Hay
películas para todos los gustos y todos los momentos.
En
ocasiones resulta complicado analizar una película y ser consecuente con sus
autores, por lo que hace tiempo tomé la determinación de juzgarlas en función
de sus valores y según el cumplimiento de sus objetivos.
Así,
Vamos de polis habría que definirla como una estupidez de película, tan
previsible como tópica, con un par de actores cumplidores pero poco más. Sin
embargo, consigue con creces su objetivo, que no es otro que el de divertir. Y
es por eso por lo que merece una muy buena nota, en una época donde las
comedias (las buenas comedias) son tan escasas.
Vamos
de polis podría querer parecerse en su forma a aquellas comedias de Ben Stiller
y Owen Wilson (el tercero en discordia, Vince Vaughn bien podría ejercer de
villano, aquí interpretado por el gran Andy García), con algún toque (esto es
inevitable en películas que tratan, más o menos, de una pareja de policías en
clave de humor) de Dos policías Rebeldes
o incluso Arma letal. De hecho, no me
habría extrañado para nada haber visto a esos mismos actores en estos papeles
si no fuesen ya algo mayores para ello, pues uno de los temas “serio” que se
pretenden reflejar es la crisis de los treinta, cuando se cruza la frontera
entre la juventud y la madurez y se debe concretar el camino que definirá
nuestros destinos.
Ryan
y Justin son dos amigos que comparten piso en Los Angeles y que tienen un
denominador común: son unos fracasados. Uno era una prometedora estrella
deportiva hasta que se lesionó, mientras que el otro ha creado un interesante
videojuego pero no tiene el valor suficiente para hacerse escuchar en la
empresa en la que trabaja. Pero un día, cuando acudan por error a una fiesta
disfrazados de policías y la gente de la calle se piensen que son
representantes de la ley de verdad, descubrirán lo que es sentirse importantes.
Y se meterán en un papel del que ya no sabrán escapar.
Comedia
típica de enredos, malos muy malos y chicas muy buenas, equívocos y
casualidades imposibles, el conjunto de la misma es en momentos tronchante. No
aspira a nada más que a eso, por muy serio que haya podido quedarme todo el
rollo de la crisis de los treinta.
Vamos
de polis es lo que es, una chorrada enorme sobre unos tipos bastante idiotas
que consigue ser divertida sin apenas recurrir a la escatología, no tomándose
en serio a sí misma en ningún momento y consiguiendo ser un muy buen pasatiempo
sin más pretensiones que hacernos olvidar por un rato de la vida real.
No
da mucho, pero tampoco lo pide.
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