Terrible,
horrible, espantoso y casi hasta horroroso es soportar esta película cuyos
escasos ochenta minutos de duración se hacen eternos y tediosos, no sólo para
mi sino también para la mayoría de niños a los que oía murmurar en la sala.
Vale
que se trata de una película Disney (lo que no nos dicen es que estaba pensada
para el Canal Disney y que en el último momento la decidieron estrenar en cines
para ver si colaba) y destinada a un público infantil, pero la presencia de sus
dos actores protagonistas, Jennifer Garner y, sobre todo, Steve Carell (que no
es un actor al que admire demasiado por sus aportaciones al mundo del cine pero
sí que soy muy fan de su papel en The
Office), invitaba a pensar que se trataría, al menos, de una comedieta que,
si bien trivial y previsible, sería al menos entretenida y con algún chiste que
mereciera la pena.
Pero
no, todo es tan estúpidamente infantil, tan absurdamente televisivo que ni las
situaciones hacen gracia ni la resolución es apropiada.
La
trama parte de un niño coñazo que se piensa el ombligo del mundo y que cree que
todo le sale mal cuando está rodeado por unos padres y dos hermanos
triunfadores y que, en la estela de títulos como Big o Mentiroso Compulsivo,
aprovecha el día de su cumpleaños para pedir un deseo y cambiar las cosas. Al
día siguiente, él será el que triunfe y el resto de la familia los que se verán
abocados al desastre, si en ningún momento se entienda si es causa del azar o
si hay algún elemento fantasioso en todo esto, porque cuando se aburren de
tanta tontería la tortilla cambia sin más y sanseacabó.
El
problema no es tanto en el contenido como en la forma. No encuentro nada
divertido ver a cuatro personas sufriendo todo tipo de accidentes
desafortunados que se van a terminar arreglando con una facilidad pasmosa, de
manera que ni el conflicto es divertido ni lleva a ningún camino, pues si se
debe encontrar alguna moraleja para instruir a los más pequeños yo no la he
sabido ver.
Tonta,
simple y edulcorada en exceso, es un film totalmente prescindible y rápidamente
olvidable. Independientemente de la edad.
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