Inteligente,
sugerente, brillante, absorbente, cautivadora… Muchas son las reflexiones que
podría hacer sobre esta película que posiblemente os vaya a dar igual. De
hecho, apuesto a que ninguno de vosotros sabías de la existencia de esta película,
una apuesta pequeña que apenas se ha estrenado en cines y que forma parte de
esos extraños experimentos que de vez en cuando hacen las distribuidoras de
estrenar a la vez en salas comerciales, en venta por Internet y en DVD. Lo
cual, seamos realistas, facilita su pirateo en buena calidad, si es que alguien
se quiere molestar en verla.
Por
otro lado, si hubiera empezado esta crítica diciendo que estamos ante una nueva
película del director de Entrevista con
el Vampiro, protagonizado por la Gretel de la gamberra Hansel y Gretel: Cazadores de brujas y la heroína de La Huésped y que es una nueva vuelta de
tuerca sobre el tema del vampirismo (y esta vez no son vampiros, sino vampiras)
seguramente vuestra percepción sería que estamos ante uno de los estrenos
importantes de la temporada.
Y
así debería haber sido. La última propuesta de Neil Jordan no es una obra
redonda, y desde luego no es estrictamente comercial (demasiado gótica y
reflexiva para el siglo XXI, me temo), pero no hay duda que merecía mejor
suerte en la cartelera que la que ha tenido.
Byzantium arranca con lentitud, contagiando al espectador la
angustiosa soledad que la eternidad produce en Eleanor, temas ya tratados por
Jordan en su adaptación de la novela de Anna Rice, para ir desgranándonos poco
a poco su historia, plena de misterios y giros sorprendentes y, sobre todo,
mucha crueldad.
Saorise Ronan demuestra una vez más que es una estupenda actriz
(ya no cabe hablar de ella como promesa) como ya demostró en Expiación o Hanna, mientras que a su lado se encuentra una magnífica Gemma
Artenton, a la que Jordan sabe sacar todo su partido para que ofrezca una
intensa interpretación que no podía imaginar viendo su sosería en títulos como Furia de Titanes o Prince of Persia, en el papel de su madre también vampira.
Byzantium habla de la soledad, del dolor, del miedo a la muerte
(la propia y la que deben provocar a los demás), pero también contiene una
intensa historia de amor (qué lástima que esta película no vaya a llegar a los
niñatos que se tragaron Crepúsculo pensando que eso era cine) y una reflexión
sobre los límites que deben cruzarse por proteger a quien quieres sin pensar en
las consecuencias.
Pero
Byzantium no es solo un estupendo y
desgarrador guion y unas brillantes interpretaciones, Byzantium oculta también una belleza crepuscular en sus imágenes
con un Neil Jordan en estado de gracia que convierte en poesía algunos de sus
planos y que convierte con maestría a la sangre en un protagonista más de la
historia.
Emocionante
y emotiva película de ritmo creciente que habría deseado ver en cines. Pero no
me lo han permitido. Y, una vez más, no
encuentro explicación para ello. Quizá la pantalla pequeña reste algo de
impacto a esta descarnada historia que demuestra que aún se pueden contar cosas
nuevas sobre los No Muertos , pero no lo suficiente para no disfrutar de ella.
Sencillamente,
hermosa.
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