De
tanto en tanto, perdida entre el maremágnum de superproducciones
megataquilleras de discutible calidad, ya sean el Fast & Furiuos de turno, las perversiones de un tal Grey o la adaptación
YA que toque, aparecen pequeñas joyas que pueden pasar más o menos
desapercibidas debido a una promoción modesta (o poco arriesgada) y que solo
con el boca-oreja pueden llegar a calar entre el gran público. Intentaré poner
mi granito de arena…
Basada
en una historia real, Pride (imagino
que traducirla aquí de forma literal, Orgullo,
podría resultar demasiado revelador para algunos) describe como durante los
conflictos de 1984 que llevó al sector minero de Inglaterra a convocar una
huelga indefinida en protesta por las presiones a que eran sometidos por el
gobierno de Margaret Thacher. Repudiados por sus propios conciudadanos y
maltratados por la policía y las fuerzas del orden, los mineros en huelga
parecían haber sustituido en las primeras páginas de la prensa más
sensacionalista al sector más marginal y maltratado hasta entonces, el cada vez
más emergente colectivo gay. Esta curiosa similitud invita a un grupo de
activistas gays a crear el grupo de apoyo LGSB (Lesbianas y Gays apoyan a los
mineros) con el objetivo de recaudar dinero para las familias de los mineros,
llegando a intercambiar visitas entre ambos colectivos a ya crear unos lazos
inverosímiles que llegarían incluso a confluir en las manifestaciones del
orgullo gay o en la mejora de los derechos legales de los Gays y Lesbinas
(LGBT) gracias al apoyo del sindicato de mineros en las votaciones
parlamentarias.
Partiendo
de este referente el director Matthew Warchus y el guionista Stephen Beresford
se sacan de la manga la historia de cómo se llegaron a relacionar dos sectores
en priori tan diferentes entre sí convirtiendo a un pequeño pueblo de Gales
(Onllwyn) y a un grupito de activistas en el eje central de la trama.
La
película bordea por encima la trama social (en la que se le puede acusar de ser
un poco manipuladora, resumiendo el conflicto como un éxito sindical cuando la
historia nos cuenta que los mineros fueron en realidad los grandes derrotados
en manos del férreo gobierno de la Thacher) y defiende sin tapujos la libertad
sexual y el derecho a defender el orgullo gay, pero, por encima de todo,
pretende ser una fábula sobre la amistad entre diferentes, en la maravillosa
posibilidad de encontrar, siempre que hay voluntad, puntos en común entre
“enemigos naturales” que se personifica aquí entre los “machos” mineros y las
“reinonas” gays pero que igual podría estar hablando de cualquier otra supuesta
minoría ya sea de origen racial, sexual, religioso o mental.
Pride es, pues, un alegato a la vida en forma de divertida y refrescante
comedia que sólo el cine británico podría concebir y que pese a que podría
caerse fácilmente en la tentación de definirla como un cruce entre Full Monty y la australiana Priscilla, reina del desierto, es inevitable
encontrar evocaciones también de títulos rurales como El hombre que subió a una colina y bajó una montaña o la reciente La gran seducción, aprovechando también
los contrastes entre la vida en la urbe y en un pequeño pueblo rural y
ofreciéndonos ligeras pinceladas de las historias propias de sus protagonistas,
junto con un retrato real de una época donde la homofobia y el SIDA estaba
causando estragos en la comunidad gay en una nación cuya economía se tambaleaba
peligrosamente.
Reivindicativa,
emotiva y tierna, Warchus sabe alternar el humor liviano y sutil con momentos
que invitan a aflorar la lagrimita sin caer, por ello, en la ñoñería, ni
cayendo en el alegato político social propio de la obra de Ken Loach, optando
por demostrar como la amistad, la solidaridad y, por supuesto, el orgullo,
pueden derribar barreras.
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