Los
que sois seguidores habituales del blog ya debéis saber que el señor Christopher
Nolan no es precisamente santo de mi devoción. No comparto la opinión de
aquellos que lo consideran el gran genio del siglo XXI y lo encuentro pomposo y
endiosado, en búsqueda constante de una trascendencia que la mayoría de sus
películas no necesitan. Creo que la bomba de humo que se formó alrededor de su
trilogía sobre Batman es completamente exagerada 8la última película era, de
hecho, muy mala) y lo considero culpable también de estropear todo lo
interesante que Zack Snyder podría haber hecho con Superman.

Y
de repente, todo cambia.
Dicen
los que saben de esto del cine (y a los que les ha gustado la película) que es
mejor no saber nada del argumento y dejarse llevar por las sorpresas que
esconde el guion, algo así como lo que sucede también con Perdida, de David Fincher (director con quien se empeñan en
comparar siempre a Nolan pero que para mí está años luz por encima), pero lo
cierto es que yo creo que da más o menos lo mismo (siempre que no se revele
ninguna sorpresa crucial, claro). Y es que es posible que cuanto más se sepa
del argumento de antemano más posible sea entender algo de la película.
El
resumen rápido sería este: la Tierra se está muriendo y deben enviar a Cooper
(un expiloto de la NASA que lleva años dedicado a cultivar el campo) sin
preparación previa ni puesta en forma ni mandangas al espacio en busca de un
lugar habitable.

Nolan,
que debía ser un director de fotografía de primera, parece dudar entre contar
una historia épica o intimista, y por eso intenta hacer largos y oníricos
planos espaciales pero sin mostrar apenas nada, por lo que en las pocas
ocasiones en la que se enseña algo (hay algunos paisajes que no voy a describir
que son espectaculares) lucen más todavía.
Pero demasiado obsesionado en rendir tributo a Kubrick y su 2001, Odisea en el espacio, Nolan repite
los errores principales de Spielberg (otro alumno aventajado de Kubrick) en
cargar demasiado las tintas sobre el drama familiar (ya la pasaba en Origen y en su tercer Batman), de manera que el hipotético
reencuentro entre un padre y su hija termina siendo más importante que el
destino de toda la humanidad.

No
sé si nuestra percepción de Interstellar
sería diferente de no haber visto hace apenas un año la magnífica película de
Cuarón. O si incluso habría sido Interstellar
diferente sin la existencia de dicho film, pero lo cierto es que Nolan pretende
insistir más en la parte dramática y pasional que en la fantástica, y en eso,
le pese a quien le pese, no supera ni de lejos a Cuarón. Con solo un actor y
medio, muchos silencios y la mitad de duración, Cuarón lograba transportarnos
al espacio y que nos asfixiásemos con la angustia de Sandra Bullock, hablando,
de forma muy sutil, de cosas como la vida, la esperanza y el renacer. Nolan,
simplemente, aspira a algo parecido.

Nolan
es un gran visionario, pero carece del espíritu de narrador necesario para las
complejidades que pretende acometer. Quiere abarcar más de lo que puede,
totalmente inconsciente de las limitaciones de su talento, y termina
desaprovechando buenas ideas, como era el caso de Decepción Inception (Origen) y, desde luego, es el caso de la que nos ocupa ahora.
Al
terminar la proyección escuché a unos chicos de la fila de atrás entablar un
animado debate sobre si debían recomendar la película a sus amigos o no. No es
una mala película, argumentaban. Pero tampoco es buena.
Muy
bonita, muy visual, muy bien interpretada (al final voy a tener que acabar creyéndome
que el McConaughey es buen actor) pero también muy larga, muy pesada, muy
tediosa y, por momentos, muy aburrida.
Nolan
pretende trascender, estar por encima del bien y del mal, ser una mezcla entre
mentor y profeta. Y hay por ahí unos cuantos que lo veneran como si del líder de
una secta se tratase. Yo no soy de esos.
Y
como los chicos de la fila de detrás, yo también pienso que no es una mala
peli. Pero tampoco una buena peli. Ahí lo dejo.
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