martes, 22 de abril de 2014

MEJOR OTRO DÍA (5d10)

Bienintencionada comedia que pretende invitar a la reflexión aunque demasiado irregular para conseguirlo.
Dirigida por Pascal Chaumeil (realizador de Los Seductores y la reciente Llévame a la luna), cuenta la historia de Martin Sharp (Pierce Brosnan), un famoso presentador televisivo caído en desgracia por culpa de un escándalo sexual, que decide terminar con su vida en la noche de Fin de Año saltando desde lo alto de un rascacielos, coincidiendo allí con otros tres presuntos suicidas: Maureen (Toni Collette), J.J. (Aaron Paul) y Jess (Imogen Poots), cada uno con sus propios dramas particulares. Tras conocerse en tan atípica situación deciden realizar un pacto: no intentar volver a quitarse la vida hasta San Valentín.
Tan insólita relación convierte a estos cuatro solitarios en una especia de disfuncional familia que recuerda por momentos (aunque en otro tono cómico bastante alejado de este) a la de Somos los Miller. Chaumeil no busca en ningún momento el humor fácil y zafio de aquella, cosa que es de agradecer, pero comete el error de querer ponerse demasiado trascendental y tratar de transmitir un mensaje que no termina de calar, quedando a medio camino entre la comedia y el drama sin saber definirse correctamente. En este sentido, me viene a la memoria la magnífica Los amigos de Peter, de Kenneth Brannagh, que sin tener nada que ver, en principio, con esta, comparte una reflexión en común: que por mal que vayan las cosas siempre hay alguien pasándolo peor.
Mejor otro día (el título también me recuerda a aquella canción de Sopa de Cabra: “pot ser que avui no em suicidi, pot ser ho deixi per demà –puede que hoy no me suicide, puede que lo deje para mañana-“) cuenta como reclamo principal un talentoso aunque secundario reparto, encabezado por el últimamente desaparecido Pierce Brosnan y repitiendo el binomio de la reciente Need for speed de Paul y Poots, que aparentan bastante mejor química aquí que en esa estupidez sobre carreras de coches que prefiero olvidar. Entre los secundarios de lujo se encuentran también Rosamund Pike y Sam Neill, dos brevísimas apariciones que le sirven a Chaumeil para denunciar también la manipulación de los medios de comunicación, siempre más pendientes del morbo que de la información, y las falsas apariencias de los políticos, aunque es en este segundo punto donde menos se incide.
Al fin, la película es simpática e invita a la sonrisa en diversos momentos, pero Chaumeil debería tener un poco más de dureza hacia sus personajes y cargar las tintas contra ellos, de manera que podamos identificarnos con ellos y sufrir por sus desgracias igual que alegrarnos por sus éxitos. Pero ahí es donde falla el film. Porque no da la sensación de que ninguno de los protagonistas tenga un motivo real para desear morir, y eso impide que nos contagiemos de sus ganas finales por vivir.

Chaumeil no es Capra ni Brosnan es James Stewart, así que nadie espere ir a ver esta película y salir del cine pensando en qué bello es vivir. La propuesta es agradable y se deja ver con agrado, pero ni nos va a cambiar la vida ni la conservaremos en nuestra memoria.

 

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