No
me gusta hacer publicidad de nada ni de nadie, ya sea para bien o para mal, y
por eso evito personalizar mis comentarios acerca de cines, productoras o
distribuidoras, pero en ocasiones hay gotas que colman los vasos, y tras el
alegato en favor de las salas de cine que hice en el comentario del mes pasado
no puedo evitar complementarlo este mes con una crítica (que no pretende ser
constructiva para nada) hacia una distribuidora concreta.
Puedo
entender, aunque no compartir, que haya películas por las que nadie quiera
apostar, y que se estrenen en pésimas condiciones en nuestro país, en muy pocas
salas, sólo en VO o con meses (en ocasiones incluso años) de retraso con
respecto a su estreno en su país de origen, fomentando con ello el consumo de
piratería por internet. Ello no implica el que alabe también a distribuidoras
pequeñita, del estilo Golem o Vértigo,
que al no poder competir con monstruos como Filmax, 20th Century Fox, Disney, Lauren
o Warner se dedique a rescatar del olvido obras menores pero que en ocasiones
tienen una gran calidad (sirva como ejemplo explicativo la reciente Pride) que o las estrenan ellos como
buenamente pueden o, simplemente, no se estrenan. Por ello, cuando me quejo de
lo mal que se distribuyen algunas películas no quiero cargar las tintas con las
empresas que nos las traen a España, que a veces bastante hacen con
estrenarlas, sino a sus “hermanos mayores” que las ignoran porque,
independientemente de su calidad no tienen pinta de ser megataquillazos.
Sin
embargo, de un tiempo a esta parte parece que las relaciones entre
distribuidoras y exhibidores no pasa por un buen momento, como se descubrió con
la polémica entre Cinesa y Kinépolis con Universal que provocó que los dos
gigantes españoles se negasen a estrenar algunas películas de la productora,
siendo El lobo de Wall Street la que
sirvió para descubrir a los medios la guerra de precios (con tintes incluso
mafiosos) que había entre empresas.
Sin
embargo, más allá de las rencillas particulares que cada uno pueda tener en su
casa hay una distribuidora en concreto que se está dedicando a tocar las
narices a todos (y cuando digo todos no me refiero a los exhibidores, que
también, sino a los propios espectadores). El mes pasado comentaba las
múltiples fórmulas que se pueden buscar para poder acudir al cine sin tener que
pedir una ampliación de hipoteca, ya sea aprovechando los días del espectador,
abonos, tarifas planas, etc. pero me reservé para este mes un pequeño inconveniente
que muchos espectadores desconocen hasta llegar a las taquillas y comprar su
entrada. Me estoy refiriendo al letrero que muchos cines tienen con la
siguiente indicación: “Promoción no
válida para películas Warner”.
Mi
primera toma de contacto con esta política de no negociación fue en el 2012,
cuando tras acudir a mi cita habitual al Salón del Comic de Barcelona (Ficomic)
me obsequiaron con un 2x1 para ir al cine (no era imprescindible que fuese una
película de superhéroes, pero a ellas iba dirigida la promoción). Contentó y
feliz me pareció que El Caballero Oscuro:
la leyenda renace sería una buena oportunidad para aprovecharla y me fui tan
contento con mi pareja al Magic Megacine de Badalona (ya puestos a tirar de la
manta tirémosla del todo) para encontrarme por primera vez con el dichoso
cartelito. Al final, tuve que pagar dos entradas, la promoción se me caducó sin
sacarle provecho y encima la peliculilla del sobrevalorado Nolan me pareció un
pastel (para más información buscar mi colaboración en el podcast
correspondiente de Pelis con chicha, disponible en Ivoox).
Desde
entonces, curado ya de espantos, he comprobado como la prohibición de aplicar
descuentos en películas Warner se ha hecho extensible a todos los cines y
promociones, incluyendo los Miércoles al
Cine, los descuentos a través de portales tipo Atrápalo (otra opción que olvide comentar el mes pasado pero que es
muy interesante para ahorrarse un buen dinerillo) o incluso las famosas Fiesta del Cine.
¿El
motivo? Muy sencillo. Warner, poseedora de sagas tan rentables como las de
Harry Potter o los héroes de DC, se considera por encima del bien y del mal y
no quieren ceder ni un céntimo de sus beneficios, ajenos, por lo visto, a la
crisis económica que ha afectado a mucha gente en los últimos años, al descenso
de la venta de entradas y a los aprietes de cinturón que han debido hacer
algunos cines para poder subsistir (otros, simplemente, han tenido que cerrar).
Cierto
es que no todas las salas se han dejado llevar por la dictadura de Warner
(desde aquí un aplauso a la cadena Full HD por mantener las promociones incluso
en películas Warner, aunque ello les suponga perder dinero cada vez que se
estrena una película de estos tipejos), pero yo propongo una medida mejor: Dejemos
de ver películas Warner.
Sí,
es muy radical, pero mejor matar a una distribuidora que a todas. No voy a
recomendar que la gente piratee (líbreme Dios), pero si tenéis que hacerlo, que
sea a Warner. Si sois de los que no os podéis permitir (o simplemente no os
apetece hacerlo) ver todo lo que se estrena y tenéis que decidir entre dos
películas, apostad por la que no sea Warner. No sólo por ahorraros un dinero,
sino por dar un golpe de efecto a una distribuidora que ignora a sus clientes y
se considera por encima de ellos.
Estas
Navidades, el final de la saga del Hobbit,
sin llegar a ser un fracaso, decepcionó en cuanto a su rendimiento en taquilla.
Muchos disteis la espalda a la película por este motivo concreto. Y eso es sólo
el principio.
Ahora
mismo tenemos en cartel películas como Una
noche para sobrevivir o Perdiendo el
norte, y pronto llegarán Mad Max,
furia en la carretera o Astérix, la
resistencia de los Dioses (por no hablar ya de la futura Superman Vs. Batman: El amanecer de la
justicia). Pues bien, propongo sencillamente ignorarlas. Darle la espalda.
Sé que son grandes películas y muy apetecibles, pero debemos boicotear a Warner
si no queremos, indirectamente, terminar por boicotear al cine en general.
Y
es que hay que defender al cine por encima de la piratería.
Casi
siempre…
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