sábado, 8 de noviembre de 2014

INTERSTELLAR (5d10)

Los que sois seguidores habituales del blog ya debéis saber que el señor Christopher Nolan no es precisamente santo de mi devoción. No comparto la opinión de aquellos que lo consideran el gran genio del siglo XXI y lo encuentro pomposo y endiosado, en búsqueda constante de una trascendencia que la mayoría de sus películas no necesitan. Creo que la bomba de humo que se formó alrededor de su trilogía sobre Batman es completamente exagerada 8la última película era, de hecho, muy mala) y lo considero culpable también de estropear todo lo interesante que Zack Snyder podría haber hecho con Superman.
Aparte de eso, os doy mi palabra de honor que entré a ver Interstellar con la mente completamente en blanco y dispuesto a dejarme arrastrar por la propuesta del británico, dejando mis prejuicios junto a la tienda de chuches. Y durante el innecesariamente alargado prólogo la cosa no iba del todo mal, con una historia interesante y bien contada que no tenía nada que ver con viajes por el espacio sino con dramas familiares en el campo (¿Qué les pasa a las madres americanas, que todas se mueren jóvenes?), con un padre viudo a cargo de sus retoños muy al estilo de Señales o la última Transformers.
Y de repente, todo cambia.
Dicen los que saben de esto del cine (y a los que les ha gustado la película) que es mejor no saber nada del argumento y dejarse llevar por las sorpresas que esconde el guion, algo así como lo que sucede también con Perdida, de David Fincher (director con quien se empeñan en comparar siempre a Nolan pero que para mí está años luz por encima), pero lo cierto es que yo creo que da más o menos lo mismo (siempre que no se revele ninguna sorpresa crucial, claro). Y es que es posible que cuanto más se sepa del argumento de antemano más posible sea entender algo de la película.
El resumen rápido sería este: la Tierra se está muriendo y deben enviar a Cooper (un expiloto de la NASA que lleva años dedicado a cultivar el campo) sin preparación previa ni puesta en forma ni mandangas al espacio en busca de un lugar habitable.
El primer problema es que en cuanto se deja atrás la tierra la cosa se precipita tanto que se vuelve confusa, como si las casi tres horas que dura el invento no fuesen suficientes para narrar una buena historia. Nolan es un gran vendedor de humo, y por eso prefiere pasar más tiempo tras una enorme cámara IMAX para hacer bonitos planos de la nada que en la mesa del ordenador escribiendo unas buenas líneas de guion junto a su hermano del alma, y eso afecta negativamente a la película que peca de elíptica y de algunos personajes mal presentados y peor desarrollados (como por ejemplo los dos astronautas que acompañan al prota y a la chica de turno en el viaje).
Nolan, que debía ser un director de fotografía de primera, parece dudar entre contar una historia épica o intimista, y por eso intenta hacer largos y oníricos planos espaciales pero sin mostrar apenas nada, por lo que en las pocas ocasiones en la que se enseña algo (hay algunos paisajes que no voy a describir que son espectaculares) lucen más todavía.  Pero demasiado obsesionado en rendir tributo a Kubrick y su 2001, Odisea en el espacio, Nolan repite los errores principales de Spielberg (otro alumno aventajado de Kubrick) en cargar demasiado las tintas sobre el drama familiar (ya la pasaba en Origen y en su tercer Batman), de manera que el hipotético reencuentro entre un padre y su hija termina siendo más importante que el destino de toda la humanidad.
Mucho se quiere comparar esta película con la mencionada 2001, Odisea en el espacio, y sus defensores más acérrimos insisten hasta el hastío que ya no se hace ciencia ficción de verdad, como si todas las películas del espacio fueran fantasías como Star Trek o Guardianes de la Galaxia, pero yo encuentro en Interstellar muchas influencias de Contact de Zemeckis, con todo ese aire de misticismo, algo de Moon (que ya en sí era un homenaje a 2001) con el tema del robot compañero (por cierto, que diseño más feo y poco práctico el de los robots de Interstellar) y, sobre todo, ahí está el recuerdo de la reciente y excelente Gravity.
No sé si nuestra percepción de Interstellar sería diferente de no haber visto hace apenas un año la magnífica película de Cuarón. O si incluso habría sido Interstellar diferente sin la existencia de dicho film, pero lo cierto es que Nolan pretende insistir más en la parte dramática y pasional que en la fantástica, y en eso, le pese a quien le pese, no supera ni de lejos a Cuarón. Con solo un actor y medio, muchos silencios y la mitad de duración, Cuarón lograba transportarnos al espacio y que nos asfixiásemos con la angustia de Sandra Bullock, hablando, de forma muy sutil, de cosas como la vida, la esperanza y el renacer. Nolan, simplemente, aspira a algo parecido.
Y lo peor de todo es que, pese al espectáculo innegable que se nos ofrece, en ocasiones algo desequilibrado por el montaje paralelo entre la Tierra y el espacio, la historia acaba derivando en una solemne tontería, un giro radical de la trama que pretende sorprender y descolocar y, sí, lo segundo lo consigue, pero para mal. Hasta risas escuché en la sala en uno de los momentos más intensos del clímax final.
Nolan es un gran visionario, pero carece del espíritu de narrador necesario para las complejidades que pretende acometer. Quiere abarcar más de lo que puede, totalmente inconsciente de las limitaciones de su talento, y termina desaprovechando buenas ideas, como era el caso de Decepción Inception (Origen) y, desde luego, es el caso de la que nos ocupa ahora.
Al terminar la proyección escuché a unos chicos de la fila de atrás entablar un animado debate sobre si debían recomendar la película a sus amigos o no. No es una mala película, argumentaban. Pero tampoco es buena.
Muy bonita, muy visual, muy bien interpretada (al final voy a tener que acabar creyéndome que el McConaughey es buen actor) pero también muy larga, muy pesada, muy tediosa y, por momentos, muy aburrida.
Nolan pretende trascender, estar por encima del bien y del mal, ser una mezcla entre mentor y profeta. Y hay por ahí unos cuantos que lo veneran como si del líder de una secta se tratase. Yo no soy de esos.
Y como los chicos de la fila de detrás, yo también pienso que no es una mala peli. Pero tampoco una buena peli. Ahí lo dejo.

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