La ignorancia de la sangre (película) es una obra inicial, es decir, que no
proviene de ningún film previo ni forma parte de ninguna saga, por más que su
protagonista, Javier Falcón, ya haya sido visto en pantalla en otras ocasiones.
La ignorancia de la sangre (novela) es el cuarto título de una saga de Robert
Wilson, a través de la cual el policía protagonista va definiéndose.
Ese
es el principal (y casi único) escollo de la película. Manuel Gómez Pereira ha
querido ser tan fiel al espíritu de la obra original que el espectador se pasa
casi todo el metraje con la sensación de que le falta algo de información, de
que hay un pasado en los personajes que desconoce. Y eso puede llegar a
desorientar.
Este
detalle aparte, La ignorancia de la
sangre es un notable thriller policíaco que aúna tres tramas que pueden, o
no, tener relación entre sí tan dispares como la presencia cada vez mayor de la
mafia rusa en la Costa andaluza, el secuestro del hijo de Consuelo (brillante Paz
Vega), la pareja del policía, y una trama interna y familiar alrededor de un español
islamista en Marruecos.
Precisamente
la relación entre Javier Falcón (un muy convincente Juan Diego Botto, quizá
algo falto de nervio en alguna escena concreta) y Mercedes, cuya historia de
amor proviene de las novelas anteriores, es lo que más desconcierta por la
comentada falta de datos, aunque esto es algo que afecta más a la curiosidad
propia del espectador (voyerista por vocación) que al desarrollo de la propia
historia, para la que contamos con datos suficientes para dejarnos arrastrar
por el mundo sucio y despiadado de prostitución y ejecuciones merced de una
lucha entre bandas rusas.
Excelentemente
filmada, aprovechando la belleza de las localizaciones sevillanas (Gómez
Pereira sabe aprovechar la ciudad sin caer en tópicos más dignos de folletos
turísticos que de cine de calidad), y demostrando en los momentos de acción su
buena labor tras las cámaras, reivindicándose así ante quienes le acusan de ser
un buen artesano pero falto de personalidad (no todo tiene porque tener el
detallismo fotográfico de La Isla Mínima),
uno de los detalles más aterradores de la historia está en la realidad que
muestra con respecto a la cara más oscura de la ciudad (y de toda la costa, por
extensión) en manos de gentes sin escrúpulos que no tienen reparos en
esclavizar a sus chicas o decapitar por capricho. La película es ficción, por
supuesto, pero la realidad está ahí, oculta bajo luces de neón y bailes
exóticos.
Con
un interesante trabajo actoral (la presencia de Alberto San Juan es más
reducida pero muy intensa), el ritmo amenaza con decaer cuando una de las
tramas desaparece de escena para dejar todo el protagonismo a la otra (no daré
más detalles para no desvelar los giros de guion), provocando un falso clímax
demasiado alejado del final del film que puede hacer que la duración del mismo
se nos antoje elevada (apenas llega a las dos horas), pero Gómez Pereira sabe
remontar el vuelo y alcanzar su meta con mano firme y emoción asegurada. Si es
cierto, sin embargo, que malacostumbrados como estamos a realizadores como
Daniel Monzón, Alberto Rodríguez o Alejandro Amenábar, La ignorancia de la
sangre cae en alguno de los defectos más tópicos y denostados del mal llamado “cine
español” en una escena innecesaria y que interrumpe el camino aparentemente
cuesta abajo y sin frenos hacia el desenlace final, como si alguien hubiese
pensado que era absurdo tener en el reparto a Paz Vega y no mostrarla desnuda,
aunque sea gratuitamente, pero se trata de un defecto anecdotario que no debe enturbiar
una excelente película de intriga ni mucho menos un trabajo actoral de la
sevillana realmente sobrecogedor.
Con
algún pero más culpa de un opinador quizá excesivamente quisquilloso que otra
cosa, La ignorancia de la sangre es
una muestra más del buen nivel que nuestro cine está demostrando últimamente,
con un 2014 francamente espectacular.
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