Interesante
reflexión sobre el ser humano y la capacidad para la amistad y el perdón en las
condiciones más adversas. Así se resume esta comedia dramática (o drama cómico,
no lo tengo muy claro) salida de la pluma de los televisivos Iván Escobar y
Álex Pina (este segundo también director) y con un reparto coral encabezado por
un sorprendente Álex García que da el pego en el papel de un oriundo de
Karadjistán, una ficticia región rusa sometida por el gobierno comunista.
Slatan,
un hombre torturado por su dramático pasado, sube a bordo de un avión que va de
Moscú a Madrid con intención de estallar en
pleno vuelo para llamar la atención de la extrema situación de su país.
Una fuerte tormenta, sin embargo, impedirá el despegue y Slatan y el resto de
pasajeros (muchos de ellos españoles) deberán convivir varios días en un
perdido hotel aislado del mundo esperando a que cambien las condiciones
climatológicas.
Con
esta intensa historia como eje central, Slatan –inicialmente reservado y
callado- terminará interactuando con el resto de pasajeros, descubriéndose
entonces pequeñas historias individuales: una mujer (Carmen Machi) que regresa
a su casa con sus tres hijos después del funeral de su marido ruso maltratador,
una pareja (Leticia Dolera y Iván Massagué) en luna de miel que no parece que
se conozcan tanto como creían, un anciano (Héctor Alterio) superviviente de un
campo de concentración, una joven (Verónica Echegui) con tendencias suicidas,
un vendedor de zapatos argentino (Eduardo Blanco) con mala suerte en el amor…
Momentos
de gran dureza se intercambian con un humor simpático y, a veces, absurdo con
peligroso equilibrio, coqueteando en ocasiones entre dos aguas de forma algo
confusa que restan algo de brillantez a una película de buenas intenciones con
la moraleja de que por mal que uno esté siempre habrá alguien peor. La unión
hace la fuerza, podría ser otra conclusión, de manera que todos unidos pueden
hacer que un retraso por una tormenta se convierta en unas breves vacaciones
que desnudarán los sentimientos de mucho de los protagonistas y con situaciones
que incluso pueden cambiar sus vidas.
Emotiva,
divertida, sensible y entretenida, la principal baza del film es la calidad interpretativa
de sus actores, con una Carmen Machi en estado de gracia tras su aparición en
Ocho apellidos vascos, y un Eduardo Blanco soberbio, aunque personalmente
empiezo a estar algo cansado de ver a Alterio repitiendo constantemente el
mismo personaje de anciano entrañable cargado de sabiduría que, ya que estamos
hablando de Escobar y Pina, bien podría haber salido de su paso por El Barco.
Al
final, abundan las situaciones inverosímiles y la mezcla entre comedia y drama
no siempre está bien medido, como si los autores no terminaran por decidirse
entre un género y otro, pero creo que todo se le puede perdonar a una película
con mensaje optimista y cargada de buenas intenciones.
No
están los tiempos que vivimos para despreciar estos actos de buena fe, ¿no?
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