Resulta
una película altamente peculiar, esta Los misteriosos asesinatos de Limehouse. Con el español Juan Carlos Medina a
los mandos y la actriz maría Valverde en el reparto, esta producción británica
tiene un inconfundible aroma patrio, por más que no sea frecuente en la
filmografía española (abonada siempre al cine de género) ahondar en el terror
victoriano.
Con
una oscura y sucia Londres como telón de fondo, Los asesinatos de Limehouse recupera el ambiente insano propio de
personajes malditos como Jack el destripador para narrar una serie de crímenes
cuyo asesino la prensa ha bautizado como “el golem”. John Kildare, un veterano
policía que bien podría ser un refrito de Sherlock Holmes, se encarga de
resolver el caso, entrando en una espiral de desconcierto y múltiples
sospechosos como no podía ser de otra manera y entremezclando el asunto con la
inminente ejecución de una mujer acusada de envenenar a su marido.
Con
una ambientación sobria y el inteligente recurso de mostrarnos los diversos
asesinatos cometidos por cada uno de los sospechosos, la película acusa un
ritmo demasiado pausado, confundiendo con esa doble narrativa (durante muchos momentos
la historia de la mujer y su vinculación -narrada a modo de flashbacks- con el
mundillo del teatro es más destacable que los propios asesinatos), necesaria
por otra parte para hacer creíbles los inevitables giros de guion que toda
buena peli de este género debe tener.
Al
final, el resultado es una propuesta interesante, algo descafeinada en su
planteamiento (conozco las limitaciones de la época, pero que toda la
investigación se centre única y exclusivamente en comparar la letra del asesino
con la de los sospechosos me parece un poquito simplista), pero complaciente en
su resurrección. Valvelde está correcta en su personaje, igual que Olivia
Cooke, Eddie Marsan o Sam Reid, por nombrar a algún rostro conocido del
reparto, pero quien realmente sostiene toda la película con su presencia y su
interpretación algo más comedida de lo habitual es el excelente Bill Nighy,
sobre quien recae todo el peso de la narrativa y que consigue, por si solo, que
esta avance a buen puerto.
No
es una obra redonda, y parte de ello la tiene la dirección algo titubeante de
Medina, pero ofrece lo suficiente como para mantener a espectador intrigado y
acompañar al policía en la búsqueda de respuestas.
Valoración:
Seis sobre diez.
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