Qué duda cabe que nos encontramos
con un nuevo intento de repetir un éxito de taquilla similar al de Crepúsculo y que, como ya pasara con The Host y Hermosas Criaturas (las tres obras crepusculares en lo que llevamos
de año) no va a conseguirlo, aunque sus virtudes, al menos en lo que se refiere
a la nueva adaptación de Meyer y la que nos ocupa ahora, sean mucho mayores.
Respecto a Memorias de un zombie
adolescente las comparaciones, a priori, son evidentes: historia de amor
imposible a lo Romeo y Julieta cambiando vampiros por zombies. Sin
embargo, si nos detenemos en la apuesta
de Jonathan Levine (en su primer trabajo relevante como director) las
diferencias resultan abrumadoras. En primer lugar, en contra de los vampiros “purpurina”
que paseaban tan campantes a plena luz del día y van preñando jovencitas (¿pero
no eran No-muertos?), aquí los zombies son zombies y, reconozcámoslo, los
zombies molan. Por supuesto no busquemos aquí grandes momentos de terror o muchas
secuencias gore (que algo hay) pero al menos la esencia e identidad de los personajes
se mantiene fiel al concepto clásico que imagino Romero (aunque con alguna
innovación, como el hecho de que con el paso del tiempo los zombies evolucionan
a otra raza diferente). Además, si bien la historia de amor entre Julie y R es
el motor de la historia, no nos encontramos ante un pasteloso romance empalagoso,
ya que Memorias de un zombie adolescente
es sobre todo, no nos engañemos, una comedia.
Ya desde el primer minuto
encontramos algo desconcertante. Narrada en primera persona (como ya vaticina
el propio título), la película arranca con R, un joven zombie que mantiene
parte de su conciencia, por lo que, a diferencia de sus compañeros tiende a
buscar momentos de soledad para escuchar música en una burda imitación de vida
humana. Pero no nos equivoquemos, sigue
siendo un cadáver de movimientos lentos,
sin capacidad para comunicarse y, lo más importante, que se alimenta de
carne humana. Cuando R y otro grupo de zombies rodean y masacran a un grupo de
humanos (una especie de resistencia organizada en una zona segura a las órdenes
de Grigio), este se alimenta de un joven, del que obtiene parte de sus
recuerdos. Julie, la hija de Grigio, logra escapar con vida, pero solo la
intervención de R le permite sobrevivir, ya que su cena era precisamente el
novio de la muchacha y el zombie no puede evitar sentirse atraído por la humana.
Julie comienza a experimentar una especie de síndrome de Estocolmo cuando
comprende que el monstruo que la tiene retenida es también el único motivo por
la que sigue viva, pues él es quien la mantiene a salvo del resto de muertos
vivientes. Pronto comienza a sentir también ella algo por R, descubriendo que
ayudarle a recuperar emociones olvidadas como el amor posibilita albergar una
leve esperanza de encontrar una cura al apocalipsis zombie. Como veis, una
trama disparatada si no tuviera un tratamiento de comedia que funciona
francamente bien, ayudándonos a aceptar situaciones a priori tan absurdas (y
ochenteras) como Julie presentando a R a su mejor amiga, como si de un novio
simplemente algo macarra se tratara (también ochentera es la banda sonora,
incluyendo un gag a consta de Pretty
Woman).
El buen hacer de los
actores también ayuda a aceptar lo que se ve en pantalla. La pareja
protagonista tiene al menos suficiente bagaje como para salir airosos del invento,
ya que a R lo interpreta Nicholas Hoult, habitual en superproducciones como la
excelente X-men: Primera generación y
la pasable Jack el cazagigantes y que
el año que viene estrenará Mad Max: Fury
Road y X-men: Días de futuro pasado,
que consigue una recreación zombie contenida y simpática, mientas que Julie
tiene el rostro de Teresa Palmer, vista en Soy
el número Cuatro y el Aprendiz de
brujo. Además, tenemos a John
Malkovich como Grigio y los secundarios Analeigh Tipton (Crazy, stupid love o The
Green Hornet) y Rob Corddry (habitual secundario en comedias de Ben Stiller
y visto últimamente como el socio que traiciono a Jeff en Community), poniendo rostro a los mejores amigos de Julie y R
respectivamente.
No estamos ante una
epidemia gore de Romero (ni de Balaguero, ya puestos), ni una comedia
desternillante como Zombies party o Bienvenidos a Zombieland, pero lo cierto
es que la combinación entre acción, romance y comedia es efectiva y funciona
correctamente, con el único pero de unos efectos digitales algo limitados
respecto a los Huesudos, una variante de los zombies que suponen la verdadera
amenaza del film.
Cierto es que el romance
es, finalmente, el verdadero motor del film pero por una vez, y sin que sirva
de precedente, no se trata de un recurso empalagoso, sino de una verdadera declaración
de intenciones de que el amor lo puede todo. Y ese no tiene porqué ser necesariamente
un mal mensaje, ¿no?
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