En
el año 1994 Jim Carrey estaba en la cresta de la ola tras los éxitos de Ace
Ventura y, sobre todo, La Máscara,
Jeff Daniels venía de trabajar para
Woody Allen y Jonathan Demme y del éxito de Speed
y los hermanos Farrelly estaban a punto de convertirse en los nuevos reyes de
la comedia gracias a la inminente Algo
pasa con Mary.
Ahora,
veinte años después, el mismo equipo parece caído en desgracia (solo Daniels se
mantiene algo activo gracias a la serie The
Newsroom, pero lejos de la fama a la que parecía aspirar tiempo atrás) y ha
decidido reunirse de nuevo en busca de la reconciliación con el público gracias
a la fórmula fácil de la secuela, una continuación tardía de una película que
muchos tendrán ya olvidada (otros ni la conocerán), tan decadente como sus
propios protagonistas.
Aunque
nunca he sido un fan entregado a las muecas exageradas e histriónicas de
Carrey, debo reconocer que cuando ha contado con un guion que lo respalde puede
resultar francamente divertido. Así sucedía en películas como Mentiroso compulsivo u Olvídate de mí, llegando incluso a
brillar en su faceta más seria como en El
show de Truman o The Majestic. En
Dos tontos muy tontos ambos
intérpretes hacen un enorme tributo a la estupidez con una colección de
aventuras a cual más delirante en que,
sin abusar de la escatología burda que luego caracterizaría al cine de los
Farrelly, resultaba francamente divertida.
Después
de tantos años, la intención de vivir del recuerdo en busca de la gloria perdida
es la mejor definición de una película tan estúpida como cabría esperar pero
sin el gancho y la frescura de la original, en la que sus intérpretes no han
sabido envejecer adecuadamente provocando que sus torpezas resulten más
patéticas que divertidas. No es lo mismo ver a dos treintañeros comportándose
como niños que si se trata de cincuentones de marcadas arrugas y tristeza en
las miradas.
Podría
parecer que en un primer momento los Farrelly quieran apostar por la reflexión,
haciendo alusión al paso del tiempo, la soledad, el poder de la amistad o la
responsabilidad de la paternidad (la trama va del reencuentro de los dos amigos
y el descubrimiento de que uno de ellos fue padre hace veinte años, por lo que
deciden ir en busca de la hija perdida), pero eso no son más que apuntes
accidentales que para nada pretenden definir el tono de la secuela (nótese que
estoy obviando en todo momento aquel intento de precuela del 2003), que no
pretende más que reunir un puñado de tontadas y conseguir la risa cómplice más
por cantidad que por calidad. Y es que, inevitablemente, con tanta estupidez
sería necio negar que algún gag acertado (o incluso brillante) se pueda
encontrar.
Decir
que Dos tontos todavía más tontos es
una soberana tontería no es para nada menospreciar a la película, que no pretende más que eso, pero
encuentro que es una tontería falta de garra, sin convicción, demasiado apoyada
en las muecas exasperantes de Carrey y Daniels que hace años que perdieron la
gracia que en las propias situaciones.
No
es, al fin, una película totalmente despreciable, entretiene y provoca alguna
carcajada, pero está muy lejos de la original igual que intérpretes y
directores están muy lejos de su época dorada.
Como
lejos (muy muy lejos) está de sus años de mito sexual (recuerden Fuego en el cuerpo) la desaparecida
Kathleen Turner, cuya presencia en el film ya casi justifica por si solo su
visionado.
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