Liam
Neeson es un actor peculiar, capaz de reinventarse a sí mismo cada pocos años
con tal de no encasillarse en un género o estilo que pueda lastrar su exitosa
carrera.
Después
de unos inicios difíciles y titubeantes, logró alternar papeles tan diferentes
entre ellos como exitosos, tales como Darkman,
La lista de Schindler, Rob Roy, Nell o Michael Collins.
Una vez consagrado, y con una nominación al Oscar bajo el brazo, Neeson se
aventuró en el cine más palomitero, dejándose ver por blockbusters de la talla
de Star Wars: la amenaza fantasma, Batman Begins, Furia de Titanes o El Equipo
A. En los últimos años, y sin abandonar algunos papeles más esforzados,
Neeson parece haberse acomodado en el papel de tipo duro, tomando el relevo de
actores como Bruce Willis o Mel Gibson, acostumbrados en sus films a tener que
proteger o vengar a sus maltratadas familias. A esta última reconversión
pertenecen títulos como la saga Venganza
o Infierno Blanco, y también sus tres
colaboraciones (por ahora) con el español Jaume Collet-Serra.
Tras
la intrigante y tramposa Sin Identidad
y la tópica pero emocionante Non Stop
(Sin escalas), el intérprete irlandés y el director catalán vuelven a unir
fuerzas en otro giro de tuerca en un cine al que ya se le empieza a ver el plumero y que está encasillando
(ahora sí) de forma peligrosa al bueno de Liam, por más que este asegure que le
quedan apenas un par de años (y es que la edad no perdona) como héroe de
acción. Me viene a la memoria un genial meme que me enviaron a raíz del estreno
de V3nganza y que bien podría servir
como frase publicitaria de la película: sobre imágenes de cuatro películas
icónicas suyas se leía algo así como: “Ha
entrenado a Batman, ha sido un maestro Jedi y es el padre de todos los dioses…
¿De verdad te parece buena idea amenazar a su familia?”. Pues en esta línea,
sin salirse un ápice del camino marcado, se encuentra Una noche para sobrevivir.
Y
es que el protagonista de la historia, Jimmy Conlon, sigue todos los patrones
previstos: alcohólico, con un pasado de violencia y totalmente repudiado por su
propia familia. Vive en un entorno decadente y violento, con un único amigo en
quien confiar Shawn Maguire, y de quien, a la vez, aceptar su caridad, hasta que
las cosas se tuercen y Jimmy deberá matar al hijo de Shawn para proteger a su
propio vástago. A partir de ahí se terminaron las amistades y los caprichos alcohólicos
y se abrirá una guerra cruenta y sanguinaria entre Jimmy y Shawn por
proteger/vengar a la familia.
Con
ligeras concesiones al drama familiar y huyendo totalmente de cualquier mínimo
rasgo de humor o romanticismo, la película es dura, violenta y adrenalítica,
tan apegada al estilo de Venganza que
el protagonista bien podría llamarse Bryan Mills con sólo cambiar el género del
retoño, un peligroso estigma que puede perseguir a Neeson tal y como persiguió
durante un tiempo (y un leve vestigio seguirá ahí por siempre) John McCaine a
Bruce Willis. Por faltar, no falta ni -como en V3nganza- lo que yo llamo el factor El fugitivo, es decir, ese policía (casualmente el único honrado de
todo el departamento) se debe perseguirlo aunque al final se vea seducido por
los amagos de redención del héroe torturado.
Sin
embargo, dejando de lado que la película sea una sucesión de tópicos mil veces
vistos, que el argumento no contenga nada con lo que sorprender y que sea fácil
imaginar lo que va a suceder desde el primer minuto, hay que reconocer que
Neeson le tiene bien tomado el pulso a lo de ser un tipo duro, mientras que
Collet-Serra filma muy bien (otro tema es que a uno le guste más o menos
ciertas virguerías con la cámara que hace en las transiciones, demasiado
artificiales a mi parecer), manteniendo con corrección el ritmo trepidante de
la narración y consiguiendo algunos momentos de atmosfera envolvente (la lucha
durante el incendio, el final entre la niebla) muy meritorios, a lo que hay que
añadir a dos grandes nombres de la interpretación secundando a Neeson como son
Ed Harris y Vicent D’Onofrio, cerrando el reparto protagonista un Joel Kinnaman
recién salido de la decepcionante RoboCop
y que, dejando aparte la televisiva The
Killing, aún debe encontrar su rumbo en Hollywood.
Una noche para sobrevivir es, en resumen, más de lo mismo. No inventa nada
nuevo, ni tampoco lo pretende, pero hay que reconocerle, eso sí, que lo viejo
le funciona muy bien y que, al final, a todos nos gustaría tener a Liam Neeson
de vecino. Por lo que pueda pasar…
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