sábado, 15 de junio de 2019

JOHN WICK: PARABELLUM

Después de que en 2014 John Wick se convirtiera en uno de los sleepers del año (ya saben, un éxito que pilló a todos por sorpresa, empezando por una España en la que ni siquiera se llegó a estrenar en cines), la historia de este antihéroe tan expeditivo se ha convertido en una lucrosa franquicia, de la que ya hay anunciada una cuarta entrega, un spin off femenino y una serie de televisión inspirada en The Continental.
Sus dos directores iniciales, Chad Stahelski y David Leitch están en coba de todos y son auténticos referentes en el cine de acción (casi al nivel de los hermano Ruso), siendo el primero el responsable de las dos siguientes entregas de la saga y del futuro remake de Los Inmortales mientras que el segundo demostró que puede volar por su cuenta con Atómica Deadpool 2, estando a los mandos de la inminente Fast & Furious: Hobbs & Shaw, aunque sin duda quien más fortalecido ha salido del éxito de la saga es un renovado Keanu Reeves que tras unos años de ostracismo ha conseguido dar forma a un personaje más icónico todavía que su recordado Neo de Matrix.
Cuando se analiza una película, se tiende a pensar en dos términos básicos, más allá de los gustos de cada uno y cada cual: buenas o malas. Pero luego hay otras, como estas John Wick que están por encima de todo eso. Desde luego, cuando Derek Kolstad, la cuarta pata de la mesa, autor de los guiones de toda la saga y de la próxima encarnación de Hitman, pensó en el libreto de John Wick: Parabellum no estaba pensando en términos de calidad, sino de molancia. Porque sí, lo que verdaderamente importa de John Wick es que todo mole mucho, que se juegue constantemente al más difícil todavía y que se rice el rizo de forma casi irrisoria.
Ya con el final de John Wick: Pacto de Sangre se podía deducir que la suspensión de la incredulidad iba a ser muy exigente para esta tercera entrega. Y es por eso que, si se pretendiera hacer un estudio sesudo y analítico del guion, se encontrarían más agujeros y sinsentidos que en cualquiera de las dos anteriores, un peaje que se debe pagar, sin embargo, para que la película no sea una mera repetición de las anteriores.
Con la habilidad demostrada de Stahelski para las coreografías de lucha, los niveles de espectacularidad se ven notablemente incrementados, añadiéndoles quizá ciertas dosis de humor bastante acertado y consiguiendo ampliar la mitología que gira alrededor del mundo de John Wick.
Con la única pega de una duración algo desmedida (es fácil llegar al combate final algo agotado), siendo algunas de las peleas tan espectaculares que el clímax final puede llegar a saber a poco, la película reincide en ser un auténtico festival de rock’n’roll, algo más violenta y sangrienta, si cabe, que las anteriores, y con algunas incorporaciones muy estimulantes.
Con ese pacto con el diablo que Keanu Reeves parece haber hecho con el diablo para no envejecer, John Wick sigue en plena forma, la originalidad de las peleas sigue superándose (es increíble lo que se puede hacer con un simple libro) y el disfrute está asegurado.
No sé si la película será buena o mala. Quizá sea todo una gran tontería. Pero lo cierto es que la saga no está perdiendo fuelle, mantiene el nivel de diversión de las anteriores y es pura dinamita. Esperemos que con el anunciado Capítulo Cuatro no se estropee el invento…


Valoración: Siete sobre diez.

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