No
creo que haya nadie que dude que Paco Plaza es uno de los maestros del terror
patrio más en forma de la actualidad. Si sus películas Romasanta o El Segundo nombre
no sirven para avalarlo, ahí están sus colaboraciones con Jaume Balagueró para
crear una de las mejores y más aterradoras películas de zombies amén de origen
de una gran saga como es [REC] y de
la que se despidió en solitario con la genial, a la par que divertidísima, [REC]³: Génesis.
Con
Verónica, Plaza abandona el humor
negro de esa última para indagar en un terror tan profundo como cotidiano.
Verónica es una película inquietante, claustrofóbica y malrollera, tanto por la
amenaza que presenta como por los propios terrores de la protagonista.
Inspirada
ligeramente en un caso real, el conocido como “Expediente Vallecas”, Paco Plaza
consigue algo muy meritorio: realizar una película plagada de influencias,
desde clásicos de terror italiano hasta el estilo machacón de James Wan, pero
sin dejar de hacer nunca una película muy personal. Sí, hay en Verónica muchas cosas
reconocibles, todos los tópicos del subgénero de las posesiones están ahí, pero
también hay un desarrollo de personajes, una creación ambiental y un juego exquisito
con la cámara que merecen todos los aplausos.
No
todo es mérito de Plaza, desde luego. El peso de la película recae sobre la
actriz debutante Sandra Escacena, y la chica no es que salga airosa del
invento, es que lo borda. Condenada a crecer antes de tiempo por la situación
familiar, esta muchacha de la periferia de Madrid de unos reconocibles (y
nostálgicos) principios de los noventa (justo antes de que España se diera a conocer
al mundo con sus Olimpiadas, Expos y demás) consigue que el espectador que haya
vivido esa época se identifique con ella, con sus problemas, sus angustias y
sus miedos. No es, a priori, un fantasma a lo que debe temer. Esa juventud que
le está siendo arrebatada, esa pérdida de comunicación con sus amigas, esa
dolorosa ausencia paternal… son piezas que mueven la trama, cociendo a fuego
lento su inestabilidad hasta que llega el momento de la sesión de ouija y todo
se precipita.
Y
junto a Escacena, Bruna González, Claudia Placer y, sobre todo, Iván Chavero,
conforman un trío de hermanos que representan a la perfección esa inocencia
vulnerabilidad que lo hace todo más terrible, más aterrador.
Hay
mucho de Wan en esta película, pero Plaza se las apaña para no limitarse a los
trucos de efectismo de siempre (que también) y juega con las luces y los
reflejos creando inteligentes metáforas visuales que coronan la función.
Y
cuando el terror se desata… Ni siquiera ahí la película se pierde en
convencionalismos. Plaza sabe agarrar fuerte el timón para que no se le
descontrole, y con esos momentos de humor como la canción de un anuncio
televisivo (momentos que producen esa risa nerviosa que en realidad es miedo
camuflado) o la ingenuidad el hermano pequeño al hacer un dibujo equivocado, la
histeria va entrando en escena, precipitando al espectador hacia un final
desasosegante y amargo, doloroso aun cuando se nos había anunciado previamente.
Verónica
es una pequeña joya, una película que puede que no guste a los amantes del gore
o del terror más banal, como puede que no les gustara La Bruja o Babadook, pero
que hará las delicias de los que no se conformen simplemente con pasar un mal
rato, sino que quieran hacerlo mediante una gran película.
Aunque,
eso sí, ya nunca volveré a escuchar a Héroes del Silencio de la misma manera.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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