sábado, 13 de enero de 2018

INSIDIOUS: LA ÚLTIMA LLAVE

La unión entre Jason Blum y James Wan sigue siendo muy fructífera, y tras la franquicia de Expeciente Warren, con sus secuelas y spin-off, la saga Insidious le va detrás, con la llegada de su cuarta entrega y que, visto lo visto en la película, tampoco será la última.
Wan se bajó hace ya tiempo de la silla de director (aunque ahí sigue como productor), pero su amigo Leigh Whannell (con quien creó las bases de otra franquicia que se niega a desaparecer, la de Saw), tras dirigir la tercera entrega, sigue firmando los guiones. Y lo hace jugando a lo mismo que tan bien funcionó en Expediente Warren: El caso Enfield, dotando más protagonismo a los investigadores de lo paranormal que a las propias víctimas.
Efectivamente, este cuarto capítulo de Insidious se centra en el pasado de Elise Rainier, proponiendo una trama con más tintes dramáticos de lo habitual y donde la intriga policíaca es a la postre más potente que la espiritual.
Insidious: la última llave no inventa nada nuevo, repite esquemas ya conocidos, abordando el humor en mano de Specs y Tucker, esos torpes ayudantes de la parapsicóloga, y busca el miedo mediante trucos de sonido y apariciones bruscas. Sin embargo, estos recursos, tan manidos y poco inspirados, ni siquiera sirven para mantener la tensión lo suficiente para que la película funcione lo más mínimo. Por más que se pretenda que el nuevo desafío fantasmal al que debe enfrentarse Rainier y sus ayudantes sea diferente a lo habitual, la película avanza a un ritmo demasiado lento y ninguno de los giros argumentales consigue sorprender lo suficiente como para conseguir captar la atención del espectador.
No soy muy fan de este tipo de películas de terror, que solo consigue hacer saltar de la butaca a base de golpe de sonido, pero su gran problema no es ya lo mucho o poco que consiga asustar, sino lo insoportablemente aburrida que llega a ser. Sí, llevamos tanto tiempo viendo las andanzas de los tres protagonistas que ya empiezan a resultarnos casi como una familia, pero la simpatía que puedan despertar no basta como para que nos interese lo más mínimo su historia.
Así que, sin emoción por su argumento y descartada la posibilidad de pasarlo mal, ¿qué nos queda?
Pues prácticamente nada, la verdad. Y, por eso, mejor centrarse en otra cosa. Que alternativas hay. Y muy buenas.
Valoración: Tres sobre diez.

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