Eleanor
Rigby es una bonita canción de The Beatles que, con la peculiar voz de Paul
McCartney habla sobre la soledad personificada en dos trágicos personajes.
Hace
un año, el neoyorquino Ned Benson se inspiró en ese personaje para componer dos
románticas películas que analizaban las dos caras de una ruptura con los
clarificadores títulos de: La
desaparición de Eleanor Rigby: Él y La
desaparición de Eleanor Rigby: Ella. Aclamada en su presentación en
diversos festivales internacionales, su productora apostó por estrenarlas
comercialmente en cines con la condición de fusionar los dos puntos de vista en
una sola película, lo cual reducía notablemente el metraje de la suma
resultante pero también lastraba considerablemente la historia, redundando en su ritmo, por momentos entrecortado y
desigual.
La
Eleanor Rigby a la que hace referencia el título es la mitad femenina de una
pareja locamente enamorada que, tras un suceso no revelado hasta bien avanzada
la historia, desaparece sin más, dejándolo todo atrás, marido incluido.
Ella
es una chica de buena familia perdida en una vida sin dirección que decide
reemprender los estudios. Él es el hijo de un exitoso restaurador que trata de malvivir alejado de la sombra
paterna con su decadente restaurante. Juntos formaban una bonita y entusiasmada
pareja con toda la vida por delante para hacer locuras y construir un hogar
que, de la noche a la mañana, se derrumba, precipitándose por un precipicio sin
final.
Tras
su reencuentro, él tratará de quemar sus últimas naves en pos de una
reconciliación, pero ella no tiene más deseo que poner distancia de por medio,
aunque en ocasiones su cabeza de enfrenta directamente a su corazón.
Con
un excelente James McAvoy y una Jessica Chastain algo excesiva (y demacrada),
la película describe con humor y acritud la descomposición del amor, la pérdida
de un sueño que no ha de volver y la desesperanza con respecto a las segundas
oportunidades. Sin embargo, Benson no es capaz de culminar su historia con
acierto, y mientras el papel de los padres roza la brillantez (tan magníficas
son sus opiniones como las aportaciones del impresionante trío actoral: William
Hurt, Isabelle Huppert y Ciarán Hinds) el desenlace de la pareja en cuestión se
me antoja poco creíble hasta el punto de desvirtualizar el conjunto y restarle demasiados puntos.
Y
lamento tener que poner aquí el indicador de spoiler para que quien no quiera
saber más de lo necesario pueda dejar de leer, pero no me es posible completar
mi opinión sin explicar por qué el film fracasa en su definición final, ya que,
bien sea por un exceso de blandura por parte del director y guionista o bien
por venderse a las exigencias de la industria, no encuentro acertado el final
feliz, con reconciliación final, tras ver a los protagonistas caminar tan
alejados uno del otro en una senda de autodestrucción emocional.
El
tiempo todo lo cura, dicen, pero hay heridas que tardan mucho en cicatrizar. Y
no siempre es posible desandar el camino recorrido. Y aunque Benson pretenda
hacernos creer que sí es posible a mí no me ha conseguido convencer.
Pese
a todo, el conjunto del film es emotivo y amargo. Y eso, junto a unas grandes
interpretaciones, hace que la película alcance a nuestros corazones, más allá
del acierto o no de su desenlace.
La
lastima es que, para redondear la cosa, la susodicha canción no pueda aparecer
en la película. Cosas de derechos…
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