lunes, 13 de junio de 2016

DOS TIPOS BUENOS: añorando el buen cine del pasado

Aunque Shane Black debutó como director en 2005 con Kiss Kiss bang bang, no fue hasta ocho años después, con su segunda película, cuando su nombre comenzó a ser conocido para el gran público, gracias a que su Iron Man 3, pese a las críticas, es la película individual de Marvel más taquillera, superando la meritoria barrera de los mil millones de recaudación. Sin embargo, dentro del mundillo ya era de sobras conocido por su faceta de guionista, y a él se deben títulos tan recordados como Arma Letal, Una pandilla alucinante, El último boy scout o El último gran héroe, películas que lo consagraron como el guionista mejor pagado de su época.
Ahora, en una segunda juventud (tiene en marcha dos interesantes proyectos: Doc Savage y una nueva película de Depredador) gracias al Vengador dorado, Black nos ofrece su nuevo trabajo como director y guionista (en colaboración con Anthony Bagarozzi), una tronchante y emocionante película que es a la vez deudora y homenajeadora a la época en la que Black se convirtió en leyenda, unos crepusculares ochenta (y principios de los noventa) donde las buddy movies estaban (en parte gracias a él mismo) muy de moda. Aunque, quizá para disimular, Black ha decidido ambientar Dos tipos buenos en los setenta, reflejando esos años con más sencillez aunque mayor efectividad también a como lo hiciera David O. Russell en La gran estafa americana.
Dos tipos buenos cuenta la historia de Jackson Hearly y Holland March, un matón de poca monta y un detective fracasado que deben trabajar juntos cuando sus caminos se entrecruzan debido a un caso aparentemente sin importancia que va complicándose de manera gradual, amenazando con salpicar al sector del automóvil (¿referencias veladas al reciente escándalo conocido como el dieselgate de Volkswagen?), la industria del porno o al propio gobierno americano.
En todo caso, el proceso de investigación puede llegar a ser lo de menos cuando la química entre los protagonistas es tan buena como la que se da entre Russell Crowe y Ryan Gosling. Ambos actores están en estado de gracia y demuestran una vis cómica poco frecuenten en el caso del primero y especialmente notable en el del segundo, acostumbrados como nos tenía a su habitual cara de palo.
Con un humor loco y desenfadado que no enturbia para nada una acción trepidante, Dos tipos buenos es toda una delicia para los sentidos, con un aroma naiff que nos evoca a ese cine de antaño que nunca será olvidado pero que quizá no tenga cabida en nuestra sociedad actual (y de ello la poca repercusión que la película está teniendo en taquilla). Quizá el problema sea que está tan orientada al público que creció con el cine de Schwarzenegger y Willis que quizá no interese demasiado a los jóvenes de hoy en día, que son los que se supone deben llenar las salas del cine. No me parece casual que entre los secundarios aparezcan los rostros de Ty Simpkins (en el prólogo que presenta la película, que aunque no había nacido en la época a la que me estoy refiriendo sí fue el chaval protagonista de Jurassic World, que jugaba en la  misma onda nostálgica) o Kim Basinger, referente femenino por aquellos tiempos.
Y no puedo dejar de destacar la presencia de Angourie Rice, el descubrimiento de la película, una chiquilla de apenas quince años que interpreta a la hija de Gosling y se eleva como el tercer pilar del film, amenazando con convertir a la pareja clásica de las buddy movies en un trío y logrando conformar un personaje infantil que, en lugar de molestar, como suele suceder en estos casos, aporta un aliciente más a la trama.
Pese a estar anclada en el pasado, Dos buenos tipos es una comedia de acción fresca, divertida y muy bien filmada, una joyita que merece una oportunidad y que confirman que Black todavía tiene mucho que decir en Hollywood, logrando sobretodo que el choque entre dos grandes actores tan diferentes como Gosling y Crowe fluya con una naturalidad que (si la taquilla lo permite) está pidiendo a gritos una secuela.

Valoración: Ocho sobre diez.

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