responsable del género de terror actual, aunque puede que se le
note algo confuso y agarrotado en ciertos momentos de lucha, de cámara algo
errática y nerviosa, por lo que los productores ya están barajando el retorno
de Justin Lin a la franquicia (ya se ha confirmado la octava entrega, donde se
continuará con la trama del personaje que interpreta Kurt Russell y se especula
con la incorporación de ¡¡Hellen Mirren!!).
Efectivamente,
todo es un despiporre. El enfrentamiento entre Johnson y Statham es brutal, el
episodio de Azerbaijan prodigioso y los saltos imposibles entre los edificios de Abu
Dhabi alucinantes. Todo estaba siendo
doblemente despiporrante, sin permitir que la inicial seriedad de la trama (los
protagonistas han abandonado su vida alocada y pretenden sentar la cabeza y
centrarse en la familia) afecte al espectáculo.
Pero algo decae al llegar a su final, demasiado excesivo, en el que se peca de un estiramiento innecesario muy en la línea de El hombre de acero o el último Transformers, contagiando el agotamiento de la acción al propio espectador y sintiendo que, tras casi dos horas de auténtico frenesí, el duelo final de la “familia” contra Statham sabe a poco.
Pero algo decae al llegar a su final, demasiado excesivo, en el que se peca de un estiramiento innecesario muy en la línea de El hombre de acero o el último Transformers, contagiando el agotamiento de la acción al propio espectador y sintiendo que, tras casi dos horas de auténtico frenesí, el duelo final de la “familia” contra Statham sabe a poco.
Decía
al principio que era doloroso juzgar esta película, y es que por divertida y
loca que sea no se puede obviar el fallecimiento de Paul Walker antes de
terminar la filmación, tal y como nos recuerda el propio Wan en un final tan impuesto
como emotivo, y que nunca llegaremos a saber cómo afectó al argumento de una
película que estuvo incluso a punto de no llegar a terminarse nunca.
Los
efectos digitales y la participación de sus hermanos hace que en pantalla no se
aprecie la perdida de Paul, pero desconozco qué retoques obligo a hacer en el
guion definitivo e incluso a la propia producción, sin duda hundida
anímicamente tras el mazazo.
Es
por ello que queda un gusto agridulce al final del visionado, como si nosotros
mismos hubiésemos perdido a un amigo y nos sintiésemos culpables por haber
disfrutado tanto de sus últimos momentos de vida.
Con
todo, Fast & Furious 7 es genial,
divertida, espectacular, suicida, estúpida, imposible, grandiosa y emotiva.
Todo ello cabe en la historia de una familia (ahora más que nunca) unida hasta
la muerte. Y por ello le perdonamos incluso el excesivo final.
Fast & Furious volverá, no lo dudéis. Y yo estaré ahí para
disfrutarla y contároslo. Aunque sin Paul Walker será un poquito menos despiporre.
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