Tal
y como ya pasara con su antecesora, Río 2
es un derroche de colorido y un gran espectáculo visual.
Rodada
sin dudas con más medios, el azul de los guacamayos ayuda a lucirse al director
Carlos Saldanha al contrastar con el verde de la selva y el rojo intenso de una
banda de pájaros rival a la de Blu. Lamentablemente, esto y el uso del 3D, que
ya se sabe que luce mucho mejor en la animación que en imagen real, es lo único
destacable en una película tan larga como aburrida, donde la imaginación brilla
por su ausencia y solo los hermosos paisajes y cuatro momentos mal contados
evitan el sopor total.
Río era una película fresca y entretenida, que aunque no provocaba una
catarata de carcajadas si se podía ver con una sonrisa en el rostro a la par
que ofrecía un mensaje naturalista que nunca viene de más. En esta secuela,
agotada ya la fórmula, los guionistas se limitan a repetir esquemas, con la
convicción de que el exceso siempre es bueno. De nuevo el leif motive de la
trama es ver a Blu fuera de su ambiente, y de nuevo terminará pasando por el
aro y aceptando un nuevo hogar para contentar a Perla, con lo que podemos estar
hablando del primer pájaro calzonazos de la historia.
Linda
y Tulio viajan hasta la Amazonia con la esperanza de encontrar más especímenes
de guacamayos azules que obligue a considerar el lugar como zona protegida. Con
ansias de aventura y la esperanza de no ser los últimos de su especie, Perla
convencerá a Blue para acudir en ayuda de sus amigos humanos, de manera que la
enamorada pareja volará hasta la selva brasileña acompañados de sus tres
retoños y los inevitables Nico, Pedro y Rafael. Allí no solo se reencontrarán
con sus raíces, sino que se enfrentarán a nuevas y viejas amenazas.
Siendo
como es una película cien por cien infantil, no es cuestión de exigir
demasiado, pero un poco de creatividad no viene de más. Quizá la culpa es que
todavía está demasiado reciente en mi memoria la maravillosa Frozen (imposible compararlas), pero
está claro que Dreamworks sigue jugando en otra liga, por más que lleve años
viviendo sólo del recuerdo de Ice Age,
cuya calidad fue menguando a medida que crecía la saga.
Además,
en Río 2 se insiste en abusar del
tema musical, metiendo canciones en ocasiones con calzador y a cual más
horrible que la anterior. No soy un gran amante de la música brasileña, pero
reconozco que hay grandes temas imperecederos oriundos de ese país. Algunos de
ellos se reflejan en esta película, espantosamente versionados y, al igual que
otros clásicos internacionales, pasados por un filtro que parecen compuestos
por un infiltrado de Disney.
Aburrida
por momentos, insoportable en otros, una escena ejemplarizante puede ser el
homenaje a Romeo y Julieta, tan visualmente hermosa como estúpidamente
justificada (debe tratarse de la pareja romántica más absurda de la historia
del cine, no diré más).
Dreamworks
(y desgraciadamente parece que últimamente Pixar la imita en este aspecto)
abusa demasiado de exprimir la gallina de los huevos de oro, y no todas las películas
de éxito deben tener secuela. Río era
una historia simpática y bien cerrada, y así debería haber quedado. Pero en
Hollywood siempre es tentador tirar por el camino fácil, y si es para tomar el
pelo a los niños, mejor.
En
el cine al que yo acudí, alguno terminó durmiéndose. Eso lo dice todo.
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