sábado, 4 de abril de 2015

EL AÑO MÁS VIOLENTO (9d10)

Dirigida por J.C. Chandor, realizador de la magnífica Margin Call y de la más que correcta Cuando todo está perdido, la película se sitúa en la América de 1981, año que, según los historiadores, se registró el mayor número de delitos en la historia de Nueva York.
Era una época en la que el país despertaba de ese idealismo que se extendió tras la Gran Depresión, cuando el sueño americano empezaba a naufragar y se imponía la ley del más fuerte.
Con referencias más que evidentes a El Padrino de Coppola y toques delj cine de gánsteres más sucio de Scorsese, Chandor aborda la historia de Abel Morales, un empresario dedicado a la distribución de combustible que crea un pequeño y emergente imperio de la nada (bueno, de la nada exactamente no, que la familia de su mujer ayuda a sentar las bases con dinero sucio) y se propone llegar a los más alto sin traspasar el camino de la ilegalidad.
Podría ser esta una historia sobre ambiciones empresariales, luchas por el poder e incluso análisis de un matrimonio (y de hecho lo es, todo esto está contenido en la película), pero Chandor apuesta más por abordar la hipótesis de si se puede conseguir el poder sin caer en la corrupción. Morales es un hombre honrado en una sociedad donde la honradez es una quimera, un empresario a quien todos le dicen que debe quebrantar la ley (incluso la propia ley) para seguir adelante pero que pretende mantenerse firme en su propósito, aun poniendo en juego su futuro, su familia y su propia vida. No es, sin embargo, una película moralista, ni mucho menos. Con un estilo elegante y estilístico, Chandor plantea un argumento, dibuja una situación que fácilmente podría ser real, y deja que cada cual saque sus propias conclusiones, que sea el propio espectador quien juzgue las acciones del protagonistas y, de paso, se juzgue a sí mismo, pudiendo ver reflejado en el mundo de hoy a esa Nueva York del siglo pasado que no resulta tan distante como cabría parecer.
Chandor aborda el tema como si una tragedia shakesperiana se tratase (hay mucho de Macbeth aquí), ejecutando con maestría su puesta en escena en un drama muy violento que consigue transmitir con eficacia esa sensación de presión angustiante que siente su protagonista sin necesidad de mostrar ante las cámaras esa violencia latente y despiadada a la que alude el título.
No se puede dejar de alabar el trabajo de Chandor, fiel heredero también del cine de Lumet, sin que por ello dejemos de lado a su elenco protagonista, un casting de gran nivel encabezado por un sorprendente Oscar Isaac metamorfoseado en un joven y aguerrido Al Pacino (copia todos sus tics interpretativos y estéticos sin que llegue a molestar en ningún momento) y una magnífica Jessica Chastain que probablemente se haya convertido ya en la mejor actriz de su generación  con una habilidad innata para elegir personajes totalmente opuestos entre sí y perfectamente alejados de la mujer florero que suele rodear este tipo de tramas, y a los que complementa David Oyelowo (el reciente Martin Luther King de Selma y que ya compartió papel –que no plano- con Chastain en Interstellar) en el papel de fiscal del distrito.
Resulta curioso que en un año cinematográfico tan flojo como se ha evidenciado en los recientes premios Oscars (con tonterías nominadas como la propia Selma, Siempre Alice, El Francotirador o La teoría del todo, grandes películas como esta hayan quedado en el cajón de los olvidados, haciendo compañía a los Puro Vicio o Nightcrawler de turno.
Algo huele a podrido en Dinamarca, dijo Hamlet. Y se podría añadir que no mejora mucho la cosa en Nueva York, donde las calles son peligrosas y las buenas intenciones no son suficientes para parar las balas. O quizá sí…

No hay comentarios:

Publicar un comentario