Después
de que en 2014 Kingsman: Servicio Secreto
se alzara por sorpresa como una de las películas más exitosas del año, era
indudable que su continuación no tardaría en llegar.
A diferencia de lo que
sucediera con los otros grandes éxitos de Matthew Vaughn, como X-men: Primera generación o Kick-Ass, esta vez el realizador
británico sí ha continuado al frente de la secuela y, si todo va según lo
previsto, aquí seguirá para la tercera parte. Eso permite que Kingsman: El Círculo Dorado tenga una
línea continuista y de coherencia que se agradece, aunque también se siente
algo anquilosado por su incapacidad de sorprender como lo hiciera hace tres
años.
De
hecho, es tal la ausencia de sorpresa en este nuevo episodio de los agentes Kingsman
que ni siquiera el regreso de Harry, fallecido en el anterior film, se puede
considerar como tal, puesto que lo anunciaban en los propios posters
promocionales.
Las
cosas han cambiado, y el choque cultural entre la flema británica y el descaro
marginal cockney es sustituido ahora por las diferencias de tópicos entre los
británicos y los americanos, representados por la agencia Statesman, alcanzando
cotas que rozan el absurdo. Este permite a Vaughn añadir un buen surtido de
personajes nuevos que, con apellidos de renombre por detrás, aumenten el
imaginario alrededor de Kingsman, aunque demasiado personaje puede terminar por
abrumar, haciendo que la presencia de Halle Berry o la propia Julianne Moore
sepan a poco.
Si
se permite, por otro lado, hacer evolucionar a los protagonistas de verdad, aunque
no siempre con éxito. Más allá de lo forzada de la resurrección de Harry, al
menos Vaughn sabe darle un toque diferente al personaje, y lo mismo ocurre con
Merlín, mucho más interesante en esta secuela. Sim embargo, el camino elegido
con Eggsy no me parece acertado. Ahora sí que, más que una parodia, se ha
convertido en una copia versión calzonazos de James Bond, y su relación con la
princesa Tilde no hace sino estropear el chiste más macarra de la primera
película.
No
os confundáis. No quiero que parezca que la nueva entrega de Kingsman es una mala película. En realidad,
ofrece todo lo que promete. Es divertida, loca y con mucha acción, más o menos
lo que uno le debe pedir a una secuela como esta. Quizá el problema es que el listón
estaba muy alto, y el propio Vaughn se ha visto tan forzado a superarse que se
ha visto superado por la presión.
Hay muchas peleas espectaculares, por
ejemplo, pero todas parecen querer buscar la grandiosidad que en Kingsman: Servicio Secreto tuviese la
escena de la iglesia, sin conseguirlo. Tampoco ayuda que el CGI cante en
algunos momentos, como si el guion buscase siempre una grandiosidad que no es
equitativa con su presupuesto y, como villano (o como secuaz, más bien), el
Charlie de brazo mecánico superviviente de la primera película tampoco está a
la altura de la implacable Gazelle que encarnara Sofia Boutella.
Sí
mejora la cosa con la presencia de Juliane Moore, que encarna a una villana tan
ida de la olla como el Valentine de Samuel L. Jackson pero mucho más divertida
y psicótica, aunque, como me sucediera con Sigmouney Weaver en The Defenders, su final me pareció
precipitado e insatisfactorio.
Kingsman: Servicio Secreto era una pieza de relojería donde todo encajaba a la
perfección, y aunque Kingsman: El Círculo
Dorado lo tiene todo para ser un reloj más caro y más grande, algo hay que
chirría en la maquinaria, algo que no consigue convencer y llega, incluso, tras
varias peleas, a cansar. Quizá no tener una obra como la de Mark Millar debajo
haya sido suficiente para lastrar un guion simplemente complaciente y nada
arriesgado. Incluso la burla a Donald Trump me pareció poca cosa.
Kingsman: Servicio Secreto fue una grata sorpresa, una película que me divirtió
mucho y que he revisionado en varias ocasiones. En el caso de El Círculo Dorado, la diversión ha sido
casi la misma, pero las ganas de volver a sumergirme en ella han desaparecido.
Este sí es, simplemente, un producto de consumir y olvidar.
Valoración:
Seis sobre diez.
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