Jordan
Peele es un actor de comedia que debuta como director y guionista en Déjame salir (traducción muy simplona de
Get out, que evoca inevitablemente a
aquella brillante película –remake incluido- de vampiros llamada Déjame entrar), un film a medio camino
entre el clásico Adivina quién viene esta
noche con las comedias sobre las relaciones yerno-suegro al estilo Los padres de ella, pero con una vuelta
de tuerca oscura. No es exactamente una película de terror, aunque se burle del
género en un arranque inquietante y manipulador, sino más bien una propuesta de
misterio con giros desconcertantes muy al estilo Shyamalan, así que quien
busque aquí sustos aterradores y sangre saldrá tan decepcionado como aquellos
que no supieron entender la sugerente y genial La bruja.
Es
Déjame salir, en el fondo, una
película muy pequeña, de esas que si no tuviese el nombre de James Blum detrás
difícilmente habría tenido la distribución con la que se ha encontrado, estando
más relegada a festivales (su arranque es muy Sitges) y plataformas digitales.
Pero ya se sabe que el amigo Blum convierte en oro todo lo que toca y esta no
es una excepción.
Posiblemente
sea esa un arma que juega en contra de la película, pues llega precedida de
tales alabanzas que puede llegar a provocar un hype desproporcionado y que, definitivamente,
no es para tanto.
Y
es que tras un arranque prometedor, la cosa se va desinflando peligrosamente.
Déjame salir cuenta la historia de Chris y Rose, una pareja interracial
de enamorados que deciden ir de visita a casa de los padres de ella. Y un chico
negro en una comunidad tan blanca no promete nada bueno.
Con
toques que recuerdan también al desconcierto de títulos como El pueblo de los malditos o Las mujeres perfectas, Chris se va a
encontrar rodeado por un ambiente social que, bajo su capa de educada
amabilidad, revelan un innegable juicio hacia su color de piel.
Déjame salir presenta, pues, a un chico negro atrapado en una
sociedad amenazante de la que no va a poder escapar, pese a no tener tampoco
muy clara cuál es la amenaza. Una metáfora sobre el racismo que sigue
existiendo en los Estados Unidos (y en el resto del mundo) y que dan a la
película un toque de terror más realista y reflexivo de lo que cabe esperar de
este tipo de films.
El
problema radica en que una vez se revela el primer gran giro de la trama
(demasiado pronto, por cierto), la película pierde fuerza, volviéndose algo
aburrida en su tramo central (toda la secuencia que se evoca en el poster me
parece demasiado alargada) y muy previsible en su resolución. Déjame salir es, en sus últimas
consecuencias, una película tramposa, que en su intento por engañar al
espectador termina traicionándose a sí misma, dejando el tema del racismo de
lado y renegando de todo aquello que la había brillante en su arranque, sin que
el excelente trabajo de Bradley Whitford y Catherine Keener sirvan para
creernos lo que nos quieren colar.
Al
final, Peele compone un buen film de suspense con algún susto efectivo y
personajes inquietantes pero que no termina de ir hacía ningún lado y que solo
funciona cuando las expectativas son bajas, resultando algo mediocre en
perspectiva a todo lo que se está diciendo de ella y con unos toques de humor
(al final la cabra tira al monte) que no funcionan nada bien.
Aceptable
a la par que decepcionante.
Valoración:
Seis sobre diez.
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