martes, 4 de noviembre de 2014

LA DESAPARICIÓN DE ELEANOR RIGBY (6d10)

Eleanor Rigby es una bonita canción de The Beatles que, con la peculiar voz de Paul McCartney habla sobre la soledad personificada en dos trágicos personajes.
Hace un año, el neoyorquino Ned Benson se inspiró en ese personaje para componer dos románticas películas que analizaban las dos caras de una ruptura con los clarificadores títulos de: La desaparición de Eleanor Rigby: Él y La desaparición de Eleanor Rigby: Ella. Aclamada en su presentación en diversos festivales internacionales, su productora apostó por estrenarlas comercialmente en cines con la condición de fusionar los dos puntos de vista en una sola película, lo cual reducía notablemente el metraje de la suma resultante pero también lastraba considerablemente la historia, redundando  en su ritmo, por momentos entrecortado y desigual.
La Eleanor Rigby a la que hace referencia el título es la mitad femenina de una pareja locamente enamorada que, tras un suceso no revelado hasta bien avanzada la historia, desaparece sin más, dejándolo todo atrás, marido incluido.
Ella es una chica de buena familia perdida en una vida sin dirección que decide reemprender los estudios. Él es el hijo de un exitoso restaurador  que trata de malvivir alejado de la sombra paterna con su decadente restaurante. Juntos formaban una bonita y entusiasmada pareja con toda la vida por delante para hacer locuras y construir un hogar que, de la noche a la mañana, se derrumba, precipitándose por un precipicio sin final.
Tras su reencuentro, él tratará de quemar sus últimas naves en pos de una reconciliación, pero ella no tiene más deseo que poner distancia de por medio, aunque en ocasiones su cabeza de enfrenta directamente a su corazón.
Con un excelente James McAvoy y una Jessica Chastain algo excesiva (y demacrada), la película describe con humor y acritud la descomposición del amor, la pérdida de un sueño que no ha de volver y la desesperanza con respecto a las segundas oportunidades. Sin embargo, Benson no es capaz de culminar su historia con acierto, y mientras el papel de los padres roza la brillantez (tan magníficas son sus opiniones como las aportaciones del impresionante trío actoral: William Hurt, Isabelle Huppert y Ciarán Hinds) el desenlace de la pareja en cuestión se me antoja poco creíble hasta el punto de desvirtualizar el conjunto y  restarle demasiados puntos.
Y lamento tener que poner aquí el indicador de spoiler para que quien no quiera saber más de lo necesario pueda dejar de leer, pero no me es posible completar mi opinión sin explicar por qué el film fracasa en su definición final, ya que, bien sea por un exceso de blandura por parte del director y guionista o bien por venderse a las exigencias de la industria, no encuentro acertado el final feliz, con reconciliación final, tras ver a los protagonistas caminar tan alejados uno del otro en una senda de autodestrucción emocional.
El tiempo todo lo cura, dicen, pero hay heridas que tardan mucho en cicatrizar. Y no siempre es posible desandar el camino recorrido. Y aunque Benson pretenda hacernos creer que sí es posible a mí no me ha conseguido convencer.
Pese a todo, el conjunto del film es emotivo y amargo. Y eso, junto a unas grandes interpretaciones, hace que la película alcance a nuestros corazones, más allá del acierto o no de su desenlace.
La lastima es que, para redondear la cosa, la susodicha canción no pueda aparecer en la película. Cosas de derechos…

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