Los
que sois seguidores habituales del blog ya debéis saber que el señor Christopher
Nolan no es precisamente santo de mi devoción. No comparto la opinión de
aquellos que lo consideran el gran genio del siglo XXI y lo encuentro pomposo y
endiosado, en búsqueda constante de una trascendencia que la mayoría de sus
películas no necesitan. Creo que la bomba de humo que se formó alrededor de su
trilogía sobre Batman es completamente exagerada 8la última película era, de
hecho, muy mala) y lo considero culpable también de estropear todo lo
interesante que Zack Snyder podría haber hecho con Superman.
Aparte
de eso, os doy mi palabra de honor que entré a ver Interstellar con la mente completamente en blanco y dispuesto a
dejarme arrastrar por la propuesta del británico, dejando mis prejuicios junto
a la tienda de chuches. Y durante el innecesariamente alargado prólogo la cosa
no iba del todo mal, con una historia interesante y bien contada que no tenía
nada que ver con viajes por el espacio sino con dramas familiares en el campo
(¿Qué les pasa a las madres americanas, que todas se mueren jóvenes?), con un
padre viudo a cargo de sus retoños muy al estilo de Señales o la última Transformers.
Y
de repente, todo cambia.
Dicen
los que saben de esto del cine (y a los que les ha gustado la película) que es
mejor no saber nada del argumento y dejarse llevar por las sorpresas que
esconde el guion, algo así como lo que sucede también con Perdida, de David Fincher (director con quien se empeñan en
comparar siempre a Nolan pero que para mí está años luz por encima), pero lo
cierto es que yo creo que da más o menos lo mismo (siempre que no se revele
ninguna sorpresa crucial, claro). Y es que es posible que cuanto más se sepa
del argumento de antemano más posible sea entender algo de la película.
El
resumen rápido sería este: la Tierra se está muriendo y deben enviar a Cooper
(un expiloto de la NASA que lleva años dedicado a cultivar el campo) sin
preparación previa ni puesta en forma ni mandangas al espacio en busca de un
lugar habitable.
El
primer problema es que en cuanto se deja atrás la tierra la cosa se precipita
tanto que se vuelve confusa, como si las casi tres horas que dura el invento no
fuesen suficientes para narrar una buena historia. Nolan es un gran vendedor de
humo, y por eso prefiere pasar más tiempo tras una enorme cámara IMAX para
hacer bonitos planos de la nada que en la mesa del ordenador escribiendo unas
buenas líneas de guion junto a su hermano del alma, y eso afecta negativamente
a la película que peca de elíptica y de algunos personajes mal presentados y
peor desarrollados (como por ejemplo los dos astronautas que acompañan al prota
y a la chica de turno en el viaje).
Nolan,
que debía ser un director de fotografía de primera, parece dudar entre contar
una historia épica o intimista, y por eso intenta hacer largos y oníricos
planos espaciales pero sin mostrar apenas nada, por lo que en las pocas
ocasiones en la que se enseña algo (hay algunos paisajes que no voy a describir
que son espectaculares) lucen más todavía.
Pero demasiado obsesionado en rendir tributo a Kubrick y su 2001, Odisea en el espacio, Nolan repite
los errores principales de Spielberg (otro alumno aventajado de Kubrick) en
cargar demasiado las tintas sobre el drama familiar (ya la pasaba en Origen y en su tercer Batman), de manera que el hipotético
reencuentro entre un padre y su hija termina siendo más importante que el
destino de toda la humanidad.
Mucho
se quiere comparar esta película con la mencionada 2001, Odisea en el espacio, y sus defensores más acérrimos insisten
hasta el hastío que ya no se hace ciencia ficción de verdad, como si todas las
películas del espacio fueran fantasías como Star
Trek o Guardianes de la Galaxia,
pero yo encuentro en Interstellar
muchas influencias de Contact de
Zemeckis, con todo ese aire de misticismo, algo de Moon (que ya en sí era un homenaje a 2001) con el tema del robot compañero (por cierto, que diseño más
feo y poco práctico el de los robots de Interstellar)
y, sobre todo, ahí está el recuerdo de la reciente y excelente Gravity.
No
sé si nuestra percepción de Interstellar
sería diferente de no haber visto hace apenas un año la magnífica película de
Cuarón. O si incluso habría sido Interstellar
diferente sin la existencia de dicho film, pero lo cierto es que Nolan pretende
insistir más en la parte dramática y pasional que en la fantástica, y en eso,
le pese a quien le pese, no supera ni de lejos a Cuarón. Con solo un actor y
medio, muchos silencios y la mitad de duración, Cuarón lograba transportarnos
al espacio y que nos asfixiásemos con la angustia de Sandra Bullock, hablando,
de forma muy sutil, de cosas como la vida, la esperanza y el renacer. Nolan,
simplemente, aspira a algo parecido.
Y
lo peor de todo es que, pese al espectáculo innegable que se nos ofrece, en
ocasiones algo desequilibrado por el montaje paralelo entre la Tierra y el
espacio, la historia acaba derivando en una solemne tontería, un giro radical
de la trama que pretende sorprender y descolocar y, sí, lo segundo lo consigue,
pero para mal. Hasta risas escuché en la sala en uno de los momentos más intensos
del clímax final.
Nolan
es un gran visionario, pero carece del espíritu de narrador necesario para las
complejidades que pretende acometer. Quiere abarcar más de lo que puede,
totalmente inconsciente de las limitaciones de su talento, y termina
desaprovechando buenas ideas, como era el caso de Decepción Inception (Origen) y, desde luego, es el caso de la que nos ocupa ahora.
Al
terminar la proyección escuché a unos chicos de la fila de atrás entablar un
animado debate sobre si debían recomendar la película a sus amigos o no. No es
una mala película, argumentaban. Pero tampoco es buena.
Muy
bonita, muy visual, muy bien interpretada (al final voy a tener que acabar creyéndome
que el McConaughey es buen actor) pero también muy larga, muy pesada, muy
tediosa y, por momentos, muy aburrida.
Nolan
pretende trascender, estar por encima del bien y del mal, ser una mezcla entre
mentor y profeta. Y hay por ahí unos cuantos que lo veneran como si del líder de
una secta se tratase. Yo no soy de esos.
Y
como los chicos de la fila de detrás, yo también pienso que no es una mala
peli. Pero tampoco una buena peli. Ahí lo dejo.
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