Tras
su periplo por el mundo de los atracos y la velocidad que le supuso Fast & Furious 7 y antes de ponerse
manos a la obra con Aquaman, el
director James Wan regresa a su terreno más conocido, el terror, para narrar un
nuevo caso real (tómese esto con pinzas) del matrimonio formado por Ed y
Lorraine Warren, a los que ya nos presentó en Expediente Warren pero que no aparecían en el spin off de dicha
peli: Annabelle, de la que también se
ausentó el propio Wan.
Antes
de entrar de lleno en mi opinión de esta película, y sin ánimos de pecar de
humilde, estoy obligado a comerme mis propias palabras una vez releída mi
reseña de esa primera Expediente Warren,
una película inquietante pero poco más donde Wan me parecía más un maestro de
la manipulación que un gran director. Tras demostrar que es capaz de cumplir a
los mandos de un blockbuster (su paso por la saga de Vin Diesel fue apoteósico,
por más que la desgraciada pérdida de Paul Walker ayudó en su despegue en
taquilla), Wan me ha convencido también de lo gran director que puede llegar a
ser, cosa de la que yo dudaba en dicha reseña.
Expediente Warren: El caso de Enfield es una estupenda película de terror, pero más allá de
los sustos, las escenas inquietantes y el mal rollo de la historia (en la que
vuelve a firmar como guionista Wan, por cierto), la película es, ante todo, un
ejercicio de virtuosismo que la ponen muy por encima de otros productos
mundanos del género. James Wan, que constituye una pieza por momentos más
dramática que aterradora, sabe dotar a su historia de fantasmas y demonios de
ligeras dosis de acción e incluso un toque de humor que, en lugar de desentonar
como en otros de sus productos anteriores (véase el caso de Insidious 2), aporta un punto de ligereza
necesaria para aliviar tensiones, mientras que se permite narrar también una
historia de amor, de miedo a la pérdida y de unión familiar.
Y lo hace regalándonos interesantes planos secuencias, jugando con los reflejos y moviendo la cámara con una sutileza de la que carecían sus otras películas.
Y lo hace regalándonos interesantes planos secuencias, jugando con los reflejos y moviendo la cámara con una sutileza de la que carecían sus otras películas.
Expediente Warren: el caso de Enfield narra la historia de una mujer abandonada por su
marido que, mientras trata de subsistir con sus cuatro hijos, descubre que hay
un ente diabólico en su propia casa, residuo de un antiguo propietario.
Sorprende (y aplaudo) que se rompa el tópico de mujer aterrada a quien nadie
cree y supone un alivio el circo mediático en que su hogar se convierte, hecho
que permite la entrada en escena de los Warren, oprimidos por sus propios
problemas.
Así,
el matrimonio interpretado por Patrick Wilson y Vera Farmiga tiene su propia
entidad, en lugar de ser los típicos secundarios sin historia ni pasado,
mientras que la fabulosa interpretación de la joven Madison Wolfe, vista
últimamente en Trumbo, ayuda a
contagiarse del terror y la angustia que su posesión (real o imaginaria)
provoca.
Y
sí, también hay sustos. Y algunos muy efectivos. Y también alguna presencia que
se va a convertir en icónica (baste decir que Javier Botet está en el reparto).
Pero eso para mí es casi lo de menos.
Expediente Warren: el caso de Enfield funciona mucho más que como una simple película de
terror. Y ello es, principalmente, mérito de James Wan.
Y
de Elvis Presley, por supuesto…
Valoración:
Ocho sobre diez.
Pues fíjate que a mí me pasa un poco al revés. La peli está bien, en mi opinión es una versión mejorada de la primera. Pero sigo pensando que al final todo se compone de efectismos que juegan en contra de la atmósfera. Y al final todo se desmadra y creo que no consigue una experiencia totalmente satisfactoria.
ResponderEliminarUn saludo!
Hay momentos en los que la película se me antoja más un drama que un film de terror, y eso me gustó. Casi me interesa más la relación entre los Warren que todo lo demás. Y aplaudo especialmente que el final no sea el típico de estas películas de enfocar un objeto moviéndose solo de nuevo o algo así...
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