James
Gray es un director muy personal que, tras destacar en títulos como La noche es nuestra, Two Lovers o El sueño de Ellis se embarca ahora en su proyecto más ambicioso, un
retrato de casi dos horas y media de Percy Fawcett, un militar reconvertido en
explorador que, tras embarcarse en una misión para cartografiar la frontera
entre Brasil y Bolivia en 1906, epopeya que recogió en un libro David Grann y a
partir del cual el propio Gray ha hecho la adaptación.
Z, la ciudad perdida, es una historia épica y de superación, pero, por
encima de todo, es la historia de la obsesión de un hombre. Obsesión, primero,
por lograr un ascenso en su carrera militar que le proporcione un status capaz
de borrar la vergüenza generada por un padre alcohólico, siendo esta sustituida
más adelante por el empeño de encontrar una civilización perdida en lo más
profundo del Amazonas que él imaginaba como una especie de El Dorado y que
termino por contagiar a su propio hijo.
Charlie
Hunnam recrea con solvencia a este personaje, consiguiendo posiblemente su
mejor interpretación hasta la fecha, y Tom Holland (al que su popularidad como
nuevo Spiderman le permite destacar en el poster pese a que su personaje tarda
casi una hora y media en aparecer) no le va a la zaga. Sin embargo, quienes
merecen ser destacados en el rango interpretativo son un sorprendente Robert Pattinson,
que ayudado por un aspecto barbudo y enfermizo logra definitivamente dejar
atrás el estigma de Crepúsculo, y una
eficiente Sienna Miller, capaz de alternar su doble papel de mujer sufridora y
resignada con el de feminista independiente y casi adelantada a su época.
Z, la ciudad perdida, no es, en realidad, la historia de una expedición, sino
que su argumento se alarga desde que Fawcett tomara ese primer contacto con la
selva amazónica hasta su regreso en 1925, teniendo que luchar entremedias en la
Gran Guerra europea. Esto permite conocer mejor la historia de Fawcett y
empatizar con su obsesión y con el vínculo de amistad que hace con sus
compañeros de aventuras, Henry Costin y Arthur Manley, así como sus conflictos
con el también explorador James Murray. Sin embargo, impide que el ritmo
narrativo avance con fluidez, dificultando la división entre los tres actos y
haciendo que esta se convierta en una película río que puede llegar a agotar
(que no aburrir) en algún momento.
Con
todo, Gray cuanta con un as en la manga en forma del director de fotografía Darius
Khondji, que consigue que visualmente la película sea perfecta, logrando
incluso diferentes matices dependiendo de si la acción transcurre en la selva,
en el frente o en Londres. Así, donde pueda flaquear la historia se impone la
técnica y la suma de ambos conjuntos hacen de Z, la ciudad perdida, una película interesante y muy entretenida,
tanto desde el punto de vista aventurero como en el apartado familiar, haciendo
que incluso se le perdonen los recursos narrativos que maquillan, en algunos
momentos, la historia real.
Valoración:
siete sobre diez.
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