Lo
han vuelto a hacer. Cuando Marvel explicó su plan de crear un Universo cinematográfico
propio no me lo creí. Y lo hicieron. Cuando dijeron que iban a hacer una peli
de Los Vengadores y que iban a mantener
los mismos actores (solo falló Edward Norton, pero quizá ganamos con el cambio,
así que lo perdonamos) no me lo creí. Y lo hicieron. Así que cuando Josh Wedon
hizo la mejor peli de superhéroes de la historia y encima se convirtió en la
tercera más taquillera de la historia (una peli basada en los comics, ¡Dios mío!)
ya no me pilló por sorpresa.
Por
eso ahora, cuando anunciaron que iba a comenzar la fase dos de Marvel, que
terminaría con Los Vengadores 2, que
iba a ser una trilogía de sagas (simplemente alucinante) y que empezaría con
otra más de Iron man que iba a ser
mejor que las anteriores pues... bueno, ya me lo creo todo.
Y
aunque es difícil determinar si Iron man
3 es mejor que la primera, pues aquella
estaba condicionada por la necesidad de entretenerse en presentar a unos
personajes totalmente desconocidos para el gran público y salió airosa y con
muy buena nota, lo cierto es que es una muy buena película que si supera
claramente a la secuela (que por otro lado no era tan mala como ahora se está diciendo,
lo que pasa es que el listón estaba muy alto).
A
estas alturas ya nadie duda que Robert Doney Jr. ha nacido para ser Tony Stark,
personaje con el que se ha mimetizado hasta tal punto que cuesta saber dónde
termina el actor y comienza el personaje. O viceversa. Así que, una vez
explorados los limites de Iron man, llegaba el momento de descubrir también los
de Stark.
Muchos
eran los que se temían (yo entre ellos) que íbamos a ver una versión nolanizada
del superhéroe, pero una vez más se ha demostrado que, a diferencia que en DC,
en Marvel saben hacer buen las cosas. La única similitud entre este Iron man y el Batman de Nolan está en que el héroe disfrazado acapara menos
escenas de las esperadas, pero mientras en aquella el murciélago era un
elemento obligado pero que parecía molestar a Nolan para contar una historia
negra sin nada que ver con los superhéroes,
en esta ocasión el protagonismo robado a Iron man es en favor de Tony
Stark. Y el cambio es para mejor. Hay que tener en cuenta que Iron man 3 no es una continuación
directa de Iron man 2, sino que su
antecesora es Los Vengadores. Así
pues nos encontramos con un Stark que ha pasado de creerse el tío más guay del
universo a descubrir que existen alienígenas hostiles, monstruos
superpoderosos, dioses mitológicos... De
manera que él, un tipo corriente que
depende de su armadura para poder hacer lo que hace, es en realidad alguien
insignificante. Nos encontramos así a un Stark vulnerable, angustiado, obsesionado
con proteger a Pepper (de nuevo Gwyneth Paltrow) por encima de todo, consciente
de que ante un nuevo ataque a Nueva York como el acontecido en Los Vengadores
nada iba a poder hacer él solo. Es en ese momento tan crucial de su vida cuando
se ve acechado por una sombra de su pasado, de una vida anterior de excesos,
desprecios a sus compañeros y chicas de una sola noche que creía haber dejado
atrás. Un científico de poca monta, Aldrich Killian (Guy Pierce) y una
brillante genetista, Maya Hansen (Rebeca Hall) vuelven a su presente unidos por
un proyecto común llamado Extremis, pero no son más que elementos secundarios
para Stark ante una amenaza mayor que está haciendo temblar los cimientos de
todo el país, los ataques terroristas de El Mandarín (excelente Ben Kingsley),
una versión sofisticada y desquiciada de Bin Laden. Él será quien le arrebate
todo a Stark, quien logrará arrojarlo al pozo de la desesperación y le obligará
a aprender a sobrevivir sin su armadura, dependiendo por una vez no de su
tecnología sino de su ingenio y obligándole a recurrir a la ayuda de su amigo
James Rhodes (Don Cheadler) y de un niño
de pueblo (correcto Ty Simpkins, con el que consiguen que, por una vez, la aportación
de un niño en una película de estas características no resulte cargante y
molesta). A partir de aquí, como ya he comentado, mucho más Stark que Iron man,
con momentos que recuerdan más a una película de James Bond o incluso a Arma
Letal que a un superhéroe de comic. Y es que no en vano el director elegido
para la ocasión (también firmante del guion) no es otro que Shane Black,
personaje con una carrera comparable a la del propio Robert Downey Jr. que deslumbró
como guionista en los ochenta, siendo de los más cotizados gracias a los
libretos de la saga de Arma Letal, El último boy scout o El último gran héroe y que cayó en
desgracia por culpa de sus coqueteos con el alcohol y las drogas. Intentó
levantar cabeza en 2005 con Kiss, kiss, bang, bang, para la que
contó con un decadente Robert Downey Jr. y este le devolvió el favor
recomendándolo para Iron Man 3. Con
este curriculum no es de extrañar que Iron
man 3 desprenda un agradable aroma ochentero, con un toque de humor y
camaradería muy propios de esa época, pero sin olvidar de lo que se trata en
realidad.
Mientras hemos visto en fechas recientes fracasar películas con claras referencias de ese pasado de cines de sesión doble y videoclubs como El último desafío o Una bala en la cabeza, Black se homenajea a si mismo durante gran parte del metraje para terminar como debe, con un gran festival de fuegos artificiales, un fin de fiesta donde la épica toma el relevo del humor y donde Iron man vuelve a coger las riendas de la película, cerrándose el círculo que ha recorrido Stark en su particular descenso a los infiernos y resurgiendo de sus cenizas cual Ave Fénix de los superhéroes. Y ya recuperado de sus angustias, no lo dudéis, ahí estará cuando lo volvamos a necesitar. Es decir, para Los Vengadores 2.
No es una película redonda, ni mucho menos, pero si un gran espectáculo con más inteligencia de lo que cabría esperar y donde se hace un esfuerzo por ir más allá de unos simples efectos especiales, humanizando a los personajes y consiguiendo que ese Tony Stark que empezaba a resultar un poco odioso regrese al mundo terrenal, a la altura de cualquiera de nosotros.
Mientras hemos visto en fechas recientes fracasar películas con claras referencias de ese pasado de cines de sesión doble y videoclubs como El último desafío o Una bala en la cabeza, Black se homenajea a si mismo durante gran parte del metraje para terminar como debe, con un gran festival de fuegos artificiales, un fin de fiesta donde la épica toma el relevo del humor y donde Iron man vuelve a coger las riendas de la película, cerrándose el círculo que ha recorrido Stark en su particular descenso a los infiernos y resurgiendo de sus cenizas cual Ave Fénix de los superhéroes. Y ya recuperado de sus angustias, no lo dudéis, ahí estará cuando lo volvamos a necesitar. Es decir, para Los Vengadores 2.
No es una película redonda, ni mucho menos, pero si un gran espectáculo con más inteligencia de lo que cabría esperar y donde se hace un esfuerzo por ir más allá de unos simples efectos especiales, humanizando a los personajes y consiguiendo que ese Tony Stark que empezaba a resultar un poco odioso regrese al mundo terrenal, a la altura de cualquiera de nosotros.
Mención aparte merece el
tema del Mandarín, una decisión polémica por parte de Black que yo desde aquí aplaudo
por lo arriesgado y coherente que ha sido pero que puedo comprender el enfado
de los fans del comic más acérrimos. Sin entrar en spoilers que estropeen la
sorpresa final de la película, solo diré que sí aparece el Mandarín en este Iron man 3, y que es una gran amenaza,
terrible y poderoso. Solo que no es quien nos imaginábamos al principio.
Así pues, solo me queda
felicitar a Marvel por cómo están haciendo las cosas. Arriesgaron mucho en una
apuesta de futuro, y ahora están recogiendo lo que sembraron. Y lo que les
queda…
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