domingo, 30 de junio de 2019

LA INFLUENCIA

Existen diversas maneras de enfocar una crítica hacia una película de género, más cuando hablamos de un cine español tan dado a este estilo de films en las últimas décadas. Por un lado, podemos pedirla a la película los suficientes sustos, ambientación insana y giros de guion como para mantenerse durante toda la proyección con un mal rollo en el cuerpo bastante incómodo, objetivo que hay que reconocer que La Influencia cumple.
Sin embargo, también es de rigor exigir un poco de coherencia interna, una verosimilitud que permita empatizar con los protagonistas y ponerse en su piel, sufriendo cuando ellos sufren, aparte de desear un puntito de originalidad que la diferencie de sus referentes claros como es el cine de los inicios de Amenabar, Bayona o Balagueró.
Denis Rovira debuta como director con la adaptación de un relato de Ramsey Campbell, precisamente autor del texto que inspiró a Jaume Balagueró para su ópera prima Los sin nombre, un heredero del estilo de Lovecraft cuya base argumental no termina de estar bien aprovechada en la película de Rovira.
Alicia regresa al caserón de su infancia después de muchos años, acompañada de su marido y su hija, para ayudar a su hermana Sara a hacerse cargo de la madre en coma. Una vez allí, los recuerdos de un pasado traumático y una presencia fantasmal alrededor de esa madre moribunda que afectará a la pequeña dará pie a una pesadilla que deambula entre el drama familiar y el terror gótico sin terminar de atinar en ninguno de los dos campos.
El problema principal de la película es que, aspirando a ser sorprendente y enigmática, provoca una serie de situaciones irrisorias, imposibles de creer, en gran medida por culpa de unos personajes que actúan de manera ilógica en función a las exigencias del guion. Así, pese a contar con un muy buen elenco (Maggie Civantos y Manuela Vallés son las hermanas, Alain Hernández el marido y Emma Suárez la madre), los personajes no están suficientemente bien desarrollados como para poder comulgar con ellos, mientras que el desenlace, posiblemente efectivo en el terreno literario, me resulta ridículo a la par que confuso.
Debo reconocer que, entre susto y susto (abusando, una vez más, de los golpes de música), la película me resultó aburrida, no legando a sentir lástima en ningún momento por las penurias de los protagonistas y llegando a desconectar en algunos momentos lo suficiente como para no terminar de entender del todo lo que Rovira nos pretendía contar. Por ello, pese a una buena ambientación y el acongoje que por momentos provoca, me veo forzado a terminar por suspender una película que, con solo un poco más de mimo en el guion, habría podido llegar al aprobado justito.
Esta es una prueba más, me temo, de que el género de terror que tan malos ratos nos ha hecho pasar en este país, está cada vez más anquilosado, recurriendo una y otra vez a elementos comunes y tópicos demasiado previsibles para conseguir estimular nuestra imaginación.


Valoración: Cuatro sobre diez.

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