Si
ya hace tiempo que hemos dejado atrás el (falso) sambenito de que el cine
español son solo tetas y Guerra Civil y hemos superado la sensación de que el
único cine de calidad podían ser comedias costumbristas e historias de terror,
esta película supone un paso atrás en el prestigio de nuestra filmografía y a
buen seguro dará buenos argumentos a aquellos espectadores indocumentados y
patanes que aprovechan el más mínimo traspiés para echar pestes sobre el cine
patrio cuando seguramente habrán pagado con gusto por ver basuras como Cincuenta sombras de Grey o comedietas
americanas de medio pelo.
La
realidad es que Cómo sobrevivir a una
despedida es una película mala, rematadamente mala. Englobada en una nueva
ola de comedias españolas que están cautivando al público tras estrenos recientes
como Tres bodas de más o ¿Quién mató a Bambi? (porque no sólo de Ocho apellidos vascos vive en cine), Cómo sobrevivir a una despedida llegaba
a las carteleras con la intención de convertirse en uno de los títulos de este
año siguiendo una premisa bastante coherente: si el año pasado triunfaron las
bodas (también hay que recordar el éxito de La
gran familia española, toda ella situada durante la celebración de una), es
hora de dar paso a las despedidas de soltero.
Por
supuesto, el cine está plagado de películas sobre despedidas de soltero, pero
si hay una que sin duda merezca pasar a la historia fue la que protagonizaron
hace unos años Bradley Cooper y Zack Galifianakis entre otros y que se
convirtió en exitosa trilogía: Resacón en
Las Vegas. Podrían pensar ustedes que las comparaciones son odiosas y que
hablar de Resacón en Las Vegas para
analizar Cómo sobrevivir a una despedida
es injusto por mi parte. Pues para nada.
Tras
un irregular arranque en el que sin demasiada gracia y a medio camino entre el
videoclip (hay momentos que la banda sonora parece un recopilatorio de Flash fm
o algo así) y el publirreportaje (sin duda media película debe estar financiada
por Turismo de Canarias) en el que se nos presenta a las cinco amigas
protagonistas (cuatro chicas y un gay), una peña desde la infancia y a las que
la vida ha distanciado y que con la excusa de la boda de ellas pretenden
revivir juergas del pasado, la película da un salto en el tiempo de varias
horas para trasladar al grupito protagonista a una serie de situaciones a cual
más absurda y desquiciante sin que ninguno de ellos recuerden lo más mínimo de
lo sucedido durante la noche (ya que sin saberlo ellos han consumido una potente
droga) y deben dedicar la mañana siguiente a resolver los vacíos en sus recuerdos
y componer el puzle que les permita salir del embrollo en que se han metido.
¿Les suena de algo?
Efectivamente,
Cómo sobrevivir a una despedida no
busca inspirarse, sino que copia descaradamente a Resacón en Las Vegas aunque sin la gracia de aquella, limitándose a
proponer una serie de situaciones tan absurdas como previsibles tras otra, con
toques de humor burdo y hasta desagradable, y con unos personajes a los que se
quiere dotar de profundidad dramática pero que terminan siendo meros estereotipos,
siendo Natalia de Molina (con el carisma que ya demostró en Vivir es fácil con los ojos cerrados) la
única que se salva de la quema y donde no falta ni el cameo del famosillo de
turno como hiciera Mike Tyson en la película fotocopiada.
Aun
siendo su séptima película confieso no conocer de nada el trabajo de la
directora, Manuela Moreno, pero se ha lucido en esta patochada que carece de
gracia y llega, en algunos momentos, a insultar la inteligencia del espectador.
Me
temo que, una vez más, los que disfrutan criticando al cine español tendrán en Cómo sobrevivir a una despedida un buen
argumento.
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