sábado, 15 de septiembre de 2018

PREDATOR

No cabe ninguna duda de que estamos en una época en la que, ya sea por la nostalgia o por la falta de ideas, el mundo del cine y la televisión mira hacia el pasado más que nunca, ya sea en forma de productos ambientados en los ochenta o haciendo directamente secuelas o reboots de títulos emblemáticos. Así, recientemente, hemos tenido secuelas de Blade Runner o reinvenciones como la de Cazafantasmas y aún está por ver qué va a pasar con el retorno de James Cameron a la franquicia de Terminator tras la poco valorada Terminator: Génesis.
Aunque el caso de Predator no sea exactamente el mismo, ya que de alguna manera la saga siempre ha estado más o menos viva, la unanimidad en destacar que el film original de John McTiernan no ha sido superado hace que esta nueva aproximación a la figura del cazador interestelar sea vista casi como una secuela directa de aquella, aunque es evidente que el film de Stephen Hopkins está en continuidad.
Llegados a tal punto, hay dos maneras de enfrentarse a la recuperación de un personaje tan icónico como difícil de tratar. Se puede hacer dese la admiración por un film y una época que ha influido en muchos realizadores que vivieron esos añorados ochenta como espectadores, como podría ser el caso de la propuesta de Robert Rodriguez que acabó derivando en la divertida aunque irregular Predators, o se puede hacer desde el conocimiento del que ha mamado desde dentro esa época dorada del cine palomitero. Shane Black no solo fue uno de los protagonistas de la Depredador original (el primero en morir, concretamente), sino que por aquel entonces se convirtió en el guionista mejor pagado gracias a sus trabajos en films ahora de culto como Arma Letal, El último boy scout o El último gran héroe. Desaparecido del panorama (no sé si cuenta como intento de resurrección en 2005 su debut en la dirección con Kiss kiss bang bang) hasta que su amigo Robert Downey Jr. lo recuperó para la infravalorada Iron Man 3 y hace unos años escribió y dirigió la genial Dos buenos tipos.
Uno de los desafíos de volver a la saga de Depredador estaba en como enriquecer su Universo sin contradecir el canon establecido, un canon al que ya se sabía que no pertenecían los dos títulos de la subsaga de Alien versus Predator, ya que las alteraciones que introdujo en su momento Paul WS Anderson ya fueron obviados por Ridley Scott y su recuperación del Universo Alien. Black, guionista talentoso donde los haya, ha sabido avanzar en la historia entre depredadores y humanos sin caer en la repetición de esquemas ni abusar de los homenajes. Que los hay, y muchos (solo por recuperar el tema musical de Alan Silvestri ya merece todo mi respeto y admiración), pero son suficientemente sutiles como para eludir la etiqueta de ser meros fan service (algo de lo que quizá deberían tomar nota en la franquicia Star Wars) y le permiten reinventar al depredador, creándole nuevas motivaciones y haciéndolo evolucionar físicamente para permitirle constituir una amenaza mayor, aunque quizá alguno pueda protestar por perder el sentido romanticismo de la cacería embutida de cierto sentido del honor que insinuaban las dos primeras películas.
Pero lo mejor y lo peor de Predator se resume, curiosamente, con la misma palabra. Fox. La productora, por un lado, ha dado suficiente manga ancha a Black para hacer lo que le ha dado la gana con el estilo visual del film, una apuesta similar a la que hicieran con Tim Miller y su Deadpool, permitiéndole hacer una película de clasificación R brutalmente sangrienta y salvaje, pero por otro, una vez terminado el film, ha querido meter mano para adecuarla a sus gustos con unos recortes y remontajes que afectan en algo al ritmo final del film, dando la sensación de que el resultado final es algo inferior a lo que podría haber sido.
Los depredadores de esta nueva película (no es spoiler avisar de que sale más de uno) molan. Son salvajes en sus acciones pero inteligentes en sus propósitos, pero Black sabe que eso no es suficiente para llenar una película que aspire a estar a la altura de la obra que encumbró a Schwarzenegger como actor, por lo que copiando en parte la jugada de Predators da el mayor protagonismo a los humanos, consiguiendo que ese grupo de soldados, unos inadaptados sociales más parecidos a una especie de Escuadrón Suicida que al comando militar del film original, a los que ha sabido dar un tratamiento y unas personalidades mucho más trabajadas que en la película de Adrien Brody, donde todos los personajes eran puros arquetipos y poco más. Por eso, el efectivo reparto de Predator ayuda a que el tono descaradamente cómico del film no chirríe
 y uno pueda llegar a entender que eso en realidad es más una gamberrada que una obra seria, siendo autoconciente de ello y logrando que el divertimento esté por encima de todo. Hay momentos de terror, desde luego, y de angustia emocional. Y mucha y muy buena acción. Pero en ningún momento pide al espectador que se tome demasiado en serio lo que está pasando en pantalla, ya que de lo contrario se verían demasiado las costuras de un guion tan brillante en su sencillez como incoherente en su lógica interna. Incluso hay escenas, como la que acontece en el interior de un instituto, que podrían recordar al tono de slasher que tuvo Alien versus Predator: Requiem, con la diferencia de que aquí sí funciona la fórmula.
Puede que, de no haber impuesto esos cambios de última hora Fox, a la película solo le faltase la frustrada aparición de Schwarzenegger (me pegunto porqué no intentaron, al menos, contar con Danny Glover), aunque no se descarta su participación en una posible secuela. De hecho, la escena final (ya aviso que no hay escena postcréditos) anticipa el deseo de seguir ampliando la franquicia (aunque que sea un guiño más de Black al cine de finales ambiguos de los ochenta o si de verdad tenga un plan en su cabeza para continuar la saga es algo que por ahora no vamos a saber), aunque mucho me temo que viendo el tono violento y casi gore de esta sumando al hecho de que en el supuesto de haber un nuevo film de Depredador este sería ya bajo la tutela de Disney, me parece poco probable. Al menos en estos términos.
Los personajes humanos, como digo, son mucho más protagonistas que los propios depredadores, por eso es interesante resaltar el elenco de actores que, pese a no contar con grandes estrellas que sirvan como reclamo, si tiene a grandes actores, reconocibles todos ellos. Desde el protagonista principal, Boyd Holbrook, visto en títulos como Logan, Caminando entre las tumbas, Perdida o Morgan, hasta la estrella con más futuro del panorama actual (que consigue que, por una vez, un personaje infantil en una película de acción no sea un lastre): Jacob Tremblay, de Oscar en La Habitación y muy brillante también en Wonder. Junto a ellos dos, otros nombres populares como Olivia Munn (Mariposa Mental en X-Men: Apocalipsis), Trevante Rhodes (de 12 valientes o Moonlight), Keegan-Michael Key (cómico de gran popularidad que ha hecho algún trabajito más serio como el de Tomorrowland), Sterling K. Brown (el N’Jobu de Black Panther), Thomas Jane (olvidable Punisher que se ha revalorizado con 1922, donde, después de La Niebla, repetía en el universo de Stephen King), Alfie Allen (odioso Theon Greyjoy de Juego de Tronos) o Yvonne Strahovski (imprescindible en las series Dexter y El cuento de la criada).
No hay duda de que, pese a todo, Predator es inferior a Depredador, lo cual no debe ser visto como un demérito. Pienso que Depredador nació de una conjugación de elementos irrepetibles que la convirtieron en un amalgama de géneros tan extraño como perfecto y será difícil (por no decir imposible) superarla. Sin embargo, debe ocupar un puesto de honor en la saga, resultando un espectáculo muy estimulante para culminar este verano marcado por Misión Imposible: fallout y Los Increíbles 2 y que debería (esperémoslo) hacer renacer la franquicia tras el frustrado intento de Nimród Antal y Robert Rodriguez que, por acontecer fuera del planeta Tierra, nos tendrán que explicar algún día si sigue en continuidad o no.
Mientras, esperemos poder volver a ver a los depredadores por este u otro planeta. Ahora la pelota está en el tejado del público... y de Disney.

Valoración: Siete sobre diez.

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